No hay ninguna sílaba perdida en el viento.
No se ha perdido ningún fonema o morfema,
palabras de difícil definición
utilizadas con precisión por los lingüistas.
Hay en cambio, en el soterrado vidrio
de los rechazos deseados, una forma de daga
que no alcanza las bocas.
Eso está adentro: entre las vísceras,
como un mecate mojado de lo que no debiera,
como una reptante profecía
nunca del todo desprendida de los labios demiurgos.
El interior es oscuro, la superficie es oscura:
lame la sombra el verbo y se desploma el tiempo.
No hay sílabas extraviadas; hay formas bullentes
en el pausado interior de las fisiologías,
lentas siluetas de hervor, cadencias llamadas
pasiones, símbolos de arrasamiento, corolas
de inmensidad para la frente de los niños
de cien brazos. Hay una sospecha
de que la guerra de los gigantes va a comenzar
en la nueva edición, la ansiada
por los magnates y los sacerdotes en sus elevaciones
y en sus trajes magnéticos y en sus labios de papel.
David Huerta (Ciudad de México, 1949 - 2022), Revista de la Universidad de México, noviembre de 2015
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Foto: Cuarto Oscuro/Infobae
Nada se pierde en el viento. Todo está. Cae sobre algunos, otros esperamos una coma, mucho una palabra hermosa. Ésta poesía lo dice. Creo que me interpreta. Nadie conoce a nadie.
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