Carta a William Carlos Williams
Querido Bill,
cuando indago el pasado para ti,
algunas veces pienso que eres como
San Francisco, cuya carne se separaba
de él como alegre nube
y se confundía con toda cosa amante
-burros, flores, leprosos, astros-,
pero pienso que te asemejas aún más
al hermano Enebro, que sufrió
todos los ultrajes y glorias
sonriendo como un tonto manso.
Tú estás en alguna parte en las Florecillas,
porque eres un tonto, Bill,
como el tonto de Yeats, símbolo
de toda sabiduría y belleza.
Eres tú quien se eleva frente
a Elena en toda su sabiduría,
a Salomón, en toda su gloria.
¿Recuerdas hace años cuando
te dije que eras el primer
gran poeta franciscano desde
el medioevo? Perturbé
el tranquilo curso de la cena;
tu mujer pensó que estaba loco.
Y en cambio es verdad. Y también eres "puro",
un auténtico clásico, aunque no lo grites
del todo como
las muchachas de la Antología.
No como la estridente Safo que,
con toda su grandeza, debió
haber sufrido de endometriosis,
sino como Anite, que dice
sólo lo necesario, lentamente, como para
recordarlo durante milenios.
Es una calma maravillosa
la tuya, una manera de conservar
todavía el mundo y sus
sucios ríos, y los tachos de desperdicios,
carretillas rojas esmaltadas de lluvia,
frías ciruelas robadas de la heladera,
y encajes de la reina Ana, y margaritas,
y brotes que revientan
en las calles fangosas, y vientres salpicados
con niños dentro, y Cortés
y Malinche sobre la sangrienta
calzada, muerte de las flores del mundo.
Hoy, cuando la prensa se tambalea
con charlatanes, que quedas quieto,
cada año un manojo de silencio,
poemas que no tienen nada que decir,
como el silencio de George Fox,
sentado tranquilo debajo de la nube
de todas las tentaciones del mundo,
cerca del fuego, en la cocina,
en el valle de Beavor. Y
el arquetipo, el silencio
de Cristo, cuando calló largamente,
y luego dijo: "Tú lo has dicho".
Ahora, en un poema reciente, tú dices:
"Yo que estoy por morir".
Quizá no es más que una cita
tomada de los clásicos, pero me produce
un estremecimiento. ¿Dónde
conseguiste eso, Williams?
Presta atención. Vendrá el día
en que una mujer joven caminará
a lo largo del diáfano río Williams,
por donde corre a través de un idílico
paisaje de Ninguna parte,
y les dirá a sus niños:
"¿No es hermoso? Se lo llama
con el nombre de aquél
que caminaba por aquí cuando lo llamaban
río Passaic, y estaba sucio
de venenosos excrementos
de enfermos y fábricas.
Era un gran hombre, sabía
que aun entonces era hermoso, aunque
ningún otro lo supiera, entonces,
en la Edad Oscura. Y el
hermoso río que él vio
todavía fluye en sus venas, como
lo hace en las nuestras, y fluye en nuestros ojos,
y fluye en el tiempo, y nos hace
parte de sí mismo y de él.
Esta, niños, es lo que se llama
una relación sacramental.
Y esto es lo que es
un poeta, niños, uno que crea
relaciones sacramentales
que duran para siempre".
Con afecto y admiración,
Kenneth Rexroth.
Kenneth Rexroth (South Bend, Indiana, 1905-Montecito, California, 1982), versión de Alberto Girri, Poesía norteamericana del siglo XX, selección de Mario Morales y Eugenio Lynch, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1970
A Letter to William Carlos Williams
Dear Bill,
When I search the past for you,
Sometimes I think you are like
St. Francis, whose flesh went out
Like a happy cloud from him,
And merged with every lover —
Donkeys, flowers, lepers, suns —
But I think you are more like
Brother Juniper, who suffered
All indignities and glories
Laughing like a gentle fool.
You’re in the Fioretti
Somewhere, for you’re a fool, Bill,
Like the Fool in Yeats, the term
Of all wisdom and beauty.
It’s you, stands over against
Helen in all her wisdom,
Solomon in all his glory.
Remember years ago, when
I told you you were the first
Great Franciscan poet since
The Middle Ages? I disturbed
The even tenor of dinner.
Your wife thought I was crazy.
It’s true, though. And you’re “pure,” too,
A real classic, though not loud
About it — a whole lot like
The girls of the Anthology.
Not like strident Sappho, who
For all her grandeur, must have
Had endometriosis,
But like Anyte, who says
Just enough, softly, for all
The thousands of years to remember.
It’s a wonderful quiet
You have, a way of keeping
Still about the world, and its
Dirty rivers, and garbage cans,
Red wheelbarrows glazed with rain,
Cold plums stolen from the icebox,
And Queen Anne’s lace, and day’s eyes,
And leaf buds bursting over
Muddy roads, and splotched bellies
With babies in them, and Cortes
And Malinche on the bloody
Causeway, the death of the flower world.
Nowadays, when the press reels
With chatterboxes, you keep still,
Each year a sheaf of stillness,
Poems that have nothing to say,
Like the stillness of George Fox,
Sitting still under the cloud
Of all the world’s temptation,
By the fire, in the kitchen,
In the Vale of Beavor. And
The archetype, the silence
Of Christ, when he paused a long
Time and then said, “Thou sayest it.”
Now in a recent poem you say,
“I who am about to die.”
Maybe this is just a tag
From the classics, but it sends
A shudder over me. Where
Do you get that stuff, Williams?
Look at here. The day will come
When a young woman will walk
By the lucid Williams River,
Where it flows through an idyllic
News from Nowhere sort of landscape,
And she will say to her children,
“Isn’t it beautiful? It
Is named after a man who
Walked here once when it was called
The Passaic, and was filthy
With the poisonous excrements
Of sick men and factories.
He was a great man. He knew
It was beautiful then, although
Nobody else did, back there
In the Dark Ages. And the
Beautiful river he saw
Still flows in his veins, as it
Does in ours, and flows in our eyes,
And flows in time, and makes us
Part of it, and part of him.
That, children, is what is called
A sacramental relationship.
And that is what a poet
Is, children, one who creates
Sacramental relationships
That last always.”
With love and admiration,
Kenneth Rexroth.
Bureau of Publics Secrets
Copy: New Directions, NY
Foto: William Carlos Williams (1883 - 1963), c. 1955, Answers.com/Hulton Archive/Getty Images
Querido Bill,
cuando indago el pasado para ti,
algunas veces pienso que eres como
San Francisco, cuya carne se separaba
de él como alegre nube
y se confundía con toda cosa amante
-burros, flores, leprosos, astros-,
pero pienso que te asemejas aún más
al hermano Enebro, que sufrió
todos los ultrajes y glorias
sonriendo como un tonto manso.
Tú estás en alguna parte en las Florecillas,
porque eres un tonto, Bill,
como el tonto de Yeats, símbolo
de toda sabiduría y belleza.
Eres tú quien se eleva frente
a Elena en toda su sabiduría,
a Salomón, en toda su gloria.
¿Recuerdas hace años cuando
te dije que eras el primer
gran poeta franciscano desde
el medioevo? Perturbé
el tranquilo curso de la cena;
tu mujer pensó que estaba loco.
Y en cambio es verdad. Y también eres "puro",
un auténtico clásico, aunque no lo grites
del todo como
las muchachas de la Antología.
No como la estridente Safo que,
con toda su grandeza, debió
haber sufrido de endometriosis,
sino como Anite, que dice
sólo lo necesario, lentamente, como para
recordarlo durante milenios.
Es una calma maravillosa
la tuya, una manera de conservar
todavía el mundo y sus
sucios ríos, y los tachos de desperdicios,
carretillas rojas esmaltadas de lluvia,
frías ciruelas robadas de la heladera,
y encajes de la reina Ana, y margaritas,
y brotes que revientan
en las calles fangosas, y vientres salpicados
con niños dentro, y Cortés
y Malinche sobre la sangrienta
calzada, muerte de las flores del mundo.
Hoy, cuando la prensa se tambalea
con charlatanes, que quedas quieto,
cada año un manojo de silencio,
poemas que no tienen nada que decir,
como el silencio de George Fox,
sentado tranquilo debajo de la nube
de todas las tentaciones del mundo,
cerca del fuego, en la cocina,
en el valle de Beavor. Y
el arquetipo, el silencio
de Cristo, cuando calló largamente,
y luego dijo: "Tú lo has dicho".
Ahora, en un poema reciente, tú dices:
"Yo que estoy por morir".
Quizá no es más que una cita
tomada de los clásicos, pero me produce
un estremecimiento. ¿Dónde
conseguiste eso, Williams?
Presta atención. Vendrá el día
en que una mujer joven caminará
a lo largo del diáfano río Williams,
por donde corre a través de un idílico
paisaje de Ninguna parte,
y les dirá a sus niños:
"¿No es hermoso? Se lo llama
con el nombre de aquél
que caminaba por aquí cuando lo llamaban
río Passaic, y estaba sucio
de venenosos excrementos
de enfermos y fábricas.
Era un gran hombre, sabía
que aun entonces era hermoso, aunque
ningún otro lo supiera, entonces,
en la Edad Oscura. Y el
hermoso río que él vio
todavía fluye en sus venas, como
lo hace en las nuestras, y fluye en nuestros ojos,
y fluye en el tiempo, y nos hace
parte de sí mismo y de él.
Esta, niños, es lo que se llama
una relación sacramental.
Y esto es lo que es
un poeta, niños, uno que crea
relaciones sacramentales
que duran para siempre".
Con afecto y admiración,
Kenneth Rexroth.
Kenneth Rexroth (South Bend, Indiana, 1905-Montecito, California, 1982), versión de Alberto Girri, Poesía norteamericana del siglo XX, selección de Mario Morales y Eugenio Lynch, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1970
A Letter to William Carlos Williams
Dear Bill,
When I search the past for you,
Sometimes I think you are like
St. Francis, whose flesh went out
Like a happy cloud from him,
And merged with every lover —
Donkeys, flowers, lepers, suns —
But I think you are more like
Brother Juniper, who suffered
All indignities and glories
Laughing like a gentle fool.
You’re in the Fioretti
Somewhere, for you’re a fool, Bill,
Like the Fool in Yeats, the term
Of all wisdom and beauty.
It’s you, stands over against
Helen in all her wisdom,
Solomon in all his glory.
Remember years ago, when
I told you you were the first
Great Franciscan poet since
The Middle Ages? I disturbed
The even tenor of dinner.
Your wife thought I was crazy.
It’s true, though. And you’re “pure,” too,
A real classic, though not loud
About it — a whole lot like
The girls of the Anthology.
Not like strident Sappho, who
For all her grandeur, must have
Had endometriosis,
But like Anyte, who says
Just enough, softly, for all
The thousands of years to remember.
It’s a wonderful quiet
You have, a way of keeping
Still about the world, and its
Dirty rivers, and garbage cans,
Red wheelbarrows glazed with rain,
Cold plums stolen from the icebox,
And Queen Anne’s lace, and day’s eyes,
And leaf buds bursting over
Muddy roads, and splotched bellies
With babies in them, and Cortes
And Malinche on the bloody
Causeway, the death of the flower world.
Nowadays, when the press reels
With chatterboxes, you keep still,
Each year a sheaf of stillness,
Poems that have nothing to say,
Like the stillness of George Fox,
Sitting still under the cloud
Of all the world’s temptation,
By the fire, in the kitchen,
In the Vale of Beavor. And
The archetype, the silence
Of Christ, when he paused a long
Time and then said, “Thou sayest it.”
Now in a recent poem you say,
“I who am about to die.”
Maybe this is just a tag
From the classics, but it sends
A shudder over me. Where
Do you get that stuff, Williams?
Look at here. The day will come
When a young woman will walk
By the lucid Williams River,
Where it flows through an idyllic
News from Nowhere sort of landscape,
And she will say to her children,
“Isn’t it beautiful? It
Is named after a man who
Walked here once when it was called
The Passaic, and was filthy
With the poisonous excrements
Of sick men and factories.
He was a great man. He knew
It was beautiful then, although
Nobody else did, back there
In the Dark Ages. And the
Beautiful river he saw
Still flows in his veins, as it
Does in ours, and flows in our eyes,
And flows in time, and makes us
Part of it, and part of him.
That, children, is what is called
A sacramental relationship.
And that is what a poet
Is, children, one who creates
Sacramental relationships
That last always.”
With love and admiration,
Kenneth Rexroth.
Bureau of Publics Secrets
Copy: New Directions, NY
Foto: William Carlos Williams (1883 - 1963), c. 1955, Answers.com/Hulton Archive/Getty Images
cuánto me gusta lo que dice...
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