Oda a los muertos de la Confederación
Fila tras fila con estricta impunidad
Las lápidas abandonan sus nombres a los elementos,
El viento zumba sin recuerdos,
En las hendidas zanjas las anchas hojas
Se amontonan, casual sacramento de la naturaleza
Para la estacional eternidad de la muerte,
Y luego, arrastradas a su tarea en el vasto aliento
Por el feroz escrutinio del cielo,
Susurran el rumor de la mortalidad.
Otoño es la desolación en el campo
De mil acres donde crecen estas memorias
De los inagotables cuerpos que no están muertos,
Sino que nutren filas tras filas de rica hierba.
¡Piensa en los otoños que fueron!
El ambicioso noviembre con los humores del año,
Con un celo particular por cada losa,
Mancilla los ángeles que se pudren.
Sobre las losas, aquí un ala quebrada, allí un brazo:
La brutal curiosidad de la mirada de un ángel
Te convierte, como ellos, en piedra,
Transforma el aire denso,
Hasta que sumergido en el más pesado mundo de abajo
Desvías ciegamente tu espacio marino
Virando, dando vueltas como un cangrejo ciego.
Aturdidas por el viento, sólo por el viento,
Volando, las hojas se sumergen.
Tú, que esperaste junto al muro, conoces
La sombría tristeza de un animal; conoces
Esas nocturnas restituciones de la sangre,
Los implacables pinos, el humeante friso
Del cielo, la llamada súbita; conoces la furia,
El frío charco que dejó la marea alta,
De enmudecidos Zenón y Parménides.
Tú que esperaste la enojosa resolución
De los deseos que mañana debieran ser tuyos,
Conoces la mezquina absolución de la muerte
Y alabas la arrogante circunstancia
De los que caen
Fila tras fila, afanados más allá de la decisión;
Aquí, junto a un portal que se cae, detenidos por el muro.
Viendo, viendo solamente las hojas
Volar, sumergirse y expirar.
Vuelve tus ojos al excesivo pasado,
Hacia la inescrutable infantería levantando
Demonios de la tierra; no perdurarán
Stonewall, Stonewall y los hundidos campos de cáñamo.
Shiloh, Antietam, Malvern, Hill, Bull Run.
Perdidos en ese amanecer turbulento
Maldecirán el son poniente.
Maldiciendo sólo las hojas que gimen
Como un anciano en la tormenta.
Oyes los gritos, los locos abetos señalando
Con los apenados dedos hacia el silencio
Que te asfixia, momia, con el tiempo.
La perra de caza, sin dientes,
Y moribunda, en un enmohecido sótano
Oye solamente el viento.
Ahora que la sal de su sangre
Endurece el más salado olvido del mar,
Y clausura la maligna pureza de la marea,
Nosotros, que contamos nuestros días e inclinamos
Las cabezas con conmemorativa pena
Ante las condecoradas guerreras de torva dicha,
¿Qué diremos de los sucios huesos
Cuyo verdoso anonimato irá creciendo,
Y de los desgarrados brazos, las desgarradas cabezas
Perdidos en estos acres de insano verde?
Las grises, flacas arañas vienen y se van;
En una maraña de sauces sin luz
El chillido singular y cerrado de la lechuza
Siembra en la mente un verso invisible
Con el furioso murmullo de su caballería.
Diremos solamente que las hojas
Vuelan, se sumergen y expiran.
Diremos solamente: las hojas susurran
En la improbable niebla del anochecer
Que vuela en múltiples alas;
La noche es el principio y el fin,
Y en el medio, los fines de la locura
Esperan una muda especulación, la pasiva blasfemia
Que apedrea los ojos, o que salta como un jaguar
Sobre su propia imagen, su víctima reflejada en una charcha de la selva.
¿Qué diremos nosotros que hemos llevado el conocimiento
al corazón? ¿Llevaremos el acto
Hasta la tumba? ¿Con mayor esperanza
Elegiremos la tumba en la casa? ¿La tumba voraz?
Deja ahora
El cerrado portal y el ruinoso muro:
La benévola serpiente, verde en la morera,
Alborota con su lengua la quietud;
¡Centinela en la tumba que nos abarca a todos!
Allen Tate (Winchester, 1899-Nashville, 1979), versión de Alberto Girri y W. Shand, Poesía norteamericana del siglo XX, selección de Mario Morales y Eugenio Lynch, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1970
Ode to Confederate Dead
Row after row with strict impunity
The headstones yield their names to the element,
The wind whirrs without recollection;
In the riven troughs the splayed leaves
Pile up, of nature the casual sacrament
To the seasonal eternity of death;
Then driven by the fierce scrutiny
Of heaven to their election in the vast breath,
They sough the rumour of mortality.
Autumn is desolation in the plot
Of a thousand acres where these memories grow
From the inexhaustible bodies that are not
Dead, but feed the grass row after rich row.
Think of the autumns that have come and gone!--
Ambitious November with the humors of the year,
With a particular zeal for every slab,
Staining the uncomfortable angels that rot
On the slabs, a wing chipped here, an arm there:
The brute curiosity of an angel's stare
Turns you, like them, to stone,
Transforms the heaving air
Till plunged to a heavier world below
You shift your sea-space blindly
Heaving, turning like the blind crab.
Dazed by the wind, only the wind
The leaves flying, plunge
You know who have waited by the wall
The twilight certainty of an animal,
Those midnight restitutions of the blood
You know--the immitigable pines, the smoky frieze
Of the sky, the sudden call: you know the rage,
The cold pool left by the mounting flood,
Of muted Zeno and Parmenides.
You who have waited for the angry resolution
Of those desires that should be yours tomorrow,
You know the unimportant shrift of death
And praise the vision
And praise the arrogant circumstance
Of those who fall
Rank upon rank, hurried beyond decision--
Here by the sagging gate, stopped by the wall.
Seeing, seeing only the leaves
Flying, plunge and expire
Turn your eyes to the immoderate past,
Turn to the inscrutable infantry rising
Demons out of the earth--they will not last.
Stonewall, Stonewall, and the sunken fields of hemp,
Shiloh, Antietam, Malvern Hill, Bull Run.
Lost in that orient of the thick-and-fast
You will curse the setting sun.
Cursing only the leaves crying
Like an old man in a storm
You hear the shout, the crazy hemlocks point
With troubled fingers to the silence which
Smothers you, a mummy, in time.
The hound bitch
Toothless and dying, in a musty cellar
Hears the wind only.
Now that the salt of their blood
Stiffens the saltier oblivion of the sea,
Seals the malignant purity of the flood,
What shall we who count our days and bow
Our heads with a commemorial woe
In the ribboned coats of grim felicity,
What shall we say of the bones, unclean,
Whose verdurous anonymity will grow?
The ragged arms, the ragged heads and eyes
Lost in these acres of the insane green?
The gray lean spiders come, they come and go;
In a tangle of willows without light
The singular screech-owl's tight
Invisible lyric seeds the mind
With the furious murmur of their chivalry.
We shall say only the leaves
Flying, plunge and expire
We shall say only the leaves whispering
In the improbable mist of nightfall
That flies on multiple wing;
Night is the beginning and the end
And in between the ends of distraction
Waits mute speculation, the patient curse
That stones the eyes, or like the jaguar leaps
For his own image in a jungle pool, his victim.
What shall we say who have knowledge
Carried to the heart? Shall we take the act
To the grave? Shall we, more hopeful, set up the grave
In the house? The ravenous grave?
Leave now
The shut gate and the decomposing wall:
The gentle serpent, green in the mulberry bush,
Riots with his tongue through the hush--
Sentinel of the grave who counts us all!
[1927/1937]
Poets Org.
Ilustración: Asalto de las tropas de la Unión al puente de Burnside, en la batalla de Antietam, Maryland, 1862, dibujo de Edwin Forbes
Increíble poema de Allen Tate. Me encantó la selección. Saludos.
ResponderBorrarExcelente y terrible poema de Allen Tate. Reitero mis felicitaciones al Blog, también excelente. Saludos. Amalia M. Abaria
ResponderBorrarGrandioso, nunca creí leer este maravilloso poema de Allan Tate, gracias!
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