lunes, enero 28, 2019

Francisco de Quevedo / A un amigo que retirado de la corte pasó su edad













Dichoso tú, que alegre en tu cabaña,
mozo y viejo espiraste la aura pura,
y te sirven de cuna y sepultura,
de paja el techo, el suelo de espadaña.

En esa soledad que libre baña
callado Sol con lumbre más segura,
la vida al día más espacio dura,
y la hora sin voz te desengaña.

No cuentas por los Cónsules los años;
hacen tu calendario tus cosechas;
pisas todo tu mundo sin engaños.

De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios ni padeces daños,
y te dilatas cuanto más te estrechas.

Francisco de Quevedo (Madrid, 1580-Torre de San Juan Abad, Villanueva de los Infantes, España, 1645), Poesías escogidas de don Francisco de Quevedo Villegas, tomo IV, Imprenta de Villalpando, Madrid, 1798
Envío de Jonio González

Imagen: Retrato de Quevedo, siglo XVII © Biblioteca Nacional de España España es Cultura

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