Alabanza*
Yo, Masaoka Shiki, me jacto:
he venido a dar testimonio de lo que va a pasar aquí
y ahora
en esta choza flotante sobre el páramo
donde voy a agotar los máximos placeres
de la vida:
la salvia y el romero
y esta íntima luna escarchada que cede
hacia el oeste…
Viva el asombro de cada día vivo
Viva el asombro de lo que no vive en vano
Y hace de su compenetración
la voz invicta, la invicta melodía…
*
El poeta canta cada línea del poema, como si encontrara
algo manso y definitivo; una secreta victoria personal.
Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948), inédito
Ilustración:
Recipiente, siglo XVIII, Torei Enji
no puede... no se puede. qué estúpidos somos, a veces.
ResponderBorrarDon Adúriz, jáctese cuanto quiera pues lo merece. Y sume: "Al cabo nada os debo, me debéis cuanto escribo". Salud, Irene
ResponderBorrargracias, Jorge, por este post y por la cecanía, Roxana
ResponderBorrar¡Qué hermoso poema! Celebro cuando un poeta, como Adúriz, es capaz de despojarse de toda una cultura como la occidental para tomar la voz de lo lejano, en este caso del Lejano Oriente. Pero al mismo tiempo hay resabios de lo dejado que enriquecen al poema.
ResponderBorrarUno anda saltando desprevenido de página en página por la web y lee de golpe: "y esta íntima luna escarchada que cede/ hacia el oeste..." Y ¡paf! de un golpe de belleza íntima nos abre los ojos.
Sí, viva el asombro. La poesía es la que sigue invicta.
Pd: recomiendo la lectura de "Esto es así" (2009), de J. Adúriz. Más de una sorpresa le espera allí al lector.