lunes, abril 17, 2023

Diego Muzzio / Ciertas observaciones en un jardín



He olvidado lo que alguna vez supe sobre los árboles
pero podría pasar mi vida pintándolos, aunque
mis manos torpes apenas sirven para trazar
una y otra vez las negras líneas de ciertas palabras
o para recoletar cerezas dispersas sobre una tierra
al otro lado del océano. Adramandoni, ese es el nombre
que los ángeles confiaron a Swedenborg en sueños:
Jardín del Edén. Puedo imaginar el árbol,
el hombre y la mujer y también a la serpiente
pero no a Dios. ¿Sería sólo una voz? ¿Un elefante?
¿O aparecería de pronto entre las ramas
como el gato de Chesire, para desaparecer luego
dejando entre las hojas una fantasmal
hilera de dientes, algunas palabras misteriosas?
Un perro no está loco. Regreso a las cerezas.
Los árboles navegan en la luz, pero al declinar la tarde
yacen de nuevo inmóviles como trampolines verticales.
No hay niños riendo bajo las hojas. 
O sólo hay uno: él carga su jardín portátil en la memoria
y, atravesando años de olvido, aparece bajo un limonero
para recordarme la importancia de cualquier jardín.

Diego Muzzio (Buenos Aires, 1969), Los lugares donde dormimos, Editorial Llantén, Buenos Aires, 2020


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