Olvido
El nombre del autor es lo primero que se va
seguido obedientemente por el título, la trama,
la conclusión desgarradora, la novela entera
que de pronto se vuelve una que no has leído nunca,
de la que ni siquiera has oído.
Como si, uno por uno, los recuerdos los que solías aferrarte
decidieran retirarse al hemisferio sur del cerebro,
a una pequeña villa pesquera donde no hay teléfonos.
Hace tiempo besaste por última vez los nombres de las nueve Musas
y viste a las ecuaciones cuadráticas empacar
y ahora aún cuando memorizas el orden de los planetas,
algo más se te está escapando, la flor de un estado, quizás
la dirección de un tío, la capital de Paraguay.
Lo que sea que estás tratando de recordar
no está en la punta de tu lengua
tampoco merodeando en una esquina recóndita de tu bazo,
se ha desvanecido en un oscuro río mitológico
cuyo nombre empieza con una L, es lo que recuerdas, en tu propio
camino hacia el olvido donde te reunirás
con los que ya no saben cómo nadar o andar en bicicleta.
No importa si te levantas a medianoche
para buscar la fecha de una batalla en un libro sobre guerras
No importa si la luna en la ventana pareciera haberse desviado
de un poema de amor que solías saber de memoria.
Billy Collins (Nueva York, 1941), Questions about Angels, University of Pittsburg Press, 1999
Versión de Marina Kohon
Forgetfulness
The name of the author is the first to go
followed obediently by the title, the plot,
the heartbreaking conclusion, the entire novel
which suddenly becomes one you have never read,
never even heard of,
as if, one by one, the memories you used to harbor
decided to retire to the southern hemisphere of the brain,
to a little fishing village where there are no phones.
Long ago you kissed the names of the nine Muses goodbye
and watched the quadratic equation pack its bag,
and even now as you memorize the order of the planets,
something else is slipping away, a state flower perhaps,
the address of an uncle, the capital of Paraguay.
Whatever it is you are struggling to remember,
it is not poised on the tip of your tongue,
not even lurking in some obscure corner of your spleen.
It has floated away down a dark mythological river
whose name begins with an L as far as you can recall,
well on your own way to oblivion where you will join those
who have even forgotten how to swim and how to ride a bicycle.
No wonder you rise in the middle of the night
to look up the date of a famous battle in a book on war.
No wonder the moon in the window seems to have drifted
out of a love poem that you used to know by heart.
Ilustración: Broadway Boogie Woogie, 1943, Piet Mondrian
Qué bárbaro, che. Solos con el presente.
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