Canto a los hombres del vino tinto
Yo sé que vendrán, caminarán,
vendrán, caminarán, darán la vuelta,
dirán mi barco ballenero pesca en las Orcadas,
mi vejez es un canto de rayuela,
mi velador no caza mariposas,
vendrán, caminarán, dirán cualquiera
tiene un gorro frigio,
cualquiera tiene un tango,
tiene un agua tanino;
vendrán, caminarán, dirán la palabrota que les queda,
vendrán, caminarán, dirán del apio,
vendrán, caminarán, dirán que salga pato o gallareta,
dirán, caminarán, dirán qué bárbaro,
dirán imbécil,
dirán yo soy un hombre,
dirán piso la tierra.
Yo sé que ellos vendrán, caminarán.
Dirán, caminarán y cantarán con la violeta
y cantarán el ajo de los guisos
y el ábside, el gorrión, las azoteas.
Vendrán, caminarán, dirán que antepasados
murieron en cadalsos o en hogueras,
murieron sobre camas de hospitales,
sobre catres sin luz o sobre las veredas.
Vendrán, caminarán,
con la antigua zozobra
del alquiler,
con la herramienta húmeda, oxidada;
vendrán, caminarán, vendrán la siesta,
falseadores del sol,
halconeros audaces del de pronto,
viejos amigos míos, cantantes de violetas,
venteando lluvias coloradas,
cayendo, decayendo, diciendo que vendrán, caminarán,
diciendo apenas
que aquí vendrán, caminarán...
Y un chapoteo dulce pica en la piel
y uno sabe que están como los muertos:
acostados y duros y sin pena.
Como los muertos duros.
Los muertos ya no tienen vanagloria. Ni problemas.
Ni decapitación. Ni ley.
Ni llave familiar para el altillo. Ni retratos de abuelas.
Los muertos tienen solamente
un raptado moverse entre las cosas y una cruz oficial
y un pasado rumor de voces vivas en la oreja.
Y están bajo el zapato del que vive,
químicamente amargos, naturalmente pobres y de tierra.
Vendrán, caminarán. Observadores simples,
jugadores de truco, sacrílegos del agua,
bicarbonatos, hígados, confidencias,
lo que yo siempre tuve es poca suerte,
viejos amigos míos, cantantes de violetas.
Vendrán, caminarán.
Tendrán la mano abierta,
un tajo de dolor hundiendo sus infancias,
una hermosura en vino y un vino en la moneda.
Vendrán, caminarán.
La vida es tan correcta,
tan construida así como esas casas de diez pisos,
tan dócilmente puesta
hacia la muerte
que al encontrarlos
uno se siente afuera.
Vendrán, caminarán. Caña, pescado, pipa.
Pelos en la nariz, buenas noches me voy la tengo enferma
yo le voy a contar la historia de mi pueblo,
qué has quedado pensando marivelcha.
Yo sé que ellos vendrán, caminarán,
vendrán, caminarán, darán la vuelta.
Tienen cosas acaso que decir,
tienen qué preguntar: cuántas botellas,
cuántos lagares dulces,
cuánta ocupada mesa,
cuánto codo raído
o pantalón gastado en las veredas
o anoche me soñé vinado en un cadáver
o anoche me soñé a mi María muerta.
Vendrán, caminarán.
Visitarán mi tierra.
Vendrán, caminarán.
Fueron la tierra.
Vendrán, caminarán.
Se los tragó la tierra.
Vendrán, caminarán.
Campanas tocan en las copas. Buenas noches amigos,
buenas noches por catres, bodegones, viento al irse a dormir,
cantantes de violetas.
Mario Jorge de Lellis (Buenos Aires, 1922-1966), Cantos humanos, Colección Ventana de Buenos Aires, Buenos Aires, 1956
Yo sé que vendrán, caminarán,
vendrán, caminarán, darán la vuelta,
dirán mi barco ballenero pesca en las Orcadas,
mi vejez es un canto de rayuela,
mi velador no caza mariposas,
vendrán, caminarán, dirán cualquiera
tiene un gorro frigio,
cualquiera tiene un tango,
tiene un agua tanino;
vendrán, caminarán, dirán la palabrota que les queda,
vendrán, caminarán, dirán del apio,
vendrán, caminarán, dirán que salga pato o gallareta,
dirán, caminarán, dirán qué bárbaro,
dirán imbécil,
dirán yo soy un hombre,
dirán piso la tierra.
Yo sé que ellos vendrán, caminarán.
Dirán, caminarán y cantarán con la violeta
y cantarán el ajo de los guisos
y el ábside, el gorrión, las azoteas.
Vendrán, caminarán, dirán que antepasados
murieron en cadalsos o en hogueras,
murieron sobre camas de hospitales,
sobre catres sin luz o sobre las veredas.
Vendrán, caminarán,
con la antigua zozobra
del alquiler,
con la herramienta húmeda, oxidada;
vendrán, caminarán, vendrán la siesta,
falseadores del sol,
halconeros audaces del de pronto,
viejos amigos míos, cantantes de violetas,
venteando lluvias coloradas,
cayendo, decayendo, diciendo que vendrán, caminarán,
diciendo apenas
que aquí vendrán, caminarán...
Y un chapoteo dulce pica en la piel
y uno sabe que están como los muertos:
acostados y duros y sin pena.
Como los muertos duros.
Los muertos ya no tienen vanagloria. Ni problemas.
Ni decapitación. Ni ley.
Ni llave familiar para el altillo. Ni retratos de abuelas.
Los muertos tienen solamente
un raptado moverse entre las cosas y una cruz oficial
y un pasado rumor de voces vivas en la oreja.
Y están bajo el zapato del que vive,
químicamente amargos, naturalmente pobres y de tierra.
Vendrán, caminarán. Observadores simples,
jugadores de truco, sacrílegos del agua,
bicarbonatos, hígados, confidencias,
lo que yo siempre tuve es poca suerte,
viejos amigos míos, cantantes de violetas.
Vendrán, caminarán.
Tendrán la mano abierta,
un tajo de dolor hundiendo sus infancias,
una hermosura en vino y un vino en la moneda.
Vendrán, caminarán.
La vida es tan correcta,
tan construida así como esas casas de diez pisos,
tan dócilmente puesta
hacia la muerte
que al encontrarlos
uno se siente afuera.
Vendrán, caminarán. Caña, pescado, pipa.
Pelos en la nariz, buenas noches me voy la tengo enferma
yo le voy a contar la historia de mi pueblo,
qué has quedado pensando marivelcha.
Yo sé que ellos vendrán, caminarán,
vendrán, caminarán, darán la vuelta.
Tienen cosas acaso que decir,
tienen qué preguntar: cuántas botellas,
cuántos lagares dulces,
cuánta ocupada mesa,
cuánto codo raído
o pantalón gastado en las veredas
o anoche me soñé vinado en un cadáver
o anoche me soñé a mi María muerta.
Vendrán, caminarán.
Visitarán mi tierra.
Vendrán, caminarán.
Fueron la tierra.
Vendrán, caminarán.
Se los tragó la tierra.
Vendrán, caminarán.
Campanas tocan en las copas. Buenas noches amigos,
buenas noches por catres, bodegones, viento al irse a dormir,
cantantes de violetas.
Mario Jorge de Lellis (Buenos Aires, 1922-1966), Cantos humanos, Colección Ventana de Buenos Aires, Buenos Aires, 1956
Foto: Mario Jorge de Lellis (der.) con el narrador y dramaturgo Abelardo Castillo en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Publicada en Historia de la Literatura Argentina, volumen II, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1968
"Y un chapoteo dulce pica en la piel
ResponderBorrary uno sabe que están como los muertos:
acostados y duros y sin pena." Ah, y le juro que no es nostalgia; gracias, amigo, Irene