martes, agosto 29, 2006

Relaciones (II)

En Lugones el ámbito bucólico está insinuado. La escena seguramente sucede en un jardín. En el tango es decididamente campestre. La similitud de sentimientos e incluso paisaje se desvanece en el motivo de fondo: el adiós cotidiano ("habitual") de Lugones prefigura una separación definitiva en el cielo de la promesa, pero el júbilo se sobrepone cuando los amantes adivinan al mismo tiempo el sentimiento que los une; el tango-canción llora la despedida que tal vez implica al recatado inicio lugoniano. Los versos parecen responderse, unos desde la dicha que estará compuesta de mínimos abismos; los otros desde lo irremediable. En el poema, los personajes apenas dismulan lo que acaba de ocurrirles. En el tango, el protagonista se aviene a sonreír dignamente.

ALMA VENTUROSA

Al promediar la tarde de aquél día,
cuando iba mi habitual adiós a darte,
fue una vaga congoja de dejarte
lo que me hizo saber que te quería.

Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía...
con tu rubor me ilumino al hablarte,
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrentada todavía.

Fue silencio y temblor nuestra sorpresa;
más ya la plenitud de la promesa
nos infundía un júbilo tan grande,

que nuestros labios suspiraron quedos...
y mi alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviera deshojando.

(Leopoldo Lugones, Las horas doradas, 1922)



EL ADIOS

En la tarde que en sombras se moría,
buenamente nos dimos el adiós;
mi tristeza profunda no veías
y al marcharte sonreíamos los dos.
Y la desolación, mirándote partir,
quebraba de emoción mi pobre voz...
El sueño más feliz moría en el adiós
y el cielo para mí se obscureció.
En vano el alma
con voz velada
volcó en la noche la pena...
Sólo un silencio
profundo y grave
lloraba en mi corazón.
Sobre el tiempo transcurrido
vives siempre en mí,
y estos campos que nos vieron
juntos sonreír
me preguntan si el olvido
me curó de ti.
Y entre los vientos
se van mis quejas
muriendo en ecos,
buscándote...
mientras que lejos
otros brazos y otros besos
te aprisionan y me dicen
que ya nunca has de volver.
Cuando vuelva a lucir la primavera,
y los campos se pinten de color,
otra vez el dolor y los recuerdos
de nostalgias llenarán mi corazón.
Las aves poblarán de trinos el lugar
y el cielo volcará su claridad...
Pero mi corazón en sombras vivirá
y el ala del dolor te llamará.
En vano el alma
dirá a la luna
con voz velada la pena...
Y habrá un silencio
profundo y grave
llorando en mi corazón.

[1937]
(Virgilio San Clemente)

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