Tus pantuflas raídas Wystan Hugh Auden
Vienen de las anchas
avenidas del hielo, de tierras
de sideral blancura
de barrancas con visionarios interiores
que te llevaron a atesorar
la capacidad maldita
de amar hasta animarte
a enfrentar a la especie humana
sin que lo merecieras.
La intensidad de los surcos
de tu rostro también ejecutó
la música profética
porque repitió la partitura
en otro lugar,
como cuando gritaste
solemnemente tu poesía
contra todas
y cada una de las convenciones.
Mientras tu calzado gastado
le recordaba a Inglaterra
en un programa de la B.B.C.
que sería necesario cantar
un blues en tu funeral
y atar “una cinta negra en cada paloma” …
La tibieza que late
en la ternura terrible de tu mirada
ha sido la prueba fehaciente
de tu desacuerdo
con el mundo, Wystan Auden:
tu camino infatigable
hacia las fuerzas arcaicas
que están en los nombres
de inmemorial energía
con la que contrarrestar
el torrente de crímenes
y acciones verbales
con que la vida es insistentemente herida.
La hímnica libertad
que aparecía por instantes
y se empecinaba
en hacerte escapar
hacia la canción de amor
por Alfred Prufrock de Thomas Eliot
hasta que fueras
una escalera breve
de madera sobre el fieltro raído
de tu calzado con cuadrados negros y blancos
como los del tablero de ajedrez.
Porque tus pies rozaron el pasto
para modular amorosamente
la materia después,
cuando te sustrajeras a las miradas
de quienes no escribirían
ninguna plegaria encendida:
tu coloquio empuñado
con esquirlas de tierra humillada
donde acariciarías
el dolor de la voz
a contracorriente de la violencia
que locamente se acuna
en los mares empastados por la brea
que arrojan las máquinas
de una multitud de barcos
portadores del desperdicio sobre la espuma
el ruido brutal y la guerra,
portadores de la codicia
que hay en las aguas impuras
de la fe….
Disípanos
en el aliento preciso
de tus imágenes
Wystan Auden.
Baja para nosotros
de nuevo los ojos
hacia los lados
solitario y perplejo;
llora por nosotros
compadécete de nuevo
como el excelso presbítero
ateo que supiste ser…
Desnúdate ante las formas
de nuestro coraje escaso
ahora, cuando apenas sabemos
pulir el cubo
en que se transforma
el cielo de belleza
que hay en tus poemas, cada vez…
Carenaje
Todavía perdura el vaivén
de la pena en la suspensión
de un par alado de plumas
con su más allá
de herrumbre en medio del rugido
de la tempestad y las faenas…
Sobre el encaje de la espuma
una bahía deja ver la vela antigua
de un barco despojado de hybris
para el rey del río:
su sed extinta
entre mástiles que perfilan
el acantilado que va desde el Paraná
hasta los arrecifes de coral
en Trinidad donde habrá de nacer
la música del rocío
entre garzas blancas
que sobrevuelan la ribera.
Mientras una hilera de árboles
nombra "el fruto oscuro"
y descubre los frotamientos dulces
del fuego: las cenizas de la voz
que al cuaderno traen
el recuerdo de la sintonía
del ancla con las caracolas.
Solía escucharlos hablar
el idioma de las casuarinas
a propósito de la cercanía del mar
en las mañanas…
Claudia Caisso (Rosario, Argentina, 1957-2022)
Barnacle,
Buenos Aires, 2022
Editorial Barnacle - El Poeta Ocasional - Semana de las Letras y la Lectura - La Pecera - Poetas Argentinos - Sonidos de Rosario - Héctor Berenguer/YouTube
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