sábado, agosto 11, 2012

Giacomo Leopardi / La calma después de la tormenta



La calma después de la tormenta

Ha pasado la tormenta:
oigo pájaros festejar, y la gallina
de regreso a la calle,
que repite su verso. Y ahora el cielo puro
rompe más allá del poniente en la montaña;
se aclara la campaña
y limpio en el valle aparece el río.
Cada corazón vuelve a alegrarse, en todo sitio
resurge el rumor,
vuelve el trabajo cotidiano.
El artesano mira el húmedo cielo
y su obra entre las manos, cantando,
hace en el umbral. A probar
sale la mujercita el agua
de la lluvia nueva;
el herborista renueva
de sendero en sendero
el grito jornalero.
Y he aquí el Sol que retorna, que sonríe
por colinas y aldeas. Abren los balcones,
abre la familia terrazas y galerías;
y de la calle principal sube lejano
tintineo de cencerros; el carruaje chirría
con los pasajeros que retoman su camino.

Vuelve a alegrarse cada corazón.
Tan dulce, tan grata,
¿cuándo como ahora es la vida?,
¿cuándo con mayor amor
el hombre sus estudios recomieza,
o vuelve a las obras o algo nuevo emprende
y la mente se olvida de los males?
Placer, hijo del afán;
alegría vana que es fruto
del temor pasado cuando se estremeció
y espantó de la muerte
quien aborrece la vida;
cuando en largo tormento
frías, pálidas, silenciosas,
sudaron gentes y se agitaron viendo
venir para ofendernos
fulgores, nubarrones, viento.

Oh cortés naturaleza,
estos son tus dones,
estos los deleites son
que tú das a los mortales. Salir de la pena
es para nosotros el goce.
Con larga mano penas esparces; surge
espontáneo el dolor: y el placer que como
monstruo o milagro a veces
nace del afán, es la gran ganancia. ¡Humana
prole, querida por los dioses!, tan feliz
si respirar te permiten
en algún dolor; dichosa
si de todo dolor muerte te sana.

Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) Canti, Asociación Dante Alighieri, Buenos Aires, 1987
Versión: J. Aulicino

La quiete dopo la tempesta

Passata è la tempesta:
odo augelli far festa, e la gallina,
tornata in su la via,
che ripete il suo verso. Ecco il sereno
rompe là da ponente, alla montagna;
sgombrasi la campagna,
e chiaro nella valle il fiume appare.
Ogni cor si rallegra, in ogni lato
risorge il romorio
torna il lavoro usato.
L'artigiano a mirar l'umido cielo,
con l'opra in man, cantando,
fassi in su l'uscio; a prova
vien fuor la femminetta a còr dell'acqua
della novella piova;
e l'erbaiuol rinnova
di sentiero in sentiero
il grido giornaliero.
Ecco il Sol che ritorna, ecco sorride
per li poggi e le ville. Apre i balconi,
apre terrazzi e logge la famiglia:
e, dalla via corrente, odi lontano
tintinnio di sonagli; il carro stride
del passegger che il suo cammin ripiglia.

Si rallegra ogni core.
Sì dolce, sì gradita
quand'è, com'or, la vita?
quando con tanto amore
l'uomo a' suoi studi intende?
o torna all'opre? o cosa nova imprende?
quando de' mali suoi men si ricorda?
Piacer figlio d'affanno;
gioia vana, ch'è frutto
del passato timore, onde si scosse
e paventò la morte
chi la vita abborria;
onde in lungo tormento,
fredde, tacite, smorte,
sudàr le genti e palpitàr, vedendo
mossi alle nostre offese
folgori, nembi e vento.

O natura cortese,
son questi i doni tuoi,
questi i diletti sono
che tu porgi ai mortali. Uscir di pena
è diletto fra noi.
Pene tu spargi a larga mano; il duolo
spontaneo sorge: e di piacer, quel tanto
che per mostro e miracolo talvolta
nasce d'affanno, è gran guadagno. Umana
prole cara agli eterni! assai felice
se respirar ti lice
d'alcun dolor: beata
se te d'ogni dolor morte risana.


Ilustración: Campo de trigo con segador, 1889, Vincent Van Gogh

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