Es fácil ver, aquí y allá, que las malas y buenas conciencias atribuyen el odio y la violencia (también el racismo y el fundamentalismo) a la presencia de lo distinto, a la insoportable existencia del "otro". Personalmente, odio este término con resonancias lacanianas ("el inconsciente es el discurso del Otro") y reivindico el odio racional. Creo también que la cuestión es un poco más compleja.
En su crítica a Identy and Violence, del premionobel Amartya Sen, publicada en The Guardian y reproducida por la Ñ, John Gray define esa obra como "un infatigable ataque a la teoría solitarista, que sostiene que las identidades humanas se constituyen por medio de la pertenencia a un solo grupo social". Debemos el punto de vista solitarista a Samuel Huntington. Gray destaca su peligrosidad: la guerra al terrorismo fue acompañada de la copiosa difusión de la idea de que los musulmanes se definen por su identidad religiosa, la que su vez se apoyaría en la guerra al Occidente. Hecha la salvedad, Gray aborda la crítica a Sen:
1) "Al igual que muchos filósofos occidentales, parece pensar que el conflicto humano es resultado de un error intelectual. Sin embargo, si el error del solitarismo es tan evidente, ¿por que tanta gente sigue creyendo en éste y actuando en base a él?".
2) "Las comunidades chiíta, sunnita y kurda no se enfrentan porque tengan una concepción errada de la identidad humana. Atrapadas en la lógica brutal de la anarquía, libran una batalla por sobrevivir".
¿En qué concluye Gray, entonces? En que debemos volver a observar la naturaleza humana. Los que matan, lo hacen por miedo, desesperación o crueldad.
La cuestión de la identidad, agreguemos, sólo parece entrar en el juego cuando existe un preocupante desdoblamiento de la conciencia, en un grado determinado de convivencia. En esa instancia enfrentamos, con lo poco o mucho que de civilización hayamos acopiado, a nuestro William Wilson. Entonces, el asunto se convierte en algo autotorturante, más escabroso que la ancestral afirmación unicista: es un problema con lo igual, no con lo distinto. No por nada Poe coloca este acápite a su cuento:
¿Qué decir de ella?¿
Qué decir de la torva conciencia,
ese espectro en mi camino?
-Camberlayne, Pharronida
Wilson, como se recordará, se estremece más ante lo que tiene de común con su sosías que frente a la permanente actitud crítica de éste:
Tal vez parezca extraño que, pese a la continua ansiedad que me causaban la rivalidad de Wilson y su intolerable espíritu de contradicción, de alguna manera no podía resolverme a odiarlo. Sin duda, casi todos los días manteníamos una discusión en la que me cedía públicamente la palma de la victoria, aunque de alguna manera me hacía sentir que era él quien la merecía; sin embargo, una sensación de orgullo de mi parte, y una gran dignidad de la suya, nos mantenía siempre en lo que se ha dado en llamar "buenas relaciones", mientras en muchos aspectos nuestros temperamentos congeniaban, despertando en mí un sentimiento que sólo nuestras respectivas posturas impedían que madurara en amistad.
Lo que conduce a este desenlace:
Era Wilson. Pero ya no se expresaba en susurros y hubiera podido imaginar que era yo mismo el que hablaba cuando dijo:
-Has vencido y me entrego. Pero a partir de ahora tú también estás muerto...
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/william.htm
Me leí el cuento de Poe. A esta altura ya no diferencio si son cosas que he leído de chica o si sufro a cada paso fenómenos de falso reconocimiento. Pero éste último es sólo un comentario hecho al pasar. En cuanto a la guerra, no sé si el análisis de la naturaleza humana puede aplicarse a la naturaleza humana de masas. Tampoco creo que "el miedo, la desesperación o la crueldad" constituyan una enunmeración exhasutiva. Ni que las tres cosas tengan el mismo rango. El miedo y la desesperación, por ejemplo, parecen un gradiente de lo mismo. "Se te dijo que el imperialialismo avanza": no encuentro nada mucho más plausible para explicar la guerra.
ResponderBorrarDado tu uso del patronímico, seré Mauli.
no sé si se debe todo a que el imperialismo avanza, hay cuestiones muy elementales de identidad que se juegan allí, y me interesa la tesis de Gray: las tribus no se enfrentan por un error intelectual, que sería el de tener una concepción errada de la identidad, ésta aparece como una posibilidad de sobrevivir. En cuanto al odio al Otro, al diferente,eso es lo que sostiene la sociedad bienpensante de Occidente, cuando en realidad las guerras responden a otros intereses
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