Un brazo con tatuajes de oro se desliza
Desde lo alto de los árboles y toca
Suavemente en las ramas. Las hojas y las flores
Se abrazan y se entienden. Y yo vi a la culebra
Deslizarse en la quieta dulzura del crepúsculo.
Diana sobre el estanque se inclina y se enmascara
Un zapato de seda corre a través del claro
Como una voz del cielo que se une al horizonte.
Las barcas de la noche se aprestan a partir.
Otros se sentarán en la silla de hierro.
Otros esto verán cuando yo ya no esté.
La luz se olvidará de aquellos que la amaron.
No habrá ningún llamado que alumbre nuestros rostros.
No habrá ningún sollozo que hiera nuestro amor.
Nuestras ventanas estarán cerradas.
Una pareja de extranjeros
Recorrerá la calle gris.
Las voces,
Cantarán otras voces, llorarán otros ojos
En una casa nueva.
Todo será gastado y todo perdonado,
La pena será extraña y el bosque será nuevo,
Y hasta quizás un día, para amigos recientes,
Dios tendrá esa alegría que ayer nos prometió.
Léon-Paul Fargue (París, 1876-1947), Poetas franceses contemporáneos, Ediciones Librerías Fausto, Buenos Aires, 1974
Traducción de Raúl Gustavo Aguirre
Envío de Jonio González
Ref.:
Errata Naturae
El Encanto de las Catacumbas
Poetas Siglo XXI
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