martes, febrero 05, 2013

Ismael Gavilán / Das Tod Venedig



Das Tod Venedig

No la belleza, sino su representación:
lo que el ángel permite conocer como intensidad
o como ofrecimiento, tal vez como experiencia
de una niñez a la deriva en un mar tenebroso.
De todos modos, para Visconti
lo primordial es la representación, no la belleza en sí misma,
no la intensidad angélica que promete destrucción,
sino el abstracto devaneo para regocijo de los sentidos.

En esto tal vez consiste el arte
o en el talento de sir Dirk Bogarde -timidez,valentía,
el justo equilibrio entre sí mismo y su personae- o esas palabras
dirigidas a Schiller por parte de Goethe
que condenaban a la soledad más profunda al desequilibrado
y joven autor de Patmos. Ajuste sin duda entre lo que se es
y lo que se necesita ser, lo que probablemente Thomas Mann
sospechó desde que adquirió conciencia de su propio valer como escritor,
jurando no caer en el extravío que prescribía su propia escritura -el contorno,
la contención clásica a través del estilo, siendo el estilo, la frialdad necesaria
para establecer una frontera con la vida-

Pero a Visconti
Tadzio, más que un problema de sexualidad decadente,
le plantea la curiosa necesidad de ver a Platón
                                     representado como imagen cinematográfica:
platonismo, neoplatonismo, idealismo, pureza,
ideal estético, decadencia, serenidad, proporción:
nombres, palabras, efímero festín que acusa para nosotros la fidelidad
hacia la autodestrucción siempre anhelada.

Por ello, sólo el Adagietto
puede ser el heraldo angélico de la representación o de su artificio.
Verdad y mentira, unidos e indistintos,
                                     Venecia y la enfermedad
y la agonía de un niño solitario que en su cuarto
piensa en lo imposible que es verse amado.
Lo que el ángel permite conocer como intensidad
es solamente el ventanal azul de un país que nunca podremos conocer,
la mirada de Apolo frente al mar mientras nuestro cuerpo es consumido por la peste.

Ismael Gavilán (Valparaíso, 1973), revista El Navegante, de la Universidad del Desarrollo, Santiago de Chile, diciembre de 2012
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Foto: Ismael Gavilán en Crónica a la distancia

3 comentarios:

  1. La mirada de Apolo introyectada en la de Dionisos quien, a su vez, se vuelve Apolo. El movimiento eterno en la obra de arte. CF.

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    1. Acabo de descubrir este blog.
      Gracias por la opinión. Le invito cordialmente a leer otros poemas míos en la revista electrónica venezolana Letralia:

      http://www.letralia.com/281/letras02.htm

      Reciba mi más cordial saludo

      Ismael Gavilán

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  2. Qué poeta este Dionisos, quiero decir, Apolo; mejor dicho: qué capo sin redención este estilista
    hipersensible y muy culto, Don Ismael Gavilán.

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