martes, agosto 08, 2023

Osvaldo Picardo / Tres poemas de "Nadar en el tiempo"





Según los papeles del viejo poeta Antonio J. Orbe
con edición, notas y versiones del original
por el no tan joven poeta Osvaldo Picardo


La luz de otoño no llega igual entre las nubes

El verano en su apuro olvida, atrás,
días de playa. Entierra un arito, monedas,
botellas sin mensaje.

Aún podés nadar y secarte al sol tibio.

Si mirás bien al fondo, cuando se retira el mar
las rocas y las hoyas brillan
descubriendo un nuevo tesoro.
No lo creerías.
Tanto baja la marea que un paisaje fósil
emerge de millones de años.

Otras muchas historias cuentan los buzos:
en la restinga, entre meros y barcos hundidos
tapizados de anémonas y algas esmeraldas
han visto lo que nadie conocía.
Callan como el viejo marinero.

El mar del otoño, tiene muchos días como estos.
Uno mira alrededor y se pregunta
qué es lo que querés que vuelva.


La tarde no es tan vieja para no arder
una vez más

Como de la ventana de Le Gras, miramos
los techos: El atardecer antiguo.
Ninguno es igual a otro.

Al joven ciprés, algo inclinado,
lo ocupa una pareja de loros.
La pasionaria entre la hiedra
trepa contra el alambrado de las vías.

¿Sabés? Se llama “mburucuyá” en guaraní.
Lo sabés. Una vez, descubriste la flor imposible
y en los zarcillos mil orugas peludas.
Sí, mil mariposas a los pocos días.

La luz ya cae al fondo.
Por la pared del oeste, dos frondas se encienden,
una es el jacarandá y la otra, el ceibo.
Bajo la sombra cuelga una hamaca.
Un poco más allá, la cancha de fútbol.

La duración de la puesta de sol
depende de un lugar en el mundo,
un punto de apoyo.
Antiguo ardor de la tarde
sobre los techos de la memoria.

Nota del Traductor:

La ventana de Le Gras es una referencia a Point de vue du Gras, tal
vez la fotografía más antigua que se conserva. La toma de Joseph Nicéphore
Niépce es en junio de 1826 desde la ventana de su casa, duró unas ocho
horas, de ahí que Orbe lo asocie con el atardecer y la duración. El poema
también menciona en guaraní el “mburucuyá” o pasionaria, una planta
trepadora, propia de Sudamérica y Centroamérica de la que proviene el
fruto maracuyá. Por eso supuse que el poema debe ser anterior a la obra
escrita en África. Probablemente escribió el poema en Paraguay donde
pudo haber aprendido el guaraní y conocido la poesía de Manuel Ortiz
Guerrero, cuyo libro con prólogo de Roa Bastos y anotaciones marginales
de Orbe, consta –como ya dije– en la B.M. [Biblioteca McMillan]


Un olor de hace millones de años
y una palabra árabe

El perfume de las flores del naranjo se hospeda
en el mismo nombre que la flor.

Azahar huele a flores con música árabe.

¿Cómo se dice cuando el viento arrastra
nubes de pétalos y el aroma de los naranjos
se enreda al pelo húmedo
de una mujer que sonríe?

Escuché que las costumbres de las flores
no cambiaron en los últimos millones de años.

Me tranquiliza
la fósil costumbre que perfuma nuestro silencio.

Oavaldo Picardo (Mar del Plata, Argentina, 1955)

Nadar en el tiempo
Una invención apócrifa,
Paradiso,
Buenos Aires, 2023









2 comentarios:

  1. Bellos poemas, el olor … una delicia!

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  2. Bravo Osvaldo. que es lo qué querés que vuelva!

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