Uno de "Deux poemes pour Charleville"
Ah, si fuéramos como una catedral.
Si tuviéramos nervios firmemente trenzados
Unos a otros sosteniéndose, limpios,
Y lisas, robustas columnas que no tiemblan
Y unos ojos de fuga que convoquen la luz
La conduzcan flotando y la eternicen;
Si hubiera en nosotros un reclinatorio
Para el íntimo descanso, y un confesionario
Con un viejo sacerdote que escuchara:
A nosotros, que hablaríamos siempre resonando,
Agitados, y a quienes nos buscan
Para aliviar su constricción;
¡Si hubiera un oratorio para elevar los ruegos!
Si tuviéramos un altar para postrarnos,
para la consagración
de nuestros bienes más caros;
Si en nuestras paredes hubiera vitrales
Y en ellos, proféticas, grabadas
Junto a las columnas pudiéramos leer
Escenas de nuestra caída y de nuestra salvación
Y desde lo alto nos contemplaran
Cuatro rosas luminosas y toda la genealogía
De nuestros mayores, señalándonos un camino
Trabajos de los meses, nuestros trabajos
Para la memoria y el perdón;
Si conociéramos la clave del laberinto
Si alguien la hubiera cifrado en algún lugar
Y solo debiéramos encontrar el manuscrito
Extraviado entre las ruinas de la cripta
Pero accesible con esfuerzo;
Si hubiera campanas en nosotros
Que desde la altura de unas torres resonaran
Por todo el horizonte, alegrándonos, alegrando...
Es cierto que, si así fuéramos,
Se habrían borrado los perfiles de los santos
Y habría naves desiertas y fríos confesionarios
Abandonados, y ángeles y arcángeles decapitados
Perdida su cabeza en gestas deleznables.
Pero a cambio todo en nosotros
Se dirigiría hacia lo alto, y tendríamos, quizá,
Una esperanza, una promesa
En forma de misterio propio
Que bien o mal duraría al menos el tiempo
De nuestra vida,
Y haría acaso, alguna vez,
Pensar a otros en su propia
Salvación.
Mario Campaña (Guayaquil, 1959), inédito
Ah, si fuéramos como una catedral.
Si tuviéramos nervios firmemente trenzados
Unos a otros sosteniéndose, limpios,
Y lisas, robustas columnas que no tiemblan
Y unos ojos de fuga que convoquen la luz
La conduzcan flotando y la eternicen;
Si hubiera en nosotros un reclinatorio
Para el íntimo descanso, y un confesionario
Con un viejo sacerdote que escuchara:
A nosotros, que hablaríamos siempre resonando,
Agitados, y a quienes nos buscan
Para aliviar su constricción;
¡Si hubiera un oratorio para elevar los ruegos!
Si tuviéramos un altar para postrarnos,
para la consagración
de nuestros bienes más caros;
Si en nuestras paredes hubiera vitrales
Y en ellos, proféticas, grabadas
Junto a las columnas pudiéramos leer
Escenas de nuestra caída y de nuestra salvación
Y desde lo alto nos contemplaran
Cuatro rosas luminosas y toda la genealogía
De nuestros mayores, señalándonos un camino
Trabajos de los meses, nuestros trabajos
Para la memoria y el perdón;
Si conociéramos la clave del laberinto
Si alguien la hubiera cifrado en algún lugar
Y solo debiéramos encontrar el manuscrito
Extraviado entre las ruinas de la cripta
Pero accesible con esfuerzo;
Si hubiera campanas en nosotros
Que desde la altura de unas torres resonaran
Por todo el horizonte, alegrándonos, alegrando...
Es cierto que, si así fuéramos,
Se habrían borrado los perfiles de los santos
Y habría naves desiertas y fríos confesionarios
Abandonados, y ángeles y arcángeles decapitados
Perdida su cabeza en gestas deleznables.
Pero a cambio todo en nosotros
Se dirigiría hacia lo alto, y tendríamos, quizá,
Una esperanza, una promesa
En forma de misterio propio
Que bien o mal duraría al menos el tiempo
De nuestra vida,
Y haría acaso, alguna vez,
Pensar a otros en su propia
Salvación.
Mario Campaña (Guayaquil, 1959), inédito
Nota: Los "Deux Poemes" de Campaña serán leídos en un homenaje a Arthur Rimbaud en Charleville, el pueblo natal del poeta francés, en octubre próximo.
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