Ahora, lo que mi madre me contó un día mientras cenábamos juntos,
De cuando ya era casi una chica grande viviendo con sus padres en la vieja granja.
Una india fue un día a la hora del desayuno a la vieja granja,
En la espalda llevaba un atado de juncos para hacer asientos de sillas,
Su pelo, lacio, brillante, grueso, negro, abundante, a medias envolvía su cara,
Su paso era libre y elástico, y su voz sonaba exquisita cuando hablaba.
Mi madre miraba con deleite y asombro a la extraña,
Miraba la frescura de su cara altiva y sus rellenos y flexibles miembros,
Cuanto más la miraba más la amaba,
Nunca antes había visto tan maravillosa hermosura y pureza,
La hizo sentarse en un banco junto a la jamba de la chimenea, cocinó para ella,
No tenía trabajo para darle, pero le dio su homenaje y su cariño.
La india se quedó toda la mañana y hacia la mitad de la tarde se fue,
Oh, mi madre no quería que ella se fuera,
Toda la semana pensó en ella, la esperó muchos meses,
La recordó durante muchos inviernos y muchos veranos,
Pero la india nunca regresó ni volvió a oírse de ella.
Walt Whitman (West Hills, Estados Unidos, 1819 - Camden, Estados Unidos, 1892), Leaves of Grass, 1891-1892, The Walt Whitman Archive
Versión de Griselda García
The sleepers
6
Now what my mother told me one day as we sat at dinner together,
Of when she was a nearly grown girl living home with her parents on the old homestead.
A red squaw came one breakfast-time to the old homestead.
On her back she carried a bundle of rushes for rush-bottoming chairs,
Her hair, straight, shiny, coarse, black, profuse, half-envelop'd her face,
Her step was free and elastic, and her voice sounded exquisitely as she spoke.
My mother look'd in delight and amazement at the stranger,
She look'd at the freshness of her tall-borne face and full and pliant limbs,
The more she look'd upon her she loved her,
Never before had she seen such wonderful beauty and purity,
She made her sit on a bench by the jamb of the fireplace, she cook'd food for her,
She had no work to give her, but she gave her remembrance and fondness.
The red squaw staid all the forenoon, and toward the middle of the afternoon she went away,
O my mother was loth to have her go away,
All the week she thought of her, she watch'd for her many a month,
She remember'd her many a winter and many a summer,
But the red squaw never came nor was heard of there again.
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Foto: The Walt Whitman Archive
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