Gabriela Bejerman
(Buenos Aires, 1973)
Tierra viva, de Coral Bracho
La revelación: que el lenguaje sea y no que señale. El poema late, vibra; es un geológico temblor que no alude, sacude. En vez del sentido que capta la mente, la materia encendida que recibe, como cuenco, un cuerpo -puro oído, puro tacto, saboreo, masticación-. Las palabras no están quietas en su molde lexical, destellan movimiento, se escapan por las propias venas en infatigable circulación.
Tierra viva
Tierra viva,
tierra de entraña ardiente,
encendido panal bajo los sepias
de un manto espeso.
Materia de ebriedad y de dulzura
que a sí misma se engendra,
que en sí misma se vierte.
Tierra que funde
y que concentra, en su cieno solar,
las ternuras huidizas que amasa el tiempo. Tierra
de floración. Tierra torneada en que cifra el goce
sus huellas íntimas, cera en que se abisma y palpa
su memoria:
cuenco; lugar oculto
donde el amor
es un fruto que pesa
y que madura. Es el huerto ceñido
que se extiende hacia adentro:
selva de nervaduras
en sus hojas;
redes de bronce contra el mar.
Destellos finos
que alarga el sueño sobre sus lascas azuladas. Sal,
huellas de sal sobre esta tierra. Rastros
de plenitud; y el tejido del otoño al trasluz
de sus frutos.
[1992]
Coral Bracho (México, 1951)
Foto: Gabriela Bejerman en el Filba
Muy buena idea. Campo de maniobras redobla su apuesta.
ResponderBorrarCelebro la idea. Por los poemas elegidos y porque los comentarios de Gabriela y Rodolfo son encuentros que producen, crean, liberan, desatan... "geológico temblor", "palabra encarnada"...
ResponderBorrarNo hay juicios ni interpretaciones ¡Bienvenidos y gracias!