Dejala ir, no se te ocurra
untar la herida, desinfectarla
con pomadas y teóricos plumajes,
ni lavar con meadas evangélicas
el flujo salvaje de su nadie,
ese que raspa, muerde tu nirvana.
*
Dejala ir, no la conjugues
en el sibil sin aire de tu mímesis,
¡ese orden que la matrícula pondera!
Es vozarrón, oxígeno de pampa,
simún en tu temblor en cautiverio,
¡esa matriz de muerte que nos urge!
*
Dejala ir, aunque chueca, medio tarta,
se manca tribunera vayejiana
en albores sin madre de la imagen.
Va donde no va, su espuma
cavila en los suburbios de la mente
sin dios, sin aire, sola con su tripa
va donde no va el fajo misionero.
*
Dejala ir, no siempre es gentil
su manar de borrasca, su dación
de pavor sopleteando en el cerebro.
Sus minúsculas lidian entre sí,
buscan el palo mayor, la constancia
de fazer entreveros de limpieza.
*
Dejala ir, la oscuridá,
el quieto baldosón de las palabras,
sin sonido, sin pose de oración
o anatema, sin discurso
de ménades piafantes, sin herida
donde saciar sus venas invisibles,
quebranto de no ser de la materia.
Luis O. Tedesco (Buenos Aires, 1941)
Cartografías y
Ediciones La Yunta,
Buenos Aires, 2024
Más poemas de Luis O. Tedesco en Otra Iglesia Es Imposible, La Pecera, Luvina, El Poeta Ocasional, Arcoiris TV
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