Diario de otoño
VI
Y me acuerdo de España
En Pascua madura como un huevo para la revolución y la ruina
Aunque para el excursionista la lluvia
Era peor que los rostros hoscos o preocupados o atormentados
Por las pintadas en las paredes:
Martillo y hoz, Boicot, Viva, Muera;
Con el café con leche hasta el borde,
Con jerez, mariscos y tortillas.
Con piedra desgastada que el moro
Ha cincelado para lograr efectos de sol y sombra;
Con sombras de los pobres,
Los tullidos que mendigaban y los niños mendigos.
Las iglesias llenas de santos
Torturados sobre potros de mármol –
Las antiguas quejas
Cubiertas de dorado y con la débil luz de velas.
Con poderosos o banales
Monumentos de los ricos o represión
Y El Escorial
Frío por dentro para siempre como el corazón de Felipe.
Con hileras de dominós
Desplegados sobre las mesas del café todo el domingo
Con cabarets que atraen al turista, espectáculos
De muslos, ojos y pezones.
Con soldados andrajosos, monjas,
Y afiches raídos de las últimas elecciones
Prometiendo pan o armas
O una amnistía u otro
Orden o también la antigua
Gloria barnizada y extinta
Como si el barniz pudiera mantener
Juntas las tripas podridas y los huesos destrozados.
Y un buitre se cernía en el aire
Bajo los acantilados de Ronda y debajo de él
El gancho de la sombra de sus alas agitado como desesperación
Por los viñedos en damero.
Y las botas negras en Madrid
Nos retuvieron media hora con cera y tenazas
Y lo único que hicimos
En esa ciudad fue beber, pensar, vagabundear.
Y en el Prado príncipes tontos
miraban desde telas por las que habían pagado
(Goya se había reído,
Pero, ¿puede pagarse lo corrupto con risa?)
Y el día en Aranjuez
Cuando por una vez el sol salió del río amarillo
Con Valdepeñas que cargaba el aliento
Dormimos un sueño real en los jardines reales;
Y en Toledo caminamos
Alrededor de los terraplenes donde arrojaban la basura
Y hablamos con ligereza
De que los españoles carecían de todo sentido comercial.
Y en Ávila hacía frío
Y Segovia fue pintoresca y olía mal
Y una cabra en el camino parecía vieja
Como las rocas o los arcos romanos.
Y la Pascua fue húmeda y concurrida
En Sevilla y en la arena del domingo de Pascua
Un toro torpe y luego otro
Inclinando sus banderillas murieron de aburrimiento
Y la calidad de vida era baja
Pero eso, nos dijimos, no era asunto nuestro;
Lo único que quiere el turista es el status quo
Previsto para turistas.
Y los periódicos nos parecieron un chiste
Con sus políticas partidarias e invectivas vacías;
Y pensamos que las mujeres
Morenas que se teñían el pelo deberían habérselo teñido más seguido.
Y nos sentamos en trenes durante toda la noche
Con las ventanas cerradas entre guardias civiles y labriegos
E intentamos dormir erguidos;
Y maldijimos la lluvia española
Y maldijimos sus cigarrillos que se deshacían
Y nos pescamos fuertes resfríos en Córdoba y en vano
Esperamos la luz adecuada para sacar fotos.
Y conocimos a un catedrático de Cambridge que dijo petulante
“En breve habrá problemas en este país”.
Y, gordinflón y cortés, ordenó anís,
Contento de alardear de su dominio de la lengua.
Pero apenas una pulgada detrás
Un mapa de olivos y encinas, ese entarimado pintado,
Sin prestarles atención a los visitantes la mente de la gente
Se abría camino como un topo al día y al peligro.
Y el día antes de irnos
Vimos a la chusma en ciernes en Algeciras
Afuera de una puerta desdentada, una iglesia desolada
De sus imágenes y su aura.
Y en La Línea mientras
La noche puso millas entre nosotros y Gibraltar
Oímos la sed de sangre de un montón de borrachos
Su cielo alto de palabrotas;
Y al día siguiente tomamos el barco
A casa, olvidándonos de España, sin darnos cuenta de que
Esa España pronto iba a representar
Nuestro dolor, aspiraciones;
Sin saber que nuestros poco contundentes ideales
Encontrarían sus piedras de afilar, que nuestro espíritu
Pronto encontraría su frontera en el frente español,
Su cuerpo en un ejército de chusma.
Louis MacNeice (Belfast, 1907-Londres, 1963)
Traducción de Jorge Fondebrider
VI
And I remember Spain / At Easter ripe as an egg for revolt and ruin / Though for a tripper the rain / Was worse than the surly or the worried or the haunted faces/ With writings on the walls–/ Hammer and sickle, Boicot, Viva, Muerra;/ With café au lait brimming the waterfalls,/ With sherry, shellfish, omelettes./ With fretted stone the Moor/ Had chiselled for effects of sun and shadow;/ With shadows of the poor,/ The begging cripples and the children begging./ The churches full of saints/ Tortured on racks of marble –/ The old complaints/ Covered with gilt and dimly lit with candles./ With powerful or banal/ Monuments of riches or repression/ And the Escorial/ Cold for ever within like the heart of Philip./ With ranks of dominoes/ Deployed on café tables the whole of Sunday/ With cabarets that call the tourist, shows/ Of thighs and eyes and nipples./ With slovenly soldiers, nuns,/ And peeling posters from the last elections/ Promising bread or guns/ Or an amnisty or another/ Order or else the old/ Glory veneered and vanished/ As if veneer could hold/ The rotten guts and crumbled bones together./ And a vulture hung in the air/ Below the cliffs of Ronda and below him/ His hook-winged shadow wavered like despair/ Across the chequered vineyards./ And the boot-blacks in Madrid/ Kept us half an hour with polish and pincers/ And all we did/ In that city was drink and think and loiter./ And in the Prado half-/ wit princes looked from the canvas they had paid for/ (Goya had the laugh –/ But can what is corrupt be cured by laughter?)/ And the day at Aranjuez/ When the sun came out for once on the yellow river/ With Valdepeñas burdening the breath/ We slept a royal sleep in the royal gardens;/ And at Toledo walked/ Around the ramparts where they throw the garbage/ And glibly talked/ Of how the Spaniards lack all sense of business./ And Avila was cold/ And Segovia was picturesque and smelly/ And a goat on the road seemed old/ As the rocks or the Roman arches./ And Easter was wet and full/ In Seville and in the ring on Easter Sunday/ A clumsy bull and then a clumsy bull/ Nodding his banderillas died of boredom/ And the standard of living was low/ But that, we thought to ourselves, was not our business;/ All that the tripper wants is the status quo/ Cut and dried for trippers./ And we thought the papers a lark/ With their party politics and blank invective;/ And we thought the dark/ Women who dyed their hair should have it dyed more often./ And we sat in trains all night/ With the windows shut among civil guards and peasants/ And tried to sleep bolt upright;/ And cursed the Spanish rain/ And cursed their cigarettes which came to pieces/ And caught heavy colds in Cordova and in vain/ Waited for the right light for taking photos./ And we met a Cambridge don who said with an air/ "There’s going to be trouble shortly in this country",/ And ordered anis, pudgy and debonair,/ Glad to show off his mastery of the language./ But only an inch behind/ Map of olive and ilex, this painted boarding,/ Careless of visitors the people’s mind/ Was tunnelling like a mole to day and danger./ And the day before we left/ We saw the mob in flower at Algeciras/ Outside a toothless door, a church bereft/ Of its images and its aura./ And at La Linea while/ The night put miles between us and Gibraltar/ We heard the blood-lust of a drunkard pile/ His heaven high with curses;/ And the next day took the boat/ For home, forgetting Spain, not realizing/ That Spain would soon denote/ Our grief, aspirations;/ Not knowing that our blunt/ Ideals would find their whetstones, that our spirit/ Would find its frontier on the Spanish front,/ Its body in a rag-tag army.
Ilustración: Los tres músicos, 1618, Diego Velázquez
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