Una vez hubo un solo pez. No tenía ningún
recuerdo. Murió pronto.
Después hubo dos peces. Se peleaban. Se les llegó
a dar muy bien.
En otra parte, tres peces. Tres peces
bastaban: podían nadar en círculos.
Se comieron entre ellos.
Cuatro peces. Primero se pelearon, después
mantuvieron dos luchas simultáneas, después una pelea
circense. Uno de ellos abandonó a tiempo,
quedando tres. Así es como de vez en cuando los mansos
heredan el territorio (el pozo de los deseos, en este caso)
por un momento. Entonces comienzan a soñar. Son
mansos; han visto el combate.
Robert Bringhurst (Los Angeles, Estados Unidos, 1946); La belleza de las armas, Kriller71, Barcelona, 2013
Traducción de Marta del Pozo y Aníbal Cristobo
Envío de Jonio González
Foto Louise Mercer/Ginebra Magnolia
Ginebra Magnolia - Poetry Foundation - The Guardian - Correo del Libro
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