Base. Llovizna. Izan dos niños
su estandarte en la terminal de bus:
yo y Ross Mudie vamos solos
a Hilltown por primera vez.
Pondero mi poder adquisitivo:
chelines, florines con reyes calvos,
frío blasón de media corona, tres peniques
como dientes que en mi bolsillo juntos mastican.
Pienso comprar comics,
dulces y trucos.
No obstante, como de costumbre, me afligen
los procedimientos, el protocolo del viaje,
y repito a Ross las mismas preguntas:
dónde sentarnos, cuándo tocar la campana,
o si tenemos suficiente dinero;
susurro, ¿estás seguro? ¿Estás seguro?
No soy consciente del escaso bien que esto me hará;
el bus nos abandonará en otras tierras
con calles erradas que de pronto olvidan
sus nombres en los cruces o alguna construcción
y donde nadie habrá oído de los dulces que buscamos
y en el mostrador el hombre hará caer nuestras monedas
y le dirá a su esposa que venga, que venga a verlas
y si volvemos a casa alguna vez, el bus
penetrará en sus calcinadas ruinas
y entraremos al mundo por donde nos fuimos
solo que nuestra voz suena extraña y las casas se han desvanecido
y la lluvia sabe a sorbete y olas negras se extienden
lentamente al pie de Macalpine Road
y nuestras madres y hermanas llevan cincuenta años muertas.
Don Paterson (Dundee, Escocia, Reino Unido, 1963), God’s Gift to Women, Faber, Londres 1997
Trad. de Carlos Llaza
Don Paterson - Scottish Poetry Library - Círculo de Poesía - Segunda Voz - Caína Bella
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Foto: Alchetron
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