La democracia moderna, lejos de ser una aristocracia universal, sería un gobierno de las masas de no ser por el hecho de que las masas no pueden gobernar, sino que están gobernadas por élites, esto es, por agrupaciones de hombres que, por la razón que sea, se encuentran en la cumbre o tienen muchas posibilidades de alcanzar la cumbre; una de las virtudes supuestamente más importantes que se exige a las masas para el buen funcionamiento de la democracia es la apatía electoral, a saber, la falta de espíritu público; aquellos ciudadanos que no leen nada excepto la sección deportiva y la página de historietas no son, sin duda, la sal de la tierra, sino la sal de la democracia moderna. La democracia no es entonces gobierno de masas sino cultura de masas.
Leo Strauss (Kirchhain, Hesse, 1899- Annapolis, Maryland, 1973), Liberalismo antiguo y moderno, 1968. Katz Editora, Buenos Aires, 2007. Trad. de Leonel Livchits
▼
miércoles, octubre 31, 2007
Existe la siguiente exigencia: aquél que debe ligar debe poseer una teoría universal de las cosas, para de esa manera estar en condiciones de aferrar al hombre, que de todas las cosas es, por así decirlo, su epílogo.
Giordano Bruno (Nola, 1549 -Roma, 1600), De la magia. De los vínculos en general, Cactus, Buenos Aires, 2007. Trad. Ezequiel Gatto, Pablo Ires.
De Vincvlis in Genere
Giordano Bruno (Nola, 1549 -Roma, 1600), De la magia. De los vínculos en general, Cactus, Buenos Aires, 2007. Trad. Ezequiel Gatto, Pablo Ires.
De Vincvlis in Genere
lunes, octubre 29, 2007
Poemas y batipoemas
X
Ahora las cosas han cambiado.
Gozo de popularidad entre la gente.
Me entero de que se ríen
a más no poder
de mis intentos
por alcanzar la cima del amor.
Mientras tanto
preparo una trampa que no fallará!
De Los poemas de amor que el Coyote le escribió al Correcaminos
V
Se despertó
alelado
sudando un miedo infinito;
la realidad de los batiguantes
y de la baticapa
le deparaba una certeza
todavía peor.
VI
Batman
se mira en un espejo.
Sabe que detrás de esa imagen
absurda
no hay nadie.
Ni siquiera Robin
lo vio tambalear.
De Los batipoemas
Osvaldo Bossi (Buenos Aires, 1963), Del coyote al correcaminos. Editorial Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2007
lunes, octubre 22, 2007
Hugo Padeletti / Dos poemas
SIEMPRE HAY UN NIMBO
de tormenta, un gladiolo
amarillo, un ancla herrumbrada
en un pozo.
Repaso
el polvo de canela,
la pez, la obstinación
del mosquito.
La sola persistencia
de un solo afán
posterga lo embozado
del vacío,
la adivinación por la sombra
(late
alguna fragua).
El peso de la vida
-¿siempre yo?-
es un monumento de agua
labrado en vilo.
LAS BORRADAS JUNTURAS IMPERIALES
se aflojan, las raíces
penetran,
el templo o fortaleza
se descarga.
La cifra
del recinto central -la recompensa
del trazado-
no hace mella en la estirpe
del bambú, en la semilla
funeraria.
Ni el rito
instruido en la roca, ni el secreto
enredado en las runas,
ni el vigilante ancestro del coral
-héroe o dios- ni la música
notada
abolieron la dínamo del sol,
la sal, el estatuto
de las dunas.
Hugo Padeletti (Alcorta, 1928), El andariego. Poemas 1944-1980. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007
jueves, octubre 18, 2007
Tal vez sea una buena manera de leer poesía pensar que todo poeta contiene tres libros básicos de Aristóteles: Política, Poética y Lógica. La Política aristotélica es la formulación de la ciudad perfecta, con un sistema y un número de habitantes limitado que hace posible el funcionamiento del sistema. La Poética indica las estructuras a las que inevitablemente se ciñen, como modelos míticos, los discursos artísticos. Ellas son lírica, épica y drama. La Lógica pone límites al pensamiento, propone un mecanismo que opera por partes, que necesita estaciones, puntos de apoyo. Cualquier cadena de causas y efectos se reduce a dos eslabones, a dos premisas básicas. Será necesario definir nuestras premisas, las premisas de un poeta, sus puntos de apoyo. ¿Cómo?
Volvamos a la Política. Para existir, el poeta requiere una ciudad con cupo limitado. No todos pueden --y si no pueden, no deben-- disfrutar de un poeta. Así pues, lo primero que debe hacer un lector es definir si es parte de esa ciudad. Si siente que sí, pero aún no entiende, pase a la Poética: piense que ha de haber épica, drama y lírica en proporciones variables en cualquier poeta del que se trate, siendo que la lírica, expresión de sentimientos personales de acuerdo con el sistema aristotélico, es el punto de fuga, la arbitrariedad tolerable. Por último, el poeta tendrá un campo limitado de vínculos y claves, por extenso que sea, en la sucesión infinita. El mecanismo de sus "asociaciones libres" responderá a dos premisas básicas.
Nos enseña Eliot que cada gato tiene tres nombres: un nombre común, como Michifuz o Blanquita; uno más privado, el de su dinastía, que pocos conocen (nombres raros, como Nabucodonosor, cada uno de los cuales pertenece a unos pocos gatos), y por último, un nombre único, en cuya contemplación se pierde más de un vez el gato. Aunque el gato conociera el alfabeto --esto es seguro, aunque no lo dice Eliot-- el gato no podría pronunciar aquel nombre.
Así es con las premisas básicas de un poeta. Sólo él las contempla, pero no puede decirlas. Claro que gracias a su Política y su Poética, conocidas a fondo, podemos participar de la contemplación de su Lógica.
Jorge Aulicino
Ñ n°5 / 1° de noviembre de 2003
Volvamos a la Política. Para existir, el poeta requiere una ciudad con cupo limitado. No todos pueden --y si no pueden, no deben-- disfrutar de un poeta. Así pues, lo primero que debe hacer un lector es definir si es parte de esa ciudad. Si siente que sí, pero aún no entiende, pase a la Poética: piense que ha de haber épica, drama y lírica en proporciones variables en cualquier poeta del que se trate, siendo que la lírica, expresión de sentimientos personales de acuerdo con el sistema aristotélico, es el punto de fuga, la arbitrariedad tolerable. Por último, el poeta tendrá un campo limitado de vínculos y claves, por extenso que sea, en la sucesión infinita. El mecanismo de sus "asociaciones libres" responderá a dos premisas básicas.
Nos enseña Eliot que cada gato tiene tres nombres: un nombre común, como Michifuz o Blanquita; uno más privado, el de su dinastía, que pocos conocen (nombres raros, como Nabucodonosor, cada uno de los cuales pertenece a unos pocos gatos), y por último, un nombre único, en cuya contemplación se pierde más de un vez el gato. Aunque el gato conociera el alfabeto --esto es seguro, aunque no lo dice Eliot-- el gato no podría pronunciar aquel nombre.
Así es con las premisas básicas de un poeta. Sólo él las contempla, pero no puede decirlas. Claro que gracias a su Política y su Poética, conocidas a fondo, podemos participar de la contemplación de su Lógica.
Jorge Aulicino
Ñ n°5 / 1° de noviembre de 2003
lunes, octubre 15, 2007
Santiago Sylvester / De "El reloj biológico"
(nada es incalculable)
Siempre se puede saber cuántas nubes, cuántos nogales, cuántos pájaros
se necesita para que exista esta abertura
donde machos y hembras multiplican todo lo que se ve.
Hay
conexiones: la curiosidad que une a los contrarios, la tentación inacabable,
y en medio de eso
la naturaleza con sus plazos: un buen pagador que respeta acuerdos;
porque incluso en lo que tiene de atolondrada
cumple su palabra torrencial: la que desborda ríos, atruena o incendia con hipérbole.
Y en este juego, cada uno
para el otro
es el mundo exterior: la trama problemática que comenzó en el
agua nos hizo reptar unos cuantos milenios, hasta que
levantamos la cerviz y ya nunca volvimos al origen: un
hombre se ha hecho para caminar, para nacer y morir en
todas partes con el trenzado del ADN: ramificaciones y
sorpresas.
Todo cabe y resiste
en esta corriente que no termina,
este largo viaje en el que plantas, días nublados, palomas
y fracasos
cantan a coro:
vos con tu suave armonía,
yo con mi voz desigual.
Santiago Sylvester (Salta, 1942), El reloj biológico. Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2007
Siempre se puede saber cuántas nubes, cuántos nogales, cuántos pájaros
se necesita para que exista esta abertura
donde machos y hembras multiplican todo lo que se ve.
Hay
conexiones: la curiosidad que une a los contrarios, la tentación inacabable,
y en medio de eso
la naturaleza con sus plazos: un buen pagador que respeta acuerdos;
porque incluso en lo que tiene de atolondrada
cumple su palabra torrencial: la que desborda ríos, atruena o incendia con hipérbole.
Y en este juego, cada uno
para el otro
es el mundo exterior: la trama problemática que comenzó en el
agua nos hizo reptar unos cuantos milenios, hasta que
levantamos la cerviz y ya nunca volvimos al origen: un
hombre se ha hecho para caminar, para nacer y morir en
todas partes con el trenzado del ADN: ramificaciones y
sorpresas.
Todo cabe y resiste
en esta corriente que no termina,
este largo viaje en el que plantas, días nublados, palomas
y fracasos
cantan a coro:
vos con tu suave armonía,
yo con mi voz desigual.
Santiago Sylvester (Salta, 1942), El reloj biológico. Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2007
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jueves, octubre 11, 2007
Dylan Thomas / No entres dócilmente ... (Versión III)
NO ENTRES DOCILMENTE EN ESA PLACIDA NOCHE
No entres dócilmente en esa plácida noche,
la vejez debería arder y delirar al terminar el día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios reconocen al morir que la tiniebla es justa,
porque ningún relámpago han clavado sus palabras
no entran dócilmente en esa plácida noche.
Los buenos, que en el último gesto lloran por el brillo
con que sus frágiles actos hubieran podido bailar en una verde bahía,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los salvajes, que atraparon y cantaron el sol en vuelo,
y demasiado tarde aprenden que lo han apenado en su camino,
no entran dócilmente en esa plácida noche.
Los solemnes, cerca de la muerte, que ven con mirada cegadora
que los ojos ciegos pudieron brillar igual que meteoros y alegrarse,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú, mi padre, allí en la triste altura,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te suplico.
No entres dócilmente en esa plácida noche.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Dylan Thomas (Gales, 1914-Estados Unidos, 1953), trad. de Gerardo Gambolini, Los grandes poetas, prólogo de Jorge Fondebrider, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1988
No entres dócilmente en esa plácida noche,
la vejez debería arder y delirar al terminar el día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios reconocen al morir que la tiniebla es justa,
porque ningún relámpago han clavado sus palabras
no entran dócilmente en esa plácida noche.
Los buenos, que en el último gesto lloran por el brillo
con que sus frágiles actos hubieran podido bailar en una verde bahía,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los salvajes, que atraparon y cantaron el sol en vuelo,
y demasiado tarde aprenden que lo han apenado en su camino,
no entran dócilmente en esa plácida noche.
Los solemnes, cerca de la muerte, que ven con mirada cegadora
que los ojos ciegos pudieron brillar igual que meteoros y alegrarse,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú, mi padre, allí en la triste altura,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te suplico.
No entres dócilmente en esa plácida noche.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Dylan Thomas (Gales, 1914-Estados Unidos, 1953), trad. de Gerardo Gambolini, Los grandes poetas, prólogo de Jorge Fondebrider, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1988
martes, octubre 09, 2007
Dylan Thomas / No entres dócilmente...
N. del Ad.: Dos versiones de un poema legendario. Al nombre de pila de este poeta galés debemos el que finge ser apellido en el seudónimo de Robert Zimmerman. Y a la mítica leyenda sobre su muerte, el de una revista efímera de marcadísima presencia en la poesía argentina actual. La anécdota se cita en la contratapa del libro en el que se incluye la segunda versión aquí publicada: "A la hora y media regresa como un sonámbulo de las calles de Nueva York y dice las que serían sus últimas palabras conscientes: 'He tomado dieciocho whiskies seguidos, creo que es un buen record'". Detrás de estas dos versiones, además, hay una discusión más filosófica que técnica sobre la traducción de poesía.
DO NOT GO GENTLE INTO THAT GOOD NIGHT
Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.
Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.
Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.
Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.
Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.
And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.
Dylan Thomas (Swansea, Gales 1914-Nueva York, Estados Unidos, 1953)
NO ENTRES DOCILMENTE EN LA NOCHE CALLADA
No entres dócilmente en la noche callada,
Que al morir la luz la vejez debería
Delirar y arder; odia el fin de la jornada.
Aunque el sabio ve en su ocaso la alborada,
Como a su verbo el rayo vigor no confía
No entra dócilmente en la noche callada.
Llora el hombre bueno tras la última oleada,
Por lo que pudo su obra danzar en la bahía,
Y odia, odia feroz el fin de la jornada.
Y el loco, que al sol cogió al vuelo en su “albada”,
Y advierte, aunque tarde, la ofensa que le hacía,
No entra dócilmente en la noche callada.
Y el grave, que al morir ve con ciega mirada
Que ojos ciegos ser pueden meteoros de alegría,
Odia, odia feroz el fin de la jornada.
Y tú, padre mío, de tu cima alejada,
Maldice o bendíceme con voz airada o pía.
No entres dócilmente en la noche callada.
Odia, odia feroz el fin de la jornada.
Trad. Esteban Pujals
Vía Nostalgias imperiales
NO ENTRES DOCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte,
que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse
y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro
con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Trad. Elizabeth Azcona Cranwell, Dylan Thomas, poemas completos. Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1974
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Foto: Dylan Thomas, Nueva York, 1950. Hulton Archive/Getty Images
lunes, octubre 08, 2007
Ochenta y cinco años de una tierra yerma
La tierra baldía (fragmento)
A la hora de color violeta, cuando del escritorio alzamos los ojos y las espaldas,
Cuando la humana máquina aguarda
Cual taxímetro en marcha,
Yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
Anciano de arrugadas tetas, puedo ver
A la hora de color violeta, a esa hora de la tarde que nos conduce
Camino del hogar y la mar trae de vuelta a su casa al marinero;
Y la mecanógrafa, para tomar el té de la tarde, recoge las sobras del desayuno, calienta
La estufa y prepara su comida a base de conservas.
Fuera de la ventana, puestas peligrosamente a secar, cuelgan
Sus prendas íntimas, manoseadas por los últimos rayos del sol.
Sobre el sofá (que le sirve de cama por la noche) se amontonan
Medias, chinelas, chambras y sostenes.
Yo, Tiresias, anciano de arrugadas tetas de mujer
Vi la escena y predije lo demás.-
Yo también esperaba la ansiada visita.
Él, joven carbuncoso, llega,
Secretario de un agente de una pequeña firma comercial, de mirada imprudente,
Uno de esos bribones en quien el descaro se ensarta
Como chistera en la cabeza de un millonario de Bradford.
La hora es favorable, y tal como él se figurara,
La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada,
Él trata de envolverla con caricias
Que, si bien consentidas, no son deseadas,
Animoso y resuelto, él la asalta sin demora;
Sus manos acuciosas no encuentran resistencia alguna,
Su vanidad no necesita respuesta,
Y hasta recibe con agrado tal indiferencia.
(Y yo, Tiresias, he permitido todo
Lo que ocurriera en este mismo sofá o lecho;
Yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas
Y anduve entre lo más bajo de los muertos).
Le da un condescendiente beso postrero
Y baja a tientas por la escalera sin luces...
T. S. Eliot (Missouri, 1888-Londres, 1965), La tierra baldía, 1922
Por la versión, José Luis Rivas
A la hora de color violeta, cuando del escritorio alzamos los ojos y las espaldas,
Cuando la humana máquina aguarda
Cual taxímetro en marcha,
Yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
Anciano de arrugadas tetas, puedo ver
A la hora de color violeta, a esa hora de la tarde que nos conduce
Camino del hogar y la mar trae de vuelta a su casa al marinero;
Y la mecanógrafa, para tomar el té de la tarde, recoge las sobras del desayuno, calienta
La estufa y prepara su comida a base de conservas.
Fuera de la ventana, puestas peligrosamente a secar, cuelgan
Sus prendas íntimas, manoseadas por los últimos rayos del sol.
Sobre el sofá (que le sirve de cama por la noche) se amontonan
Medias, chinelas, chambras y sostenes.
Yo, Tiresias, anciano de arrugadas tetas de mujer
Vi la escena y predije lo demás.-
Yo también esperaba la ansiada visita.
Él, joven carbuncoso, llega,
Secretario de un agente de una pequeña firma comercial, de mirada imprudente,
Uno de esos bribones en quien el descaro se ensarta
Como chistera en la cabeza de un millonario de Bradford.
La hora es favorable, y tal como él se figurara,
La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada,
Él trata de envolverla con caricias
Que, si bien consentidas, no son deseadas,
Animoso y resuelto, él la asalta sin demora;
Sus manos acuciosas no encuentran resistencia alguna,
Su vanidad no necesita respuesta,
Y hasta recibe con agrado tal indiferencia.
(Y yo, Tiresias, he permitido todo
Lo que ocurriera en este mismo sofá o lecho;
Yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas
Y anduve entre lo más bajo de los muertos).
Le da un condescendiente beso postrero
Y baja a tientas por la escalera sin luces...
T. S. Eliot (Missouri, 1888-Londres, 1965), La tierra baldía, 1922
Por la versión, José Luis Rivas
domingo, octubre 07, 2007
Geoffrey Hill / Dos poemas
Ex Propertio
Alentado a practicar la adivinación
por un arúspice locuaz - ¿Qué pasa aquí?
Los adivinos mantienen inviolado su arte.
Incitado por un mago renegado
destripé mis lealtades a la ley y al amor,
en parte retóricas. El amor vuelve a infiltrar en los muertos
como un nigromante mientras la ley se transgrede
a sí misma: dos antiguos matices de gravedad,
la autoridad mero poder, poder en la autoridad.
El acto del amor superando la elocuencia –
una sombra allí de Amor que deja a su paso.
No recuperaré la magia de la adivinación
con estos pernos y argollas, ni con el anillo de himeneo
de hierro derruido, ni con la marca que cauteriza.
Luxe, Calme et Volupté
La pérdida no se ha esfumado; ni ha llegado a su fin;
es más el merodear desde un embrujado futuro
que no fue nuestro y que ahora no puede ser invocado
a la existencia por un consentimiento demasiado tardío.
Los movimientos hacia la vida solo están vivos
de un modo abstracto, me atrevería a decir.
Nosotros dos aquí reunidos en epitafio
aguardando la piedra.
Geoffrey Hill (Bromsgrove, Worcestershire, Inglaterra, 1932-Cambridge, Inglaterra, 2016), Without Title, Penguin Group, Nueva York, 2006
Versiones: Jorge Salvetti y Darío Rojo
Alentado a practicar la adivinación
por un arúspice locuaz - ¿Qué pasa aquí?
Los adivinos mantienen inviolado su arte.
Incitado por un mago renegado
destripé mis lealtades a la ley y al amor,
en parte retóricas. El amor vuelve a infiltrar en los muertos
como un nigromante mientras la ley se transgrede
a sí misma: dos antiguos matices de gravedad,
la autoridad mero poder, poder en la autoridad.
El acto del amor superando la elocuencia –
una sombra allí de Amor que deja a su paso.
No recuperaré la magia de la adivinación
con estos pernos y argollas, ni con el anillo de himeneo
de hierro derruido, ni con la marca que cauteriza.
Luxe, Calme et Volupté
La pérdida no se ha esfumado; ni ha llegado a su fin;
es más el merodear desde un embrujado futuro
que no fue nuestro y que ahora no puede ser invocado
a la existencia por un consentimiento demasiado tardío.
Los movimientos hacia la vida solo están vivos
de un modo abstracto, me atrevería a decir.
Nosotros dos aquí reunidos en epitafio
aguardando la piedra.
Geoffrey Hill (Bromsgrove, Worcestershire, Inglaterra, 1932-Cambridge, Inglaterra, 2016), Without Title, Penguin Group, Nueva York, 2006
Versiones: Jorge Salvetti y Darío Rojo
---
Foto: Great War Fiction
sábado, octubre 06, 2007
Durante una temporada en Monterrey, Garbeld analizó --fríamente, como era su costumbre-- el poema Piedra de Sol, de Octavio Paz. Comprendía el castellano, aunque no podía hablarlo ni escribirlo. No sabía nada sobre su fonética pero percibía con claridad extraña su estructura. "Osbserve que Paz habla de las ramas de un durazno", me dijo cuando volvía de procurarle, a alto precio, tabaco puro de Virginia en un lejano estanco. "Suena, en realidad, extraño", dije. "No por cierto si pensamos, y seguramente Paz lo pensaba, que el durazno engendra el duraznero". "Me temo --dije-- que se equivoca, suele el pueblo llamar al árbol por su fruto". "Precisamente", repuso Garbeld. "¿Y cree usted que esa sinécdoque es casual, producto de una comodidad o simplificación del lenguaje?". "Estoy casi seguro", dije. "Apunte para una filosofía de la gramática popular: resumen en la abundancia; percepción instintiva de la verdad platónica". "No intente confundirme", dije. "Está tan claro como el agua, joven. El durazno antecede al duraznero, pero no en la mera filosofía del lenguaje, y no sólo en la más profunda del pensamiento, sino en la realidad específica". "De modo --dije-- que usted supone que el fruto permanece invisible hasta que el árbol entero crece a su alrededor como una obertura". "Lo ha dicho usted bastante bien", concluyó Garbeld (por así decirlo).
Gustav Who, Charlas en los trópicos, Oldenburg, Baja Sajonia, 1958
Gustav Who, Charlas en los trópicos, Oldenburg, Baja Sajonia, 1958
Octavio Paz / 50 años de una piedra de sol
Piedra de sol
(fragmento)
cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas de un durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos de lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,
Octavio Paz (México DF, 1914-1998), Piedra de sol, Fondo de Cultura Económica, México, 1957
cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas de un durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos de lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,
Octavio Paz (México DF, 1914-1998), Piedra de sol, Fondo de Cultura Económica, México, 1957
La otra mitad
Nacimiento de la simetría
a Osvaldo Torasso
De esas dos mitades sólo una es real.
Hechizada por su aparición
y antes que la luz la disuelva
engendró otra para verse.
Medio árbol es el que extiende sus ramas para tocarse,
medio hombre el que custodia su propia calavera
y sólo con un ala y un espejo vuela la mariposa.
Una desesperada volandería de mitades llena de mañanas el mundo.
Siempre que la muerte, que es tuerta,
con su ojo demasiado solitario
no se atreva a mirar,
lo irreal semillará la tierra.
Leopoldo Castilla (Salta, 1947), El amanecido. Ediciones el Mono Armado, Buenos Aires, 2005
miércoles, octubre 03, 2007
Jim Morrison / El fin
Este es el fin,
hermosa amiga.
Este es el fin,
mi única amiga, el fin.
De nuestros planes elaborados, el fin.
De todo lo que está en pie, el fin.
Ninguna seguridad o sorpresa, el fin.
Nunca volveré a mirar dentro de tus ojos
Puedes imaginar lo que vendrá
tan ilimitado y libre,
desesperadamente necesitado de la mano extraña
en una tierra desesperada.
Perdido en un romano desierto de dolor.
Todos los chicos están locos.
Todos los chicos locos.
Esperan la lluvia del verano.
Hay peligro en el límite de la ciudad.
Monta la autopista de los reyes, nena.
Escenas extrañas dentro de la mina de oro
Monta la autopista Oeste, nena.
Monta la serpiente, monta la serpiente.
Hacia el lago, el lago antiguo, nena.
La serpiente es larga, como de siete millas
Monta la serpiente. Está vieja, su piel es fría.
El Oeste es lo mejor
Ven, y haremos bien el resto.
El ómnibus azul nos está llamando.
Conductor, ¿adónde vamos?
El asesino se despertó antes de amanecer.
Se calzó las botas
y tomó una cara de su antigua galería.
Caminó por el pasillo
y entró en el cuarto de su hermana
y pagó una visita a su hermano.
Caminó por el pasillo
y miró dentro de un cuarto.
Padre
Sí, hijo
Quiero matarte.
Madre... quiero cogerte.
Vamos, toma esta oportunidad con nosotros, nena.
Y encuéntrame en la parte trasera del ómnibus azul.
Haciendo un rock azul en un ómnibus azul.
Mata, mata, mata, mata, mata, mata.
Me lastima dejarte ir,
pero jamás me seguirás.
Es el fin de la risa y las dulces mentiras.
Fin de la noche en que quisimos morir.
Este es el fin.
Jim Morrison (Melbourne, Florida, Estados Unidos, 1943 - París, 1971), LP The Doors, Elektra, 1967
Versión del Administrador
The End
This is the end
Beautiful friend
This is the end
My only friend, the end
Of our elaborate plans, the end
Of everything that stands, the end
No safety or surprise, the end
I'll never look into your eyes...again
Can you picture what will be
So limitless and free
Desperately in need...of some...stranger's hand
In a...desperate land
Lost in a roman...wilderness of pain
And all the children are insane
All the children are insane
Waiting for the summer rain, yeah
There's danger on the edge of town
Ride the king's highway, baby
Weird scenes inside the gold mine
Ride the highway west, baby
Ride the snake, ride the snake
To the lake, the ancient lake, baby
The snake is long, seven miles
Ride the snake...he's old, and his skin is cold
The west is the best
The west is the best
Get here, and we'll do the rest
The blue bus is callin' us
The blue bus is callin' us
Driver, where you taken' us
The killer awoke before dawn, he put his boots on
He took a face from the ancient gallery
And he walked on down the hall
He went into the room where his sister lived, and...then he
Paid a visit to his brother, and then he
He walked on down the hall, and
And he came to a door...and he looked inside
Father, yes son, I want to kill you
Mother...i want to...fuck you
C'mon baby, take a chance with us
C'mon baby, take a chance with us
C'mon baby, take a chance with us
And meet me at the back of the blue bus
Doin' a blue rock
On a blue bus
Doin' a blue rock
C'mon, yeah
Kill, kill, kill, kill, kill, kill
This is the end
Beautiful friend
This is the end
My only friend, the end
It hurts to set you free
But you'll never follow me
The end of laughter and soft lies
The end of nights we tried to die
This is the end
Madre... quiero cogerte.
Vamos, toma esta oportunidad con nosotros, nena.
Y encuéntrame en la parte trasera del ómnibus azul.
Haciendo un rock azul en un ómnibus azul.
Mata, mata, mata, mata, mata, mata.
Me lastima dejarte ir,
pero jamás me seguirás.
Es el fin de la risa y las dulces mentiras.
Fin de la noche en que quisimos morir.
Este es el fin.
Jim Morrison (Melbourne, Florida, Estados Unidos, 1943 - París, 1971), LP The Doors, Elektra, 1967
Versión del Administrador
The End
This is the end
Beautiful friend
This is the end
My only friend, the end
Of our elaborate plans, the end
Of everything that stands, the end
No safety or surprise, the end
I'll never look into your eyes...again
Can you picture what will be
So limitless and free
Desperately in need...of some...stranger's hand
In a...desperate land
Lost in a roman...wilderness of pain
And all the children are insane
All the children are insane
Waiting for the summer rain, yeah
There's danger on the edge of town
Ride the king's highway, baby
Weird scenes inside the gold mine
Ride the highway west, baby
Ride the snake, ride the snake
To the lake, the ancient lake, baby
The snake is long, seven miles
Ride the snake...he's old, and his skin is cold
The west is the best
The west is the best
Get here, and we'll do the rest
The blue bus is callin' us
The blue bus is callin' us
Driver, where you taken' us
The killer awoke before dawn, he put his boots on
He took a face from the ancient gallery
And he walked on down the hall
He went into the room where his sister lived, and...then he
Paid a visit to his brother, and then he
He walked on down the hall, and
And he came to a door...and he looked inside
Father, yes son, I want to kill you
Mother...i want to...fuck you
C'mon baby, take a chance with us
C'mon baby, take a chance with us
C'mon baby, take a chance with us
And meet me at the back of the blue bus
Doin' a blue rock
On a blue bus
Doin' a blue rock
C'mon, yeah
Kill, kill, kill, kill, kill, kill
This is the end
Beautiful friend
This is the end
My only friend, the end
It hurts to set you free
But you'll never follow me
The end of laughter and soft lies
The end of nights we tried to die
This is the end
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Foto: Jim Morrison The Doors
God
God is a concept,
By which we can measure,
Our pain,
I'll say it again,
God is a concept,
By which we can measure,
Our pain,
I don't believe in magic,
I don't believe in I-ching,
I don't believe in Bible,
I don't believe in tarot,
I don't believe in Hitler,
I don't believe in Jesus,
I don't believe in Kennedy,
I don't believe in Buddha,
I don't believe in mantra,
I don't believe in Gita,
I don't believe in yoga,
I don't believe in kings,
I don't believe in Elvis,
I don't believe in Zimmerman,
I don't believe in Beatles,
I just believe in me,
Yoko and me,
And that's reality.
The dream is over,
What can I say?
The dream is over,
Yesterday,
I was dreamweaver,
But now I'm reborn,
I was the walrus,
But now I'm John,
And so dear friends,
You just have to carry on,
The dream is over
John Lennon (Liverpool, 1940- Nueva York, 1980)