Demasiado dolor
para este solo día
que dura nuestra vida.
¿Es así, sin remedio,
como una enfermedad
mortal, o es nuestra la impericia
para hallar el diagnóstico, la cura?
Ahí están, por ejemplo,
la luz de enero entre las hojas verdes,
el café negro, el vaso de agua fresca,
el ruido -vida al fin- por la avenida
y esas pequeñas mariposas blancas
que han invadido la ciudad
en estos días…
¿Por qué pesan más
en el pecho las pérdidas sabidas
que esas apariciones milagrosas
que aletean como ángeles
vacilantes,
extraviados en medio de las calles?
Alguna clave se nos ha perdido.
Córdoba, 11-I-14
Pablo Anadón (Villa Dolores, Córdoba, 1963)
Si la vida no doliera ¿Quién se sentiría vivo?
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