Aquí estuvo una vez el mundo.
En estos círculos
de agua quemada
fundió su calavera,
en la grafía de estos ribazos
drenó las tinieblas del viaje,
dejó irse a la muerte.
El mar retrocede
ante el territorio desollado
donde late el sortilegio
de los lagos seniles.
Abandonó sus huellas
con la suave brutalidad del páramo:
tatuadas
la implosión de un volcán
la furia de los metales.
Y un silencio a desaparición
que no se acaba.
Leopoldo Castilla (Salta, 1947), Coirón, Ediciones del Zorrito, Buenos Aires, 2011
Bello, muy bello título y poema del Teuco. Desde donde late el sortilegio. Abrazo.
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