Un pobre cristiano observa el ghetto
Las abejas construyen alrededor del hígado rojo,
Las hormigas construyen alrededor del hueso negro,
Comienza el despedazamiento, el pisoteo de las sedas,
Comienza la ruptura del vidrio, de la madera, del cobre, del
níquel, de la plata, de las espumas
Del yeso, de la hojalata, de las cuerdas, de las trompetas,
de las hojas, de las bolas, de los cristales —
¡Tric! El fuego fosforescente de las paredes amarillas
Traga el pelo humano y animal.
Las abejas construyen alrededor del panal de los pulmones,
Las hormigas construyen alrededor del hueso blanco,
Se despedaza el papel, el caucho, el lienzo, el cuero, el lino,
Las fibras, las materias, la celulosa, el cabello, la piel de
serpiente, los alambres,
En las llamas se derrumban el techo y la pared, el ardor
abraza los cimientos.
Ya sólo queda la tierra arenosa, pisoteada, con un árbol
Sin hojas.
Lentamente, perforando un túnel, avanza el topo guardián
Con una pequeña lámpara enganchada en su frente.
Toca los cuerpos enterrados, los cuenta, sigue avanzando,
Distingue la ceniza humana por su vapor irisado,
La ceniza de cada hombre por su color distinto en el arco
iris.
Las abejas construyen alrededor de la huella roja,
Las hormigas construyen alrededor del sitio que quedó de
mi cuerpo.
Tengo miedo, tengo tanto miedo del topo guardián.
Sus párpados están hinchados como los de un patriarca
Que se sentaba a menudo a la luz de las velas
Leyendo el gran libro de la especie.
A él ¿qué le diré yo, judío del Nuevo Testamento,
Que desde hace dos mil años estoy esperando el regreso
...de Jesús?
Mi cuerpo roto me entregará a su mirada
Y él me contará entre los ayudantes de la muerte:
Los incircuncisos
No más
Debo decir algún día cómo cambié
De opinión sobre la poesía y cómo sucedió
Que hoy día me considero uno de los innumerables
Mercaderes y artesanos del Imperio del Japón
Que componen poemas sobre el florecer de los guindos,
Sobre los crisantemos y la luna llena.
Si yo pudiera describir cómo las cortesanas de Venecia
En el patio con un mimbre excitan a un pavo real,
Y sacar de la tela de seda, de la faja de perlas
Sus senos pesados y la huella rojiza
Que la abrochadura del vestido marcó sobre su vientre,
Así por lo menos como lo ha visto el capitán de los
galeones
Que llegaron aquella mañana con una carga de oro;
Y si a la vez pudiera yo sus pobres huesos
En el cementerio, donde el mar grasiento lame al portón,
Encerrar en una palabra más duradera que su último peine
Que en el humus bajo la losa, solo, espera la luz,
Entonces no perdería la esperanza. De la materia resistente
¿Qué es lo que se puede recoger? Nada, a lo sumo la
hermosura.
Y tiene que bastarnos entonces con las flores de los guindos
Y con los crisantemos y con la luna llena.
1957, Montgeron
Czesław Milosz (Szetejnie, Lituania, 1911-Cracovia, Polonia, 2004), Czeslaw Milosz, selección, traducción y nota introductoria de Jan Zych, Material de Lectura n° 108, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2011
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Foto: Newsweek Polonia
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