Hemos olvidado algo en algún lugar de la casa
Algo que es nuestro. Lo compramos
o lo llevamos con nosotros
como una posesión.
Ya no lo tenemos.
No lo recordamos tampoco
ni lo echamos en falta ni sabemos siquiera
que lo hemos olvidado.
Pero ahí está.
En un lugar del mundo
que es nuestro. Nuestra casa.
Pero no sabemos que está en nuestra casa.
No sabemos nada de él, ni siquiera que haya existido una vez
y que fue, y es, nuestro.
Esto no es cierto.
No es cierto que no sepamos nada de él.
Si por azar nos lo cruzáramos, lo reconoceríamos,
y sabríamos su peso, su tacto, y cómo nos acompañó.
Pero no recordamos nada de él, cómo llegó a nuestras manos, cómo se fue.
Además nadie lo ve.
No está oculto adrede, no está perdido. Pero ignoramos todos
el lugar donde está.
No lo buscamos, no lo queremos, no está presente para nadie
pero ahí está.
En la casa nuestra.
Es más que probable que no lo veamos jamás
y que un día nos muramos
sin verlo.
Entonces alguien,
tal vez,
alguien que vacía a conciencia y con tristeza
nuestra casa
tropezará con él,
lo sostendrá en su mano
y nosotros nos haremos presente allí
junto a un objeto
que hemos olvidado para siempre.
[inédito]
Miguel Gaya (Ayacucho, Argentina, 1953)
o lo llevamos con nosotros
como una posesión.
Ya no lo tenemos.
No lo recordamos tampoco
ni lo echamos en falta ni sabemos siquiera
que lo hemos olvidado.
Pero ahí está.
En un lugar del mundo
que es nuestro. Nuestra casa.
Pero no sabemos que está en nuestra casa.
No sabemos nada de él, ni siquiera que haya existido una vez
y que fue, y es, nuestro.
Esto no es cierto.
No es cierto que no sepamos nada de él.
Si por azar nos lo cruzáramos, lo reconoceríamos,
y sabríamos su peso, su tacto, y cómo nos acompañó.
Pero no recordamos nada de él, cómo llegó a nuestras manos, cómo se fue.
Además nadie lo ve.
No está oculto adrede, no está perdido. Pero ignoramos todos
el lugar donde está.
No lo buscamos, no lo queremos, no está presente para nadie
pero ahí está.
En la casa nuestra.
Es más que probable que no lo veamos jamás
y que un día nos muramos
sin verlo.
Entonces alguien,
tal vez,
alguien que vacía a conciencia y con tristeza
nuestra casa
tropezará con él,
lo sostendrá en su mano
y nosotros nos haremos presente allí
junto a un objeto
que hemos olvidado para siempre.
[inédito]
Miguel Gaya (Ayacucho, Argentina, 1953)
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