Gerardo Gambolini
(Buenos Aires, 1955)
Y la muerte no tendrá dominio, de Dylan Thomas
Lo elijo en la versión en que lo leí por primera vez, de Elizabeth Azcona Cranwell. En realidad, debería mencionar 3 poemas: "Yo canto el cuerpo eléctrico", de Walt Whitman; "Y la muerte no tendrá dominio" y "Prufrock", de T. S. Eliot, todos leídos entre los 15 y los 20 años, más o menos. Cada uno me marcó a su modo, por distintas razones. En el caso de Thomas, porque me encontré con posibilidades expresivas & de imaginación que hasta ese momento no conocía y que me emocionaban fuertemente, cosa que hasta hoy me parece central, por sobre la mera destreza descriptiva, la corrección formal, o la agudeza de pensamiento (que admiro, pero que busco en otro tipo de textos).
Thomas me significó una audacia que poco después encontré también en Vallejo, con quien internamente siempre lo conecté, aunque sin mucho fundamento.
Y la muerte no tendrá dominio
Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.
Dylan Thomas (Swansea, Gales, 1914–Nueva York, 1953)
Versión de Elizabeth Azcona Cranwell
magnífica la perseverancia con que el autor desafía la desaparición que implica la muerte. con su hálito de fuerza y vitalidad invoca a la vida que continúa . magnífica poesía.
ResponderBorrar