Rama de frambuesas
El bosque detrás de los pensamientos,
las gotas de lluvia en ellos
y el otoño que los amarillea...
ah, pronunciar frambuesas,
susurrándote frutas al oído,
esas rojas, que cayeron al musgo.
Tu oído no las entiende,
mi boca no las pronuncia,
no detienen las palabras su decadencia.
Manos juntas entre pensamientos inconcebibles.
En la espesura se pierde la huella.
La luna abre su ojo,
amarillo y para siempre.
Donde yo vivo
Cuando abrí la ventana,
entraron peces en el cuarto,
arenques. Parecía
que pasaba un cardumen.
También entre los perales jugaron.
Pero la mayoría
se detenía aun en el bosque,
sobre los viveros y los guijarrales.
Son molestos. Pero más molestos aun son
los marineros
(también grados más altos, timoneles, capitanes)
que a menudo vienen a la ventana abierta
y piden fuego para sus malos tabacos.
Quiero mudarme.
Günter Eich (Lebus, Alemania, 1907 - Salzburgo, Austria, 1972), Poesía alemana de hoy (1945-1966), traducción de Rodolfo Alonso y Klaus Dieter Vervuert, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967
Foto: Günter Eich, 1970, Zemann/ ullstein bild/ Getty Images
No sé qué tienen en general los poetas alemanes, si es el idioma, o si es cosa de la traducción, o qué, pero son tan condenadamente buenos en ese modo prosaico y tan lírico a la vez...
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