miércoles, diciembre 04, 2019

Santiago Venturini / Kurt Vonnegut













El sol de un parque con hamacas
me hizo cerrar los ojos
y cuando los abrí tenía
treinta años.
Estoy y me voy,
así todo el tiempo.
¿Les sirvo un poco más?
pregunta mamá en la mesa
de un año indeterminado.
Sí, le digo,
y con su voz que se borró
responde:
¿no ves que no hay platos?
En esta mesa nadie come
porque ya todos comimos.

Me despierto en una pieza
que no es mía
y se me mezclan
las de las épocas,
las marcas de televisores,
las caras de los hermanos.
Esta semana
en la pista de una tienda
llena de medias y bombachas
empecé a mover los hombros
al ritmo de la música que escuché
en un Fiat del 92.
Salí bailando de la tienda
bajé bailando del auto,
el aire libre ordenó mi sinapsis
y me paré a mirar a esos chicos
que pavean en las peatonales.
Los vi a la vez
jóvenes y viejos
mutando como experimentos
genéticos:
un día con dientes de leche
otro día masturbándose en sus camas
otro día abrazando a sus novias
de pueblo.
Y los vi más lejos todavía.
Una noche en el salón
de una fiesta.
Tienen panza y piensan
que ya saben todo.
Entonces aparezco yo,
un mozo viejo que les alcanza
un vasito
y les dice:
tómense otro trago, chicos,
porque esto va a ser largo.

Santiago Venturini (Esperanza, Argentina, 1981)

Un año sentimental,
Caleta Olivia,
Buenos Aires, 2019










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Foto: La Canción del País

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