Libro 2
Domingo en el Parque
II (cont.)
Hay gente -especialmente entre las mujeres- que solo pueden hablar con una persona. Y yo soy una de esas mujeres. No llego con facilidad a la confidencia (aunque a ti te parezca lo contrario). No podría transmitir a ninguna de las personas que se han cruzado en mi camino en estos últimos meses, esos momentos particulares de mi vida que han sido el tema de mis cartas para ti. Debo dejar que me malinterpreten y me juzguen por todos mis desajustes económicos y sociales, antes que tratar de explicar a cualquiera qué fue lo que te escribí. Entonces, habiéndote sobrecargado con estas confidencias (no obstante lo agobiantes que haya sido o cuán lejos deba llegar en mi intento de ser completamente honesto lo que es difícil para cualquiera) fue suficiente en sí como para hacer que mi fracaso contigo tuviera un efecto tan desastroso sobre mí.
Mira, ¡allí está la ciudad!
—llamando de espaldas
a la insignificante congregación, llamando a los vientos;
una voz llamando, llamando .
Detrás de él los niños congregados a los que el traje
de primera comunión les sienta mal,
sin pestañear, bajo coacción, deben sentir
el dolor de sus trastes sobre las tablas mojadas
de los bancos.
Pero mientras descansa, ellos cantan—instigados—
mientras seca su frente prismática.
La luz
lo acaricia como si se inclinara para formar un halo—
Entonces él ríe:
Uno primero lo ve. Pocos escuchan.
O, de hecho, prestan
poca atención, caminando por ahí, a menos que algún polaco
con su boca abierta trate de descifrar,
como si fuera algún Demonio (mira a la cara
a una joven pareja que pasa, riendo
ambos, por alguna insinuación) ¿Qué clase de cura
es este? Alarmado, explota gruñendo, mirando
atrás.
¡Este es un protestante! Protestando—como si
el mundo fuera suyo .
—otro,
a veinte pies de distancia, absorto pasea su perro
por la parte superior del muro—atento al perro—
al borde del acantilado sobre una caída de cincuenta pies .
. . alternativamente la arenga, seguida
por el estruendo de los cornos tapando
otros sonidos . ahora se detienen
cuando la figura de un hombre embelesado asoma—
Pero su señuelo no atrae ningún pato—sólo
los niños con sus pequeñas mentes sucias
y felices non sequiturs.
Ninguna figura
las nubes pareciera sobrevolar cerca
Los detectives encontraron una nota sobre la mesa de la cocina dirigida a un soldado de Fort Bragg, N.C.. El contenido de la carta demuestra que ella estaba enamorada del soldado, dijeron los detectives.
Esto es lo que dijo el predicador: No piensen
en mí. Llámenme viejo tonto, está bien.
Sí, llámenme viejo aburrido que habla hasta
quedar ronco cuando nadie quiere oír. Esa
es la verdad. Soy un viejo tonto y lo sé.
PERO . !
¡No pueden ignorar las palabras de nuestro Señor Jesucristo
que murió en la Cruz por nosotros para que
tuviéramos Vida Eterna! Amén.
¡Amén! ¡Amén!
gritaron los discípulos de pie detrás de los
bancos. ¡Amén!
—el espíritu de nuestro Señor que da
a las palabras incluso de un simple, ignorante tipo
como yo un toque de Su Propia bendita dignidad y
fuerza entre ustedes . .
Les digo —elevando sus brazos—que traigo
las riquezas de todos los tiempos para ustedes hoy aquí.
No había viento y el sol calentaba
donde él estaba parado con la cabeza descubierta.
¡Las grandes riquezas serán vuestras!
Yo no he nacido aquí. Nací en lo que llamamos
el Viejo Continente. Pero es la misma
gente, la misma clase de gente que acá
y todos hacen las mismas trampas que
acá—solo que, no hay tanto dinero como
allá—eso hace la diferencia.
Mi familia era gente pobre. Entonces comencé a trabajar
cuando aun era muy joven.
—¡Oh, me llevó mucho tiempo! pero
un día me dije a mí mismo, Klaus, ese es mi nombre,
Klaus, me dije a mí mismo, eres un triunfador.
Has trabajado duro pero has tenido
suerte.
Eres
rico—y ahora vamos a divertirnos.
Hamilton percibió con mayor claridad que el resto la necesidad de un nuevo gobierno que asumiera la autoridad sobre los Estados si quería sobrevivir. Él nunca confió en el pueblo, “la gran bestia”, como él los veía y sostenía que Jefferson era un poco mejor, sino peor que cualquiera.
¡Y así llegué a América!
William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto
Book Two
Sunday in the Park II
These are people—especially among women—who can speak only to one person. And I am one of those women. I do not come easily to confidences (though it cannot but seem otherwise to you). I could not possibly convey to any one of those people who have crossed my path in these few months, those particular phases of my life which I made the subject of my letters to you. I must let myself be entirely understood and misjudged in all my economic and social maladjustments, rather than ever attempt to communicate to anyone else what I wrote to you about. And so my having heaped these confidences upon you (however tiresome you may have found them and however far I may yet need to go in the attainment of complete self-honesty which is difficult for anyone) was enough in itself to have caused my failure with you to have so disastrous an effect upon me. //Look, there lies the city! //—calling with his back /to the paltry congregation, calling the winds; /a voice calling, calling . //Behind him the drawn children whom his suit /of holy proclamation so very badly fits, /winkless, under duress, must feel /their buttocks ache on the slats of the sodden /benches. /But as he rests, they sing—when /prudded—as he wipes his prismed brow. //The light /fondles it as if inclined to form a halo— //Then he laughs: //One sees him first. Few listen. /Or, in fact, pay the least /attention, walking about, unless some Polock /with his mouth open tries to make it out, /as if it were some Devil (looks into the faces /of a young couple passing, laughing /together, for some hint) What kind of priest /is this? Alarmed, goes off scowling, looking /back. //This is a Protestant! protesting—as /though the world were his own . //—another, /twenty feet off, walks his dog absorbedly /along the wall top—thoughtful of the dog— /at the cliff’s edge above a fifty foot drop . //. . alternately the harangue, followed /by horn blasts surmounting /what other sounds . they quit now /as the entranced figure of a man resumes— //But his decoys bring in no ducks—other that /the children with their dusty little minds /and happiest non sequiturs. //No figure /from the clouds seems brought hovering near //The detectives found a note on the kitchen table addressed to a soldier from Fort Bragg, N. C. The contents of the letter showed that she was in love with the soldier, the detective said. //This is what the preacher said: Don’t think /about me. Call me a stupid old man, that’s /right. Yes, call me an old bore who talks until /he is hoarse when somebody wants to listen. That’s /the truth. I’m an old fool and I know it. //BUT . ! /You can’t ignore the words of Our Lord Jesus /Christ who died on the Cross for us that we /may have Eternal Life! Amen. //Amen! Amen! //shouted the disciples standing behind the /benches. Amen! //—the spirit of our Lord that gives /the words of even such a plain, ignorant fellow /as I touch His Own blessed dignity and /and strength among you . //I tell you—lifting up his arms—I bring /the riches of all the ages to you here today. //It was windless and hot in the sun /where he was standing bareheaded. //Great riches shall be yours! /I wasn’t born here. I was born in what we call /over here the Old Country. But it’s the same /people, the same kind of people there as here /and they’re up to the same kind of tricks as over /here—only, there isn’t as much money /over there—and that makes the difference. //My family were poor people. So I started to work /when I was pretty young. /—Oh, it took me a long time! But /one day I said to myself, Klaus, that’s my name, /Klaus, I said to myself, you’re a success. /You’ve worked hard but you have been /lucky. //You’re /rich—and now we’re going to enjoy ourselves. //Hamilton saw more clearly than anyone else with what urgency the new government must assume authority over the States if it was to survive. He never trusted the people, “a great beast”, as he saw them and held Jefferson to be a little better if not worse than any. //So, I came to America!
Domingo en el Parque
II (cont.)
Hay gente -especialmente entre las mujeres- que solo pueden hablar con una persona. Y yo soy una de esas mujeres. No llego con facilidad a la confidencia (aunque a ti te parezca lo contrario). No podría transmitir a ninguna de las personas que se han cruzado en mi camino en estos últimos meses, esos momentos particulares de mi vida que han sido el tema de mis cartas para ti. Debo dejar que me malinterpreten y me juzguen por todos mis desajustes económicos y sociales, antes que tratar de explicar a cualquiera qué fue lo que te escribí. Entonces, habiéndote sobrecargado con estas confidencias (no obstante lo agobiantes que haya sido o cuán lejos deba llegar en mi intento de ser completamente honesto lo que es difícil para cualquiera) fue suficiente en sí como para hacer que mi fracaso contigo tuviera un efecto tan desastroso sobre mí.
Mira, ¡allí está la ciudad!
—llamando de espaldas
a la insignificante congregación, llamando a los vientos;
una voz llamando, llamando .
Detrás de él los niños congregados a los que el traje
de primera comunión les sienta mal,
sin pestañear, bajo coacción, deben sentir
el dolor de sus trastes sobre las tablas mojadas
de los bancos.
Pero mientras descansa, ellos cantan—instigados—
mientras seca su frente prismática.
La luz
lo acaricia como si se inclinara para formar un halo—
Entonces él ríe:
Uno primero lo ve. Pocos escuchan.
O, de hecho, prestan
poca atención, caminando por ahí, a menos que algún polaco
con su boca abierta trate de descifrar,
como si fuera algún Demonio (mira a la cara
a una joven pareja que pasa, riendo
ambos, por alguna insinuación) ¿Qué clase de cura
es este? Alarmado, explota gruñendo, mirando
atrás.
¡Este es un protestante! Protestando—como si
el mundo fuera suyo .
—otro,
a veinte pies de distancia, absorto pasea su perro
por la parte superior del muro—atento al perro—
al borde del acantilado sobre una caída de cincuenta pies .
. . alternativamente la arenga, seguida
por el estruendo de los cornos tapando
otros sonidos . ahora se detienen
cuando la figura de un hombre embelesado asoma—
Pero su señuelo no atrae ningún pato—sólo
los niños con sus pequeñas mentes sucias
y felices non sequiturs.
Ninguna figura
las nubes pareciera sobrevolar cerca
Los detectives encontraron una nota sobre la mesa de la cocina dirigida a un soldado de Fort Bragg, N.C.. El contenido de la carta demuestra que ella estaba enamorada del soldado, dijeron los detectives.
Esto es lo que dijo el predicador: No piensen
en mí. Llámenme viejo tonto, está bien.
Sí, llámenme viejo aburrido que habla hasta
quedar ronco cuando nadie quiere oír. Esa
es la verdad. Soy un viejo tonto y lo sé.
PERO . !
¡No pueden ignorar las palabras de nuestro Señor Jesucristo
que murió en la Cruz por nosotros para que
tuviéramos Vida Eterna! Amén.
¡Amén! ¡Amén!
gritaron los discípulos de pie detrás de los
bancos. ¡Amén!
—el espíritu de nuestro Señor que da
a las palabras incluso de un simple, ignorante tipo
como yo un toque de Su Propia bendita dignidad y
fuerza entre ustedes . .
Les digo —elevando sus brazos—que traigo
las riquezas de todos los tiempos para ustedes hoy aquí.
No había viento y el sol calentaba
donde él estaba parado con la cabeza descubierta.
¡Las grandes riquezas serán vuestras!
Yo no he nacido aquí. Nací en lo que llamamos
el Viejo Continente. Pero es la misma
gente, la misma clase de gente que acá
y todos hacen las mismas trampas que
acá—solo que, no hay tanto dinero como
allá—eso hace la diferencia.
Mi familia era gente pobre. Entonces comencé a trabajar
cuando aun era muy joven.
—¡Oh, me llevó mucho tiempo! pero
un día me dije a mí mismo, Klaus, ese es mi nombre,
Klaus, me dije a mí mismo, eres un triunfador.
Has trabajado duro pero has tenido
suerte.
Eres
rico—y ahora vamos a divertirnos.
Hamilton percibió con mayor claridad que el resto la necesidad de un nuevo gobierno que asumiera la autoridad sobre los Estados si quería sobrevivir. Él nunca confió en el pueblo, “la gran bestia”, como él los veía y sostenía que Jefferson era un poco mejor, sino peor que cualquiera.
¡Y así llegué a América!
William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto
Book Two
Sunday in the Park II
These are people—especially among women—who can speak only to one person. And I am one of those women. I do not come easily to confidences (though it cannot but seem otherwise to you). I could not possibly convey to any one of those people who have crossed my path in these few months, those particular phases of my life which I made the subject of my letters to you. I must let myself be entirely understood and misjudged in all my economic and social maladjustments, rather than ever attempt to communicate to anyone else what I wrote to you about. And so my having heaped these confidences upon you (however tiresome you may have found them and however far I may yet need to go in the attainment of complete self-honesty which is difficult for anyone) was enough in itself to have caused my failure with you to have so disastrous an effect upon me. //Look, there lies the city! //—calling with his back /to the paltry congregation, calling the winds; /a voice calling, calling . //Behind him the drawn children whom his suit /of holy proclamation so very badly fits, /winkless, under duress, must feel /their buttocks ache on the slats of the sodden /benches. /But as he rests, they sing—when /prudded—as he wipes his prismed brow. //The light /fondles it as if inclined to form a halo— //Then he laughs: //One sees him first. Few listen. /Or, in fact, pay the least /attention, walking about, unless some Polock /with his mouth open tries to make it out, /as if it were some Devil (looks into the faces /of a young couple passing, laughing /together, for some hint) What kind of priest /is this? Alarmed, goes off scowling, looking /back. //This is a Protestant! protesting—as /though the world were his own . //—another, /twenty feet off, walks his dog absorbedly /along the wall top—thoughtful of the dog— /at the cliff’s edge above a fifty foot drop . //. . alternately the harangue, followed /by horn blasts surmounting /what other sounds . they quit now /as the entranced figure of a man resumes— //But his decoys bring in no ducks—other that /the children with their dusty little minds /and happiest non sequiturs. //No figure /from the clouds seems brought hovering near //The detectives found a note on the kitchen table addressed to a soldier from Fort Bragg, N. C. The contents of the letter showed that she was in love with the soldier, the detective said. //This is what the preacher said: Don’t think /about me. Call me a stupid old man, that’s /right. Yes, call me an old bore who talks until /he is hoarse when somebody wants to listen. That’s /the truth. I’m an old fool and I know it. //BUT . ! /You can’t ignore the words of Our Lord Jesus /Christ who died on the Cross for us that we /may have Eternal Life! Amen. //Amen! Amen! //shouted the disciples standing behind the /benches. Amen! //—the spirit of our Lord that gives /the words of even such a plain, ignorant fellow /as I touch His Own blessed dignity and /and strength among you . //I tell you—lifting up his arms—I bring /the riches of all the ages to you here today. //It was windless and hot in the sun /where he was standing bareheaded. //Great riches shall be yours! /I wasn’t born here. I was born in what we call /over here the Old Country. But it’s the same /people, the same kind of people there as here /and they’re up to the same kind of tricks as over /here—only, there isn’t as much money /over there—and that makes the difference. //My family were poor people. So I started to work /when I was pretty young. /—Oh, it took me a long time! But /one day I said to myself, Klaus, that’s my name, /Klaus, I said to myself, you’re a success. /You’ve worked hard but you have been /lucky. //You’re /rich—and now we’re going to enjoy ourselves. //Hamilton saw more clearly than anyone else with what urgency the new government must assume authority over the States if it was to survive. He never trusted the people, “a great beast”, as he saw them and held Jefferson to be a little better if not worse than any. //So, I came to America!
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