Me pasé el otoño aprendiendo sobre el otoño,
que su inequívoca confusión sobre lo que era
era lo que hacía que existiera. Lo mismo que Bélgica.
Fue el primer estado post-nacional; las guerras
tenían lugar aquí para ser peleadas, cansarse y seguir viaje.
Las encuestas mostraron que la mayoría de los belgas
habría preferido ser de alguna otra parte:
en realidad esto era el hogar, pensé, aún con mayor razón
porque el hogar había sido el desagüe de mi conciencia,
me había quitado un poco más de mí cada año.
Llegué a eso de manera lateral, así como se sube a un bus en movimiento;
Descubrí que el mundo era un pueblo, o
en todo caso viceversa. Pronto aprendí
a mantener la boca cerrada en dos lenguas;
llamaba a casa desde teléfonos langosta
bajo una lluvia de bombines. Los trenes circulaban puntuales,
viajando microdistancias en décadas.
Al cabo de un rato yo encajaba, viéndome fuera de lugar,
barrido por una marea de encaje de cortinado larga como una calle.
La forma de que nada pasa
El polvo conoce los lugares que hemos olvidado, o que nunca vemos,
delimitando los márgenes de nuestro mundo: la pintura cuarteada
del alféizar de la ventana, el borde trabajado del marco de una puerta,
las molduras de friso, los zócalos, sofocando los enfáticos
rincones de nuestras vidas. Llena espacio detrás del sofá,
ese pequeño vacío interno que significa perder y olvidar,
o volver a encontrar. Es sinónimo de cosas
que sobreviven a su necesidad; para nosotros sobrevivir afanosamente
a la nuestra – partículas que bailan lentas en un haz de luz
derramando el exceso que cada día renovamos.
Su pequeñez es una proeza de la escala, pero no puede desaparecer.
Es la forma de la nada, la forma de que nada pasa,
y de la imposibilidad de la nada; materia que no se preocupa
por intentar no ser, y sin embargo es; recordándonos
que no hay absolutos, que todo se clasifica en la escala,
que todo es gradual, perecedero e indeciso.
* N. del T.: El concepto de "belgitud" se utiliza para expresar la dificultad de los belgas para definirse como tales en razón de su pertenencia al grupo flamenco o walón.
Patrick McGuinness (Túnez, 1968), Poesía galesa contemporánea, traducción y prólogo de Jorge Fondebrider, Pedro Serrano y Verónica Zondek. Con con Luciana Cordo Russo y Rhiannon Gwyn, inédito
Versiones de Jorge Fondebrider
Otra Iglesia Es Imposible - Patrick McGuinness - Wales Literature Exchange - Poem Hunter - Poetry Foundation - Poetry International - London Review of Books
Foto: Patrick McGuinness
Belgitude
I spent autumn learning about autumn,
that its unmistakeable confusion about what it was
was what made it what it was. So with Belgium.
It was the first post-national state; wars
came here to be fought, got tired and moved on.
Surveys showed that most Belgians questioned
would have preferred to be from somewhere else:
truly this was home, I thought, all the more
so as home had been a drain on my awareness,
took a little more of me away from me each year.
I came to it side-on, as one climbs into a moving bus;
discovered the world was a small town, or
at any rate vice versa. Soon I learned
to keep my mouth shut in two languages;
I called home on lobster telephones
in a hail of bowler hats. Trains ran on time,
travelling micro-distances in decades.
After a while I fitted in, by looking out of place,
swept into a street-long tidal wave of curtain lace.
The Shape of Nothing Happening
Dust knows the places we have forgotten, or we never see,
marking out the margins of our world: the window ledge’s
cracked paint, the bevelled edges of a door frame,
the dado rails, the skirting boards, stifling the emphatic
corners of our lives. It fills the gulf behind the sofa,
that small domestic void that stands for losing and forgetting,
or for finding once again. It stands for things
that outlive their necessity; for us busily outliving
ours – particles slow dancing in a shaft of light
shedding the excess that each day we renew.
Its tininess is a feat of scale, but it cannot disappear.
It is the shape of nothing, the shape of nothing happening,
and of nothing’s impossibility; matter worrying away
at trying not to be, and being all the while; reminding us
there are no absolutes, that all is graded on the scale,
that all is incremental, deciduous, and undecided.
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