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viernes, marzo 04, 2011
Julio Herrera y Reissig / Tánato y Eros
El abrazo pitagórico
Bajo la madreselva que en la reja
filtró su encaje de verdor maduro,
me perturbaba en el claroscuro
de la ilusión, en la glorieta añeja...
Cristalizaba un pájaro su queja...
Y entre el húmedo incienso de sulfuro
la luna de ámbar destacó al bromuro
el caserío de rosada teja...
¡Oh, Sumo Genio de las cosas! Todo
tenía un canto, una sonrisa, un modo...
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,
nos sumó a modo de una doble ola,
y en forma de «uno», en una sombra sola,
los dos crecimos en la noche grave...
Los parques abandonados
Neurastenia
Le spectre de la realité traverse ma pensée
Víctor Hugo
Huraño el bosque muge su rezongo,
y los ecos, llevando algún reproche,
hacen rodar su carrasqueño coche
y hablan la lengua de un extraño Congo.
Con la expresión estúpida de un hongo,
clavado en la ignorancia de la noche,
muere la Luna. El humo hace un fantoche
de pies de sátiro y sombrero oblongo.
¡Híncate! Voy a celebrar la misa.
Bajo la azul genuflexión de Urano
adoraré cual hostia tu camisa:
«¡Oh, tus botas, los guantes, el corpiño...!»
Tu seno expresará sobre mi mano
la metempsícosis de un astro niño.
Las Pascuas del tiempo
Amor sádico
Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo, el beso
de la repulsión nos unió un instante...
Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante,
ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.
Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,
huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!
Los peregrinos de piedra
Julio Herrera y Reissig (Montevideo, 1875-1910), Poesía completa y prosas, edición crítica de Angeles Estevez, coordinadora, ALLCA XX/Universidad de Costa Rica, 1998
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Ilustración: El beso, 1822, Théodore Géricault
¡Capo maestro! Gracias, Irene
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