Cuando en la tarde muda y solitaria
por el bosque transito,
me parece que es templo el que visito.
En aire, en roca, en suelo,
oigo como una mística plegaria,
y un insaciable anhelo de infinito
punza mi humano anhelo;
himnos que nadie ha escrito,
visiones, ¡ay!, de imaginado cielo.
Y marcho y marcho. Y con devota calma
penetro en la espesura,
buscando altares en la sombra oscura.
¡Cuán se exalta la mente,
cuán se conmueve y se deleita el alma!
Y la enérgica brisa de la altura,
al golpear en mi frente,
en los pinos murmura,
y suena y canta religiosamente.
Aires salubres, místicos cantares,
vuestros gratos sonidos
traen música extraña a mis oídos.
Este templo sin muros,
este culto sin Dios y sin altares,
atraen con más fuerza los sentidos;
y en sus antros oscuros,
y en sus ecos perdidos,
Dios, hombre y creación, se ven más puros.
Guillermo Matta (Copiapó, Chile, 1829-Santiago de Chile, 1899), Nuevas poesías. Tomo segundo, F.A. Brockhaus, Leipzig, 1887
Foto: Retrato de Guillermo Matta, Establecimiento Fotográfico Dn. Juan de Dios, Santiago de Chile, hacia 1873 Biblioteca Nacional de Chile
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