Levantar a la virgen
El trabajo de ella consiste en mantener limpia la iglesia, arreglar las flores, cambiar las velas. Al mediodía le cocina al cura. Pero su principal preocupación es el bienestar de las estatuas de alabastro, especialmente la virgen. La semana pasada, me dijo, tuvieron que levantar la estatua de la virgen, correrla un rato. “No puede imaginarse lo que pesaba”, dice sonriente, como hablándome de un niño atrevido pero querido. El viento se ha detenido. Todo está en calma. Camino con el cura hasta el bar del pueblo. Después, en la plaza, los niños se agolpan a mi alrededor, jugando y charlando, como si me hubiesen conocido de toda la vida. Soy un extraño que ha llegado a este lugar minúsculo y que pronto se irá. La mujer de la iglesia, el cura, el cielo, los niños, la placita con su árbol y dos hamacas. Una conspiración de sustantivos. Pero el efecto es el de un flujo entre una cosa y la siguiente, en un viaje que ha perdido todos los puntos de referencia y sólo ofrece la salvación de la continuidad. Levantar ese modelo de la virgen de proporciones reales se destaca como un desafío a todo lo que es inalterable en un pueblo de llanura. Ella era tan pesada. No pueden imaginarse.
Richard Gwyn (Gales, 1956), Walking on Bones, Parthian Books, Cardiff, 2000
Traducción de Jorge Fondebrider
Lifting the Virgin
Her job is to keep the church clean, arrange the flowers, change the candles. At midday she cooks a meal for the priest. But her main concern is the well-being of the alabaster statues, especially the virgin. Last week, she tells me, they had to lift the statue of the virgin, move her awhile. “You can’t imagine how much she weighed,” she smiles, as though discussing a defiant but beloved child. The wind has stopped. Everything is quiet. I walk with the priest to the village bar. Afterwards, in the square, the children gather round, playing and chatting, as though they had known me all their lives. I am a stranger, who has walked into this tiny place and soon will wander on. The woman in the church, the priest, the sky, the children, the little square with its tree and two swings. A conspiracy of nouns. But the effect is of a flow between one thing and the next, on a journey that has lost all points of reference and offers only the salvation of continuity. Lifting this lifesize model of the virgin stands out like a challenge to all that is unchanging in a village on a plain. She was so heavy. You can’t imagine.
Ilustración: La Inmaculada, 1635, Francisco de Zurbarán
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