Mauro Viñuela
Suena tal vez como en el resto del mundo. Con marcadas antinomias entre lo global y un arduo sentido de identidad. Entre realidad en tanto experiencia vital y realidad en tanto medios de comunicación. O dignidad humana versus dilución semántica del mensaje. Tierra y veneno. Poco paisaje. Escasa tradición. Suena, como en todo el mundo, con desbordante talento experimental, pero de una forma casi emparentada al desasosiego, a la crisis del ser humano en tanto humano. Suena acaso parecida a siempre. Y dentro de las mismas corrientes y bajo las influencias y confluencias mundiales. Las mismas que legitimaron versiones, por ejemplo, criollas de Paul Éluard, Czeslaw Milosz, en su momento. Y aparece en un mundo que a cada instante socava sus creencias. Y se legitima sin más. Por eso mismo. Y suena muy bien cuando me detengo en autores como Osías Stutman, Bruno Di Benedetto, Jorge Aulicino, Irene Gruss, Eduardo Espósito, Angel Faretta, Víctor Redondo, Jorge Ariel Madrazo, Rubén Reches. Acaso porque logran poner bien en alto y sin dogmas la tarea dignificante del poema, que es restituir al individuo los retazos del ser.
Adolfo Mauro Andrés Viñuela (Resistencia, Chaco, 1971). Publicó en diversos medios. Tiene un único libro, publicado por la Fundación Antorchas: Murales sumergidos. Es comerciante.
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