La nieve
Hoy, lo único específico es la nieve,
su trayectoria desde el cielo hasta la tierra baja.
La veo cómo cae, con el café en la mano y en pantuflas
mientras prospera la mañana debajo de las nubes de este invierno ajeno
y velo para que el cuervo de este día no perturbe el sueño de mis hijos,
lo que sueñan debajo de las mantas.
¿Cuánto sabrán del cielo los demás?
¿O soy el único detrás de una ventana
sobre la torre mocha de este barrio
ahora más blanco que hace un rato?
Y nieva, nieva, cae la nieve,
mientras mis hijos duermen, sueñan,
uno en cada cama de esta casa prestada.
Una ilusión como cualquiera al fin y al cabo.
Desmantelar la casa
Más allá de la ausencia y del enorme despropósito que sigue
–costumbres que cuesta desterrar,
como llamar todos los días, por ejemplo–
no estoy seguro de que haya algo así
como la verdadera medida de la muerte
hasta que la casa se vacía, porque entonces
lo que tenía un sentido y por supuesto historia
apenas se resume en inventarios:
dos cuadros, un sillón, el samovar,
la cama y el bargueño.
La porcelana inglesa ya no cuenta,
ni el baccarat, la plata,
primeras ediciones de nada que ahora importe.
Son cosas viejas,
objetos que boyan en los cuartos sin razón.
Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956), inéditos
Ilustración: A Room with a View (detalle) , s/f, Alexei Butirskiy
De Fondebrider en este blog:
La lluvia a mano / Botella
Muy bueno. El desamparao a través de los objetos
ResponderBorrarQué buenos poemas, Fonde.
ResponderBorrardónde en línea puedo leer más de este vato??? me gustó un chorro
ResponderBorrarUh, qué bueno. Un impacto. La casa (el útero materno) como centro objetivo y subjetivo. Buenísimo.
ResponderBorrarMaravilla
ResponderBorrarUna ilusión cualquiera, o la muerte constatable
Maravilla
ResponderBorrarUna ilusión cualquiera! O la muerte