-La destrucción del objetivo es la moral misma de los budistas, ¿no es cierto?
-Exactamente.
-...que dice: nunca hacer algo por sus frutos...
-Exactamente.
-Es probable que esa destrucción del objetivo entre los budistas sea para dar lugar a Dios. En usted, ¿para dar lugar a qué?
-Jugando con las palabras, diría que es para sustituir a Dios.
-¿Por él mismo probablemente...?
-Dejar sitio a Dios en otro sentido del que usted emplea, me parece. Por mi parte, no veo necesidad de nombrar un Dios imanente; y siempre me pareció que a partir del momento en que se nombra a Dios, se designa una trascendencia. Porque se define a Dios nombrándolo. Uno se liga a las definiciones, al menos en todas las teologías que hablaron de él.
-Sí, es una palabra muy trillada que naturalmente ha cambiado de sentido. Pero pienso que uno podría quizá entenderse sobre la idea de que puede llamarse Dios a la parte de uno mismo que encontramos válida por oposición a la que querría precisamente contraer las costumbres.
-Correría el riesgo entonces de engañar a los que me rodean. Porque si entendiera las cosas de ese modo, sería mi lado tonto, mi costado ridículo al que llamaría Dios, algo que quizá no es muy sensato...
-Sí, pero, en fin, ¿diría usted de manera más primaria que destruir el objetivo, como quiere, es hacerle sitio a Dios, o a la nada?
-Dios o nada, como se quiera. En realidad uno deja la puerta abierta.
-Exactamente, ¿pero usted acepta esa nada?
-No se puede decir que a partir del momento en que se suprime todo tipo de objetivo pueda llegar a haber aun nada. Nada, ya es mucho decir, ya que no nos importa un carajo. ¿No le parece?, no puede haber un objeto de pensamiento que se llame nada.
-¿Eso significa, por lo tanto, acoger en el instante lo que está en uno?
-Consiste en suprimir aquello que los milenios de humanidad acumularon en el pensamiento.
-Sí, ¿pero en provecho de qué?
-En provecho del desorden del pensamiento que me gusta, y que me parece, en resumidas cuentas, viene a contravenir una frustración general. En el desorden del pensamiento nace por ejemplo la poesía... No digo que sea la poesía lo que quise designar hace un momento, pero de todas maneras es una indicación. Hay algo profundamente poético en todo desorden del pensamiento.
-¿Desorden en relación a qué orden?
-Al orden muy simple del que hablaba, el orden que uno está obligado a tener cuando quiere hacer una valija para tomar el tren.
-Sí, entonces la poesía es el orden inverso de la valija, pero es también un orden.
-Exactamente.
-¿Tiene un modo especialmente poético de hacer su valija, es decir, amontonar los objetos en desorden?
-¡Ah no! Para nada, tengo mucho orden cuando hago mis valijas...
George Bataille, Una libertad soberana, Entrevistas, III. Traducción de Hugo Savino, Paradiso, Buenos Aires, 2007.
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