Alguna vez dormí en una cama con esos cuatro hombres que comparten
una cara más vieja y a quienes se puede hacer reír, incluso ahora,
con citas al azar de la obra de teatro en la que actuamos. No hay camino
a la creación de la tierra de Dios, digo. Ellos sonríen y asienten.
Lo que era posible retrocede y se empequeñece, y ante mis otros ojos
ellos se achican hasta ser un monaguillo, un niño que practica las escalas,
un niño que juega al tenis contra una pared, un bebé que llora en la noche
como un sonido nuevo debatiéndose por hallar una forma.
Ocasionalmente, cuando la gente me pregunta, me agrada enumerar sus nombres.
No tengo fotos, pero me gusta repetir sus nombres.
Mi madre los eligió. Escucho su vida en esas palabras,
las palabras de cría, la palabra que le rompió el corazón.
Mucho en común, yo, con ladrones y empresarios,
padres y desempleados que cobran el seguro. Ahora no tenemos nada
que decirnos, pero el tiempo nos posee. Qué altos se han vuelto. Algún día
pagaré por un cajón y veré cómo lo cargan sobre sus hombros.
Carol Ann Duffy (Glasgow, 1955), La gramática de la luz y otros poemas, traducción de Mirta Rosenberg y Lorea Canales. Publicará Bajo la Luna, Buenos Aires
Brothers
Once, I slept in a bed with these four men who share
an older face and can be made to laugh, even now,
at random quotes from the play we were in. There’s no way
in the creation of God’s earth, I say. They grin and nod.
What was possible retreats and shrinks, and in my other eyes
they shrink to an altar boy, a boy practising scales,
a boy playing tennis with a wall, a baby
crying in the night like a new sound flailing for a shape.
Occasionally, when people ask, I enjoy reciting their names.
I don’t have photographs, but I like to repeat the names.
My mother chose them. I hear her life in the words,
the breeding words, the word that broke her heart.
Much in common, me, with thieves and businessmen,
fathers and UB40s. How tall they have grown. One day
I shall pay for a box and watch them shoulder it.
Ilustración: Painting, 1937, Ben Nicholson The Courtauld Gallery
¿Qué es para mí un poema?, me pregunto al leer este de Carol Ann Duffy sobre sus hermanos. Y hallo que mi hermano -con quien nunca consumé el incesto- ha muerto ya de un cáncer, como mi abuelo materno, como mi sobrino más querido, como aquellos que esperamos pacientes el dictamen fatal de los médicos. Pero no lloro, me consuelo con su relectura. Lo recito en voz baja.
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