bien puede ocurrir que nos falte una hora
-tal vez sólo una hora-
o más, muchas más, pero raro es que nos sobren.
Siempre faltan, nos faltan.
Quisiéramos robarlas a la noche
pero estamos cansados
nos pesan ya los párpados.
Nos dormimos así y la final imagen
-antes de zambullirnos en el sueño-
es para un día nuevo, de anchas horas
como llano estirado, como viento.
Lastimosa mentira.
No habrá días-burbuja imprevistos
sorprendentes, abiertos.
El zumo de este día transcurrido
se filtra por el borde de la madrugada
y ya la está royendo.
Circe Maia (Montevideo, 1932), "Cambios, permanencias", 1978, La pesadora de perlas. Obra poética. Conversaciones con María Teresa Andruetto, Viento de Fondo, Córdoba, Argentina, 2013
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