Galería comercial
Se le pondrá cara de luna por el tratamiento
de cortisona, es por lo de sus manchas en la piel…
Escucho las conversaciones de los desconocidos
llenas de información preciosa sobre desconocidos
a los que me gustaría conocer,
o sobre ofertas increíbles
llenas también de la insignificancia
maravillosa que construye el existir de todos,
la pobre Lucy decidió dejar por fin al pelma de su novio
y ha conocido a un policía
y en Cortefiel rebajan los abrigos
y por la compra de tres libros te regalan un tatuaje donde quieras.
Vida. Vida por todas partes, vida sola,
sin arrebatos de esperanza, sin doctrinas
marchitas, sin banal ideología.
La mera inercia que desliza cada cosa hacia su fin
mientras chillan las piedras en el sueño del enfermo
que nos habita y no sabe conformarse y se pregunta ingenuo:
¿quién dijo que tengamos que morirnos?
Y se promete escalar el precipicio donde se hunde su alma
o se gasta en amar a quien no puede amarle.
Se está muy bien aquí, en la intemperie del ahora,
sin sitio adonde ir y sin memoria de dónde estuvimos,
mirando escaparates, soñando viajes a islas nuevas,
enterándote de que Lucy ya ha dejado al pelma de su novio,
de que a alguien va a ponérsele cara de luna por la cortisona,
y en Cortefiel rebajan los abrigos.
Se está muy bien aquí. No vamos a morirnos.
Es tan sencillo que da miedo.
Es dejarse llevar por los pasillos de este centro comercial
aceptándolo todo como el bien pagado actor protagonista
de una tragicomedia a la que no le hacen falta buenas críticas.
Hacer tiempo si es que es posible que el tiempo se haga,
si no es vivir precisamente deshacerse en tiempo.
Es tan sencillo que da miedo.
No vamos a morirnos. No se puede.
Vida por todas partes, vida sola. Tan insignificante y obvia
como un rostro hermoso al que adjudicamos un misterio
para enaltecer de alguna forma su descarada falta de misterio.
Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1966), Cháchara, Ed. Renacimiento, Sevilla, 2010
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Foto: Juan Bonilla s/d
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