martes, enero 31, 2017

Ismaíl Kadaré / Dos poemas















Campos invernales

Campos sembrados
con cabezas de visires y bajaes,
condes y coroneles:
silba el viento sobre ellos.
Una hoja que vuela,
una crin de caballo
y las plumas de un ave
se convierten de repente
en símbolos, enseñas y grados.
El llano desolado invoca viejos fantasmas
(cuántas veces en verano
dictaron que aquí era invierno).
Pero el trigo brotará dentro de poco,
se esfumarán esos espectros por ahora,
hasta que, tras la cosecha y las primeras lluvias,
otra vez se presenten.


Exorcismo

¿Qué era ese vago resplandor como de la otra vida?
¿Por qué un fuego pareció engendrar otro fuego,
aunque helado, y dentro del gemido,
qué fue esa especie de queja?
Aéreas máscaras se proyectaban aquí y allá
como llamas en busca de un rostro en que posarse.
¿Por qué una mujer se incorporó gritando en sueños:
“me estoy quedando estéril”?
Y ¿qué risa era aquella
que se rasgó por dentro
y desplomó como ruina?

Otra vez vagan en busca cada cual de su cabeza,
angustiados por no hallarla. ¿Dónde, dónde? ¿Cuál?
En la llanura invernal quedará flotando su congoja.

Troya resucitaba.
Y Grecia se estremeció de angustia.
Los hombres de Estado se reunieron.
Por todas partes cundió la alarma.
El ejército estaba alerta. La policía. Los filósofos.
Las cárceles y los diplomáticos.
Todo estaba a la espera.

Se debatió largo tiempo qué partido tomar.
Se abrieron los archivos,
las crónicas antiguas fueron consultadas.
Hasta que al fin se halló la solución:
llamar a lo aedos
para calmar los ánimos, amputar Troya.
Separar Troya de Grecia
como se extirpa un tumor,
para salvar a Grecia.
Y así se hizo.

Ismaíl Kadaré (Gjirokastra, Albania, 1936), Antología poética, Pre-Textos, Valencia, 2014
Traducción de Ramón Sánchez Lizarralde
Envío de Jonio González

lunes, enero 30, 2017

Mercedes Alvarez / Cuando haya transcurrido tiempo...















Cuando haya transcurrido tiempo
cambiará todo
Europa y su farsa de castillos
y sus hombres disfrazados de campesinos
los atractivos mundiales
un orden habitual de prioridades.
La piedra como testimonio
mudez de lo inorgánico
reemplazada por basura
el testimonio de la imagen
volverá nuevamente a las palabras
las estrellas en el cielo por toda luz
el fin de los mesianismos
el cuerpo recuperado como medio
el trabajo de las manos
los alces enterrados
bajo montañas de tecnología obsoleta .
La carne sola
frente al silencio de Dios
y finalmente
también el final de la palabra.

[inédito]

Mercedes Alvarez (Tandil, Argentina, 1979)

Foto: Mercedes Alvarez por Magdalena Siedlecki

domingo, enero 29, 2017

Massimo Gezzi / Dos poemas














Hallazgos

En la tierra se leen muchísimos
acontecimientos, me doy cuenta mientras voy por
un sendero de campo que no había
vuelto a recorrer: los troncos segados a la par
del terreno resisten por siglos;
a veces reaparece un objeto
que parece extraterrestre, tanta es la distancia
que lo separa del presente. Un día, por ejemplo,
he encontrado en el pequeño jardín
de delante de mi casa una máquina
de coser en miniatura, trastería o juguete,
negra y desconchada pero del todo
conservada, que al limpiarla habría dado
una elegancia démodé a un mueble
antiguo. Más raramente se encuentran
confetis de papel, a veces de periódicos pornográficos,
otros de firmas y escrituras impronunciables,
desteñidos por las babas o recortados
por quién sabe qué mandíbula paciente.
                                   Yo también sé decir
dónde están sepultados mis dos perros, blancos
y poderosos, enterrados por mi padre
después de años de paseos vespertinos
y de caricias. Quién sabe qué resiste, ahora,
de aquellos cuerpos, si los largos filamentos del pelo
o los colmillos caninos, o si es como
se hubieran transitado para nada
por aquella tierra, extintos del todo, devorados por insectos
que tal vez habré pisado sin demasiada
atención, no entendiendo que en el cric
de aquellos esqueletos retumbaba el latido
familiar de mis perros, la saliva que dejaba
minúsculos globos más oscuros en el cemento,
breves constelaciones evaporadas
en un segundo, en seguida desaparecidas en otras formas
ellas también.


Grottammare

Las generaciones que han hecho Grottammare,
los hombres que ordenadamente han izado
las piedras de este murallón
en desplomo - los inquilinos de las casas
desiertas todo el año, que han quitado
los postigos agrietados para elegir unos nuevos -
los albañiles, que han situado en los lugares
los cubitos de pórfido, los ancianos
que han trasplantado los brotes de las matas
que ahora enloquecen por los capullos.
Y a la izquierda, este paseo marítimo descarnado
que parece sin límites, de noche,
este dominó de luces que atraviesa
los confines regionales, para todas las personas
que dividen una tierra, y delante de una mesa
conversan o se ignoran -

al débil silencio de la luna, esta noche,
cómo quieren hablar ellos a los transeúntes,
señalar con orgullo el muro edificado
con las propias energías, el agave plantado por juego
y después proliferado, su pasado en esta casa
o en esta otra, invisibles y mudos, convencidos
de que las cosas, al final, se acuerdan de cada uno,
mientras cae la escarcha en el balcón y la autopista
desaparece dentro del túnel, y en una curva de pilares
vuelve a empujar todo.

Massimo Gezzi (Sant'Elpidio a Mare, Italia, 1976), El instante después, traducción de Juan Carlos Abril, El Oro de los Tigres V, Universidad Autónoma de Nueva León, México, 2015

Foto: Massimo Gezzi por Daniele Maurizi

Reperti

Nella terra si leggono moltissime
vicende, mi accorgo mentre faccio
un sentiero di campagna che non avevo
più percorso: i tronchi segati al pari
del terreno resistono per secoli;
qualche volta riaffiora un oggetto
che pare extraterrestre, tanta è la distanza
che lo separa dal presente. Un giorno, per esempio,
ho trovato nel piccolo giardino
antistante la mia casa una macchina
per cucire in miniatura, ciarpame o giocattolo,
nera e scrostata ma del tutto
conservata, che a pulirla avrebbe dato
un’eleganza démodé ad un mobile
antico. Più di rado si rinvengono
coriandoli di carta, a volte di giornali pornografici,
altre di firme e scritture impronunciabili,
slavati dalle bave o rifilati
da chissà che mandibola paziente.
      Io so anche dire
dove sono tumulati i miei due cani, bianchi
e poderosi, seppelliti da mio padre
dopo anni di passeggi serali
e di carezze. Chissà cosa resiste, adesso,
di quei corpi, se i lunghi filamenti del pelo
o le zanne dei canini, oppure se è come
se non fossero affatto transitati
in quella terra, stinti del tutto, divorati da insetti
che magari avrò schiacciato senza troppa
attenzione, non capendo che nel cric
di quegli scheletri echeggiava il guaito
familiare dei miei cani, la saliva che lasciava
minuscoli globi più scuri sul cemento,
brevi costellazioni evaporate
in un secondo, subito sparite in altre forme
anche loro.


Grottammare

Le generazioni che hanno fatto Grottammare,
gli uomini che ordinatamente hanno issato
le pietre di questo muraglione
a strapiombo – gli inquilini delle case
deserte tutto l’anno, che hanno tolto
gli infissi incrinati per sceglierne di nuovi –
i muratori, che hanno spinto nelle sedi
i cubetti di porfido, gli anziani
che hanno messo a dimora i getti dei cespugli
che adesso impazziscono di bocci.
E a sinistra, questo scarno lungomare
che pare senza limiti, di notte
questo domino di luci che attraversa
i confini regionali, per tutte le persone
che dividono una terra, e davanti a una tavola
conversano, o si ignorano –

al debole silenzio della luna, stanotte,
come vogliono parlare di loro ai passanti,
additare con orgoglio il muro edificato
con le proprie energie, l’agave piantata per gioco
e poi proliferata, il loro passato in questa casa
o in quest’altra, invisibili e muti, convinti
che le cose, alla fine, si ricordino di ognuno,
mentre cade la brina sul balcone e l’autostrada
scompare dentro il tunnel, e in un giro di piloni
risospinge via tutto.

[M. Gezzi, L’attimo dopo, Luca Sossella Editore, Roma, 2009]

sábado, enero 28, 2017

Diego Brando / Dos poemas
















de "Verano"

El ruido del tren en el paso a nivel más cercano
y la sombra proyectada de todo un grupo de álamos,
plantados pero no podados, sobre nuestras siluetas,
ponen en duda, una vez más, nuestra existencia.
¿Estaremos allí, de verdad presentes, o seremos
personajes de un pequeño drama imaginario?
En las noches del pueblo donde residimos
o, más bien, en el que soportamos las bromas
de un dios urbano que quiere por momentos borrarnos,
intentamos, a pesar del ruido, conversar
sobre nuestras vidas, o lo que sería de ellas
si las sombras y los sonidos no nos ocultaran.
Brillamos en el interior de nuestras casas
pero afuera somos apenas sombras de nada.
Levantamos la voz, nos corremos del lugar oscuro
buscando la luz, pero no es suficiente,
la escenografía de un teatro divino nos eclipsa
y un pequeño telón parece cerrarse ante nosotros.

*

Cuando mi madre hace un silencio
es porque sobrevuela sus flores
un colibrí de tonos azules.
Las tardes de verano en el patio
con los gatos extendidos a la sombra
de un aromo que crece enorme
suelen tener esa manifestación divina.
El pájaro puede irse y luego volver
construyendo otro silencio.
Yo solo pienso y contemplo,
así ha sido la vida de mi madre:
un momento detenido tras otro
en el que la muerte se ha querido posar en ella
con la prestancia de un pájaro eléctrico.

Diego Brando (Leones, Argentina, 1987)

Frontera,
Vilnius,
Córdoba, Argentina, 2016









Foto: Diego Brando en FB

viernes, enero 27, 2017

Anne Carson / Cinco poemas














Pueblo de la suerte

Cavando un hoyo.
Para enterrar vivo a su hijo.
Así podría comprar comida para su anciana madre.
Un día.
Un hombre descubrió oro.


Pueblo de la muerte

Hoy.
Siempre que callo.
Su estrépito.


Pueblo de Judas

Ni una hora tardía ni hileras sin luz.
Ni olivos ni cerraduras ni corazón.
Ni luna ni bosque oscuro.
Ni un pedazo ni yo.


Pueblo de la exhumación

Los dedos de la anciana madre bajan a través de la oscuridad.
Para arrancarme mi pequeña y seca alma mi.
Pequeña y blanca sonrisa que encuentra.
En el fondo.


Pueblo de Pushkin

Tiene reglas.
Y amor.
Y la primera regla es.
El amor a lo imprevisto.
Muy probablemente algunas de tus palabras sean mineral.
O lo serán antes de que nuestros ojos sean brasas.

Anne Carson (Toronto, Canadá, 1950), Plainwater, Knopf, Nueva York, 1995.
Versiones de Jonio González

Foto: Anne Carson en Alchetron


LUCK TOWN 
    
Digging a hole.
To bury his child alive.
So that he could buy food for his aged mother.
One day.
A man struck gold.


DEATH TOWN 
    
This day.
Whenever I pause.
Its noise.


JUDAS TOWN
     
Not a late hour not unlit rows.
Not olive trees not lock not heart.
Not moon not dark wood.
Not morsel not I.


TOWN OF THE EXHUMATION  
   
Old mother fingers coming down through the dark.
To rip me out my little dry soul my.
Little white grin that meets.
At the back.


PUSHKIN TOWN

It has rules.
And love.
And the first rule is.
The love of chance.
Some words of yours are very probably ore there.
Or will be by the time our eyes are ember.

jueves, enero 26, 2017

Ricardo Ruiz / Así como creían ser...

   
         
              











               Ignaz Philip Semmelweiss (1818-1856) 
               Médico ginecólogo austro húngaro, descubridor
               de la asepsia médica, murió en la locura,
               de gangrena, por una herida en un dedo.
               Enzensberger, Hans Magnus, “Mausoleo”, Anagrama, 1977.


así como creían ser
o debían ser
en ese su siglo
que parece
no terminar nunca
limpios médicos
facultativos
del alma y cuerpo
brujos maestres
amos de la casa
en sucios hospitales
diéronse a hacer
de sus manos
fórceps
tijeras bisturíes
de cada mujer
 un fantasma
de su sexo
un fantasma

(por fantasma se entiende
en medicina la pelvis
natural o artificial de mujer,
que forrada de cuero se utiliza
en las lecciones de aprendizaje
de técnicas de cirugía)

para cortar aprender
espiar su crimen
buscar en la mujer
efluvios
malos influjos
de sus frutos
que hacen grande
la muerte

y de gangrena mortal
por herirse un dedo
señala la mano
del médico
es la que mata
la mano que no se lava
las manos que se lavan
del toque necrófilo
protegeos
de los médicos 
sus negras levitas
tesis recetas
de ministerio

aislado
en su locura
en su razón
a la muerte opuesto
a la razón
perseguido
por fantasmas
espías
enfermeros
grita
contra el silencio
en el silencio
de los pasillos
de la ciudad
de su celda
una onza
de cal de cloro
una solamente
bastaría
y limpios
y grandes hospitales
contra la sin piedad
la sin razón

la razón de los monstruos
engendra sueños

Ricardo Ruiz (Buenos Aires, 1953), huesos de otros vientos, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2015

Foto: Ricardo Ruiz en FB

miércoles, enero 25, 2017

Gabeba Baderoon / Paisaje que se transforma en lenguaje















Mi abuelo fue el primero
en construir su casa en esta ciénaga:
el croar de las ranas mensuraba la tarde.
Esta fue la tierra salvaje
que mi abuelo cercó,
que mi abuela convirtió en jardín.
Cuanto sobraba en la cocina
se convertía en compost,
excepto los limones y las naranjas:
el suelo ya era demasiado ácido
como para que crecieran las rosas.

Ya no se escuchan los sonidos de entonces
y el paisaje se transforma en lenguaje.
Un canal de cemento conduce el río.
Sólo el instituto se llama ya Groenvlei.

Muy poca gente recuerda que las palabras de la noche
eran de las ranas y del silencio.

Gabeba Baderoon (Port Elizabeth, Sudáfrica, 1969), Rima interna, El Cultural de El Mundo, Madrid, 7 de marzo de 2016
Traducción de Martín López-Vega




martes, enero 24, 2017

Miroslaw Dzien / Esta gota de agua





















Esta gota de agua, que corta
el aire y entra como el
frío escalpelo de un cirujano
en el cuerpo turbio del charco,
lleva algo que todavía
no poseías. Su interna
saciedad, la densidad de los enlaces químicos
se parece a los delicados detalles
en los pálidos dedos de un cincelador; también hay
una cierta negligencia en el movimiento (que expresa
en el silencio de un atardecer otoñal) la pérdida
del equilibrio, como surgida de su naturaleza
provocadora. Todo esto detiene
por un breve instante el reloj interno
de la respiración de la persiana echada del párpado.

Con esta gota se interrumpe
una historia. Mientras, la hora cuelga
inmóvil sobre el prado y el viejo
cobertizo que es como un suicida a quien
temen tocar los supersticiosos
campesinos.

Acerca de esta gota dirán muchas
palabras. Y no podrán conciliar
el sueño en el edredón de los propios
pensamientos.

Esta gota de agua hallada
en otoño en el objetivo de un iris
azul grisáceo. Que se parte con acritud
en los labios. Siempre distinta, aislada.

Miroslaw Dzien (Bielsko-Biala, Polonia, 1965), Poesía a contragolpe. Antología de poesía polaca contemporánea, selección y traducción de Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Xavier Farré, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012
Envío de Jonio González

Ilustración: tapa de Światło w szklance wody [Luz en un vaso de agua], Sopot, 2008




lunes, enero 23, 2017

Lêdo Ivo / Una preferencia















A los pájaros que gorjean prefiero los que graznan
como los cuervos o los que pían en la oscuridad
como las vigilantes lechuzas blancas que pueblan mis bosques.
El canto melodioso ablanda los cuerpos
y anestesia las almas que renuncian a la reflexión y al tormento
y temen el rumor del día predatorio.
Siempre deseé que mi reino fuese el de la disonancia:
el del gavilán que, posado en la estaca, rumia su impiedad,
el de los pájaros que graznan incomodando a los seguidores de un
     / orden musical del mundo
como si estuviésemos en un teatro, oyendo una sinfonía.
Al gorjeo que conduce al deleite y arrulla el sueño
opongo el graznido que asemeja
el insomnio y el desconsuelo.

Lêdo Ivo (Maceió, Brasil, 1924-Sevilla, España, 2012), Una antología de una antología personal, traducción de José Javier Villarreal, El Oro de los Tigres III, Universidad de Nuevo León, México, 2011


Uma referência

Aos pássaros que gorgeiam prefiro os que grasnan
como os corvos ou os que piam na escuridão
como as vigilantes corujas brancas que infestan os meus bosques.
O canto melodioso amolece os corpos
e anestesia as almas que renunciam à reflexão e ao tormento
e temem o rumor do dia predatorio.
Sempre desejei que o meu reino fosse a disonância:
do gavião que, pousado na estaca, rumina a sua impiedade,
dos pássaros grasnantes que incomodan os partidários de 
     / uma regência musical do mundo
como si estivéssemos num teatro, ouvindo uma sinfonia.
Ao gorjeio que conduz ao deleite e embala o sono
oponho o grasnido que semia
a insônia e o desconforto.

domingo, enero 22, 2017

Lêdo Ivo / Las ferreterías















En Maceió, en las ferreterías,
la noche llega aún con el sol alto
en las calles ardientes. Una vez más el silencio
vendrá a inquietar a los alagoanos. El escorpión
reclamará un refugio en el mundo desolado.
Y el amor se abrirá como se abren las conchas
en la arena del mar, entre los sargazos.
En los estantes, los utensilios se estremecen
cuando las puertas se cierran con fuerza.
Destornilladores, tuercas, tornillos,
lo que cierra y lo que abre se reúnen
con una promesa de constelación. Y sólo entonces es de noche
en las calles de Maceió.

Lêdo Ivo (Maceió, Brasil, 1924 - Sevilla, España, 2012), Una antología de una antología personal, traducción de José Javier Villarreal, El Oro de los Tigres III, Universidad de Nuevo León, México, 2011


As Ferragens

Em Maceió, nas lojas de ferragens,
a noite chega ainda com o sol claro
nas ruas ardentes. Mais uma vez o silêncio
virá incomodar os alagoanos. O escorpião
reclamará um refúgio no mundo desolado.
E o amor se abrirá como se abrem as conchas
nos terraços do mar, entre os sargaços.
Nas prateleiras, os utensílios estremecem
quando as portas se cerram com estridor.
Chaves-de-fenda, porcas, parafusos,
o que fecha e o que abre se reúnem
como uma promessa de constelação. E só então é noite
nas ruas de Maceió.

sábado, enero 21, 2017

Wallace Stevens / De "Un anochecer cualquiera en New Haven", 4
















XXI

Pero no pude. No pude evadir su voluntad,
Ni la voluntad de otros hombres; y no pude evadir
La voluntad de la necesidad, la voluntad de las voluntades.

Romanza de la isla del pastor negro,
Como el sonido constante del agua del mar
En el oído del pastor y sus formas negras,

De la isla, pero no de cualquier isla.
Cerca de los sentidos hay otra isla
En la que los sentidos dan y nada toman,

El opuesto de Citera, un aislamiento
En el centro, el objeto de la voluntad, este lugar,
Las cosas en torno; la romanza alternativa

De las superficies, las ventanas, las paredes,
Los ladrillos resquebrajándose en la pobreza del tiempo,
Lo claro. Un modo celestial impera

Aunque sea en las ramas que se agitan en la lluvia:
Las dos romanzas, la distante y la cercana,
Son una única voz en el ulular del viento.

[The Auroras of Autumm, 1950]

Wallace Stevens (Reading, Estados Unidos, 1879 - Hartford, Estados Unidos, 1955), "Un anochecer cualquiera en New Haven", versión de Dario Rojo y Jorge Salvetti, Tupé N° 6, Buenos Aires, febrero de 2016


XXI

But he may not. He may not evade his will,
Nor the wills of other men; and he cannot evade
The will of necessity, the will of wills -

Romanza out of the black shepberd'isle,
Like the constant sound of the water of the sea
In the bearing of the shepberd and his black forms;

Out of the isle, but not of any isle.
Close to the sens there lies another isle
And there the senses gibe and nothing take,

The opposite of Cythère, an isolation
At the centre, the objet of the will, this place,
The things around - the alternate romanza

Out of the surfaces, the windows, the walls,
The bricks grown brittle in time's poverty,
The clear. A celestial mode is paramount,

If only in the branches sweeping in the rain:
The two romanzas, the distant and the near,
Are a single voice in the boo-ba of the wind.

---
Foto: Getty Images

viernes, enero 20, 2017

Jorge Fondebrider / Dos poemas




















Zodíaco 

Es un octubre que huele a tilo.
Son días largos, desapacibles, de sol constante
y es Marte en Aries. Vale decir
lo que queremos, pero a los golpes.



Catedral

No hay reflexión sobre Chartres.
Al fin y al cabo, fe tiene cualquiera.
Pero hacía tanto frío.
Pobres patos.

[inéditos]

Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956)

Foto: Jorge Fondebrider, París, 2013 

jueves, enero 19, 2017

Salvador Novo / Epifania













Un domingo
Epifania no volvió más a la casa.

Yo sorprendí conversaciones
en que contaban que un hombre se la había robado
y luego, interrogando a las criadas,
averigüé que se la había llevado a un cuarto.
No supe nunca dónde estaba ese cuarto
pero lo imaginé, frío, sin muebles,
con el piso de tierra húmeda
y una sola puerta a la calle.
Cuando yo pensaba en ese cuarto
no veía a nadie en él.
Epifania volvió una tarde
y yo la perseguí por el jardín
rogándole que me dijera qué le había hecho el hombre
porque mi cuarto estaba vacío
como una caja sin sorpresas.
Epifania reía y corría
y al fin abrió la puerta
y dejó que la calle entrara en el jardín.

Salvador Novo (Ciudad de México, 1904-1974), “Espejo”, 1933, Poesía. XX Poemas, Espejo, Nuevo amor y Poesías no coleccionadas, Fondo de Cultura Económica, México, 1961
Envío de Jonio González

Foto: s/d

miércoles, enero 18, 2017

Ron Padgett / Dos poemas















Oferta

Supón que encuentras una oferta tan increíble
que por un instante te quedas inmóvil, aturdido
incapaz de creer que esa cosa pueda
venderse a un precio tan bajo: eso es lo que ocurre
cuando naces, y mientras los años pasan
el precio sube y sube hasta que, cerca del final
de tu vida, es tan alto que te quedas tumbado ahí
aturdido para siempre.


Cafetería

Las grandes tazones de café del desayuno en Francia,
las pesadas tazas de porcelana en los viejos “diners” americanos,
las desechables tazas marrones de plástico en los vestíbulos de los moteles,

la sensación de que deberías beberte la taza entera,
el leve resentimiento que te invade por sentir lo que sientes,
la perplejidad con que te preguntas por qué lo haces entonces,

la gratitud hacia el que hace el café,
la decisión de no tomar una tercera taza gratis,
la sorpresa ante una taza de café verdaderamente malo,

el modo en que solía costar un centavo, después siete centavos, después diez,
y ahora, en cualquier lugar, de sesenta a tres dólares con setenta y cinco,
a veces un poco más si es descafeinado,

su huella marrón secándose en el borde de la taza,
la pequeña cantidad que ha quedado en el fondo,
el resto chapoteando dentro de ti,

enviando su estímulo a través de tubos
en tu cuerpo, hola, vámonos, se nos ha hecho tarde,
¿tienes las llaves?, oh, dios, no encuentro mi billetera.

Ron Padgett (Tulsa, Estados Unidos, 1942), Collected Poems, Coffee House Press, Minneapolis, 2013
Versiones de Jonio González

Ref.:
Ron Padgett
Cultura Inquieta
Eterna Cadencia


BARGAIN HUNT

Suppose you found a bargain so incredible
you stood there stunned for a moment
unable to believe that this thing could be
for sale at such a low price: that is what happens
when you are born, and as the years go by
the price goes up and up until, near the end
of your life, it is so high that you lie there
stunned forever.


COFFEE CORNER

The large bowls of coffee at breakfast in France,
the heavy porcelain cups in old American diners,
the disposable brown plastic cups in motel lobbies,

the feeling that you ought to drink the entire cup,
the slight resentment you feel at feeling this way,
the wondering why you do it then,

the gratitude for someone’s making the coffee,
the decision not to have a third free refill,
the surprise of a really bad cup of coffee,

the way it used to cost a nickel, then seven cents, then ten,
and now anywhere from sixty cents to three seventy-five,
sometimes a little more for decaffeinated,

the brown print of it drying on the cup’s lip,
the small amount left in the bottom,
the rest of it sloshing inside you,

sending its stimulation through tubes
in your body, hello, let’s go, we’re late, do
you have the keys, oh god I can’t find my wallet.

martes, enero 17, 2017

Clemente Rebora / De la imagen tensa















De la imagen tensa
vigilo el instante
con inminencia de espera –
y no espero a nadie:
en la sombra encendida
espío la campanilla
que imperceptible expande
un polen de sonido –
y no espero a nadie:
entre cuatro muros
estupefactos de espacio
más que un desierto
no espero a nadie.
Mas debe venir,
vendrá, si resisto
a florecer sin ser visto,
vendrá de improviso,
cuando menos lo advierto.
Vendrá casi perdón
de cuanto hace morir,
vendrá a cerciorarme
de su tesoro y el mío,
vendrá a resarcir
mis penas y las suyas,
vendrá, quizá ya viene
su susurro.

Clemente Rebora (Milán, Italia, 1885-Stresa, Italia, 1957), Le poesie, edición de G. Mussini y V. Scheiwiller, Garzanti, Milán, 1988
Versión de Diego Tapia, Periódico de Poesía, 92, setiembre de 2016, México


Dall’immagine tesa

Dall’immagine tesa
vigilo l’istante
con imminenza di attesa –
e non aspetto nessuno:
nell’ombra accesa
spio il campanello
che impercettibile spande
un polline di suono –
e non aspetto nessuno:
fra quattro mura
stupefatte di spazio
più che un deserto
non aspetto nessuno.
Ma deve venire,
verrà, se resisto
a sbocciare non visto,
verrà d’improvviso,
quando meno l’avverto.
Verrà quasi perdono
di quanto fa morire,
verrà a farmi certo
del suo e mio tesoro,
verrà come ristoro
delle mie e sue pene,
verrà, forse già viene
il suo bisbligio.

lunes, enero 16, 2017

Alda Merini / Dos poemas













Acaríciame...

Acaríciame, amor,
pero como el sol
que toca la dulce frente de la luna.
No vengas a molestarme también tú
con esas necias búsquedas de lo divino.
Dios llegará al alba
si estoy entre tus brazos.

(Alla tua salute amore mio, Acqua Viva, 2003)


Beso que soportas...

Beso que soportas el peso
de mi alma breve
en ti el mundo de mi discurso
se vuelve sonido y miedo.

(Clinica dell'abbandono, Einaudi, 2015)

Alda Merini (Milán, Italia, 1931-2009)
Versiones de Carlos Vitale


ACCAREZZAMI...

Accarezzami, amore,
ma come il sole
che tocca la dolce fronte della luna.
Non venirmi a molestare anche tu
con quelle sciocche ricerche
sulle tracce del divino.
Dio arriverà all’alba
se io sarò tra le tue braccia.

BACIO CHE SOPPORTI...

Bacio che sopporti il peso
della mia anima breve
in te il mondo del mio discorso
diventa suono e paura.

Luis Bacigalupo / Dos poemas





















de "Vida"

IX

Luego ocurren cosas y pagamos un costo
y los platos se estrellan contra el piso
y sentimos que ya no hay vuelta atrás
que no podemos seguir entendiendo la política
en los mismos términos de quienes tienen,
por política, pulverizarla.
Voy a hablar hoy con claridad meridiana.
Es la claridad del mediodía.
La tarde es turbia, la noche, lúcida.
La mañana fue hecha para el amor.
Digo:
Voy a hablar sin pretensión de claridad.
Yo no soy poeta
solo de a ratos
voy a hablar…

X

La palabra está en boca de todos.
Esto no es bueno para la palabra.
La palabra tiene que cuidarse un poco
de estar en ciertas bocas.
No pido la palabra
no sabría bien qué hacer con ella.
Hoy no
soy poeta
hablo de mí cuando no hablo de mí
y cuando no hablo de mí hablo
por boca de todos.

La palabra está de moda
he sido maldecido en mi sonrisa
ya no lo soy
los poetas hoy son aquellos que nunca
han escrito un verso
cuyas bocas están en la palabra de pocos
como el mar
en la cresta de una ola.
                                        Buenos Aires, 1 de diciembre de 2016

[inédito]

Luis Bacigalupo (Buenos Aires, 1958)



domingo, enero 15, 2017

György Somlyó / Paráfrasis de Joyce

 
         
               











                            Anna was Livia is, Plurabelle´s to be.
                                                            Finnegans Wake

¿Quién es esta Anna, que era/ en un tiempo
en que aún no estábamos con ella/, y quién es esa
Multiplegada-Belleza, esta Toda-Hacerse
Plurabelle, quién está por ser, en un tiempo
en que no estaremos con ella/ o no seremos en absoluto?
¿Y quién es ella, la que está todavía aquí con nosotros
/ mientras esté ella con nosotros/ y nosotros con ella/,
quién podría decir, quién es ella e incluso ya,
esta Ya-no-Anna-Todavía-no-Plurabelle,
quién esta Livia quien Livia es?

György Somlyó (Balatonboglár, Hungría, 1920-Budapest, 2006), Contrafábulas y otros poemas, traducción de Francisco Segovia, El Oro de los Tigres V, Universidad de Nuevo León, México, 2015

sábado, enero 14, 2017

Baldomero Fernández Moreno / Carlos de Soussens

















No habíamos hablado dos veces en la vida.
La noche que supimos la muerte de Darío
te encontré en el café de Perú y Avenida,
y esa noche rodó tu llanto con el mío.

Y caminamos juntos por la ciudad dormida,
bajo el cielo de estrellas calientes del estío.
Ya venía la luz por el lado del Río
cuando te dejé solo en la hora perdida.

Despertaba en carritos el alba bulliciosa
y el fondo de la calle era un telón de rosa.
Me volví para verte, deja que lo recuerde:

los pantalones flojos, las piernas vacilantes,
y en las manos nerviosas el bastón y los guantes.
El sol manchaba de oro tu viejo chaqué verde.

Baldomero Fernández Moreno (Buenos Aires, 1886-1950), Las cien mejores poesías de Fernández Moreno *, selección y prólogo de César Fernández Moreno, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1961

Foto: Baldomero Fernández Moreno en 1941 (Editorial Universitaria de Buenos Aires)

* El poeta y crítico César Fernández Moreno dividió esta antología de los poemas de su padre en tres secciones, siguiendo el orden cronológico. El poema al poeta Charles de Soussens (Friburgo, Suiza, 1865-Buenos Aires, 1927) es de la segunda etapa, que César ubica entre 1924 y 1937 y cuyas características enumera: "Utilización con sentido actual de las formas poéticas clásicas, incorporación de temas de la experiencia urbana superior y de la cultura general, enriquecimiento del idioma, cierto barroquismo en el pensamiento y la expresión". La figura de Soussens, entrañable temulento a quien José Ingenieros llamaba en doble sentido "el ginebrino", podría representar la elegía a una época terminada, la de la bohemia modernista que prolongarían un poco más las vanguardias de los años veinte. De Soussens participó de la revolución del Parque (1890), promovida por la Unión Cívica Radical, y revistó como periodista en La Nación y Caras y Caretas. No publicó obra en vida. Prometía reunir todos sus poemas en un libro que se titularía Castillo lírico. (Nota del Administrador)

viernes, enero 13, 2017

Silvina Ocampo / Soledad














En algunas personas
amamos a personas
que no existen ya;
en otras, amamos a nadie,
ni a esa misma persona.

Silvina Ocampo (Buenos Aires, 1903-1993), Poesía inédita y dispersa, Buenos Aires, Emecé, 2001

jueves, enero 12, 2017

György Somlyó / Segunda fábula de la relatividad




















No hay caleta, por escondida que esté, que no tenga ella misma otras caletas escondidas.
     No hay estrella, por lejana que sea, que no esconda otras estrellas más lejanas.
     No hay un lado derecho que no tenga su lado izquierdo. No hay una miseria humana que no sea rebasada por una miseria humana más grande.
     No hay caleta, por escondida que esté, que no tenga otras caletas escondidas.
     En la caleta de la caleta de cada caleta se esconden otras innumerables caletas.
     Todo depende de la escala que se elija.
     Si no cartografiáramos el globo 1:500 000 y, en cambio, cartografiáramos todas las piedras de la caleta 500 000:1 ¿no sería cada una de ellas todo un universo por explorar?
     Si no voláramos a una velocidad supersónica por debajo de los paisajes siempre cambiantes del pensamiento y en cambio condenáramos un solo pensamiento a cadena perpetua en la prisión del cerebro.
     Si no navegáramos de caleta en caleta sino que buscáramos la pequeña caleta, las más escondida en la caleta de la caleta de la caleta.
     Si no buscáramos el lado izquierdo del lado derecho, detrás de la estrella la otra estrella, la justificación de la miseria humana en una miseria humana más grande, nuevas preguntas en las preguntas de las preguntas,
     sino que nos fijáramos con todo nuestro ser en una sola, en la más importante, en la más pequeña, como la anémona de mar se fija siempre a una piedra aquí en la orilla de la caleta más escondida en la caleta de la caleta de la caleta.
     Pero como no hay caleta, por escondida que esté, que no tenga otras caletas escondidas...

György Somlyó (Balatonboglár, Hungría, 1920-Budapest, 2006), Contrafábulas y otros poemas, traducción de Francisco Segovia, El Oro de los Tigres V, Universidad de Nuevo León, México, 2015

Foto: György Somlyó, 2005 Takács István/Wikimedia Commons VersFesztivál

miércoles, enero 11, 2017

Salvatore Quasimodo / La plegaria















Sé bueno, si quieres escuchar mi voz
y besa el umbral de tu casa.

Lleva dos lámparas, cálidas como el pecho de las golondrinas,
y, hacia la noche, cuando tu rostro tenga la penumbra del cielo,

abre la cancela de cristal de mi refugio azul
y, en silencio, arrímate a mí.

Te hablaré de mis sueños, que he dejado sobre los escalones,
detrás de las puertas cerradas y desconocidas,
de los sueños brotados de los jardines pobres,
sin cantos, en medio de las cicutas.

Luego, calla y regresa: la música que duerme bajo las mimosas
se despertará para ti, que has besado el umbral de tu casa.

Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 1901-Amalfi, Italia, 1968), Plegaria, traducción de Antonio Colinas, selección de Minerva Margarita Villarreal, El Oro de los Tigres V, Universidad de Nuevo León, México, 2015

Foto: Universidad de Catania

La preghiera

Diventa buono, se vuoi ascoltare la mia voce,
e bacia la soglia della tua casa.

Porta due lampade, calde come il petto delle rondini,
e, verso sera, quando il tuo viso avrà la penombra del cielo

apri il cancello di vetro del mio rifugio azzurro,
e, in silenzio, accostati a me.

Ti dirò dei miei sogni lasciati sopra gli scalini,
dietro le porte chiuse e sconosciute,
dei sogni sbocciati in poveri giardini,
senza canti, in mezzo a le cicute.

Poi, taci e ritorna: la musica che dorme sotto le mimose
si sveglierà per te, che hai baciato la soglia della tua casa.

martes, enero 10, 2017

Mario Campaña / De "Pájaro de nunca volver"



mala y vieja la fama del alma
        una locura itinerante
                     una pobre habitación de aseo
un pájaro que canta
en casa de la víbora
          solo para cambiar de cielo

es su extrañeza
lo que aterra
su mansa ajenidad.

con infinita complacencia
mira
al forajido que de un lado a otro
entre dos orillas la esquiva
intentando seducirla                      
 pero no la escucha

para que todo sea imposible.


                 el vagabundo que conocí hace poco
                 ahora que todo empieza a oscurecer
        por fin pregunta:

¿la llama de hoy abrigará el ayer?
aquel reloj de otros veranos, 
¿no dará más la hora? 

viejo: las flores de mañana acaso
nos rediman; no serán las de hoy
ni las de ayer que viajan marchitas
al vacío en eterna caída libre.

luchador: cambiaste tus deseos
por el fragor de las batallas
deja al menos de tararear
aquella música benigna
el soliloquio de la felicidad.

oscura es la habitación donde dormimos.

Mario Campaña (Guayaquil, Ecuador, 1959), Pájaro de nunca volver, Editorial Candaya, Barcelona, 2017

Foto: Candaya

lunes, enero 09, 2017

Marina Ivánovna Tsvetáyeva / Indicios

















Como un monte cargado en el bies de la falda
¡El dolor en el cuerpo!
Reconozco el amor por el dolor
A lo largo del cuerpo.

Como un campo en mí desmenuzado
Para cualquier borrasca.
Reconozco el amor por la distancia
De todo lo cercano.

Como en mí excavados corredores
Hasta el cimiento, donde está lo negro.
Reconozco el amor por los filones
A lo largo del cuerpo.

Que gime. Agitada por el viento
Como la crin del huno.
Reconozco el amor por la ruptura
De las cuerdas más duras
Que pueblan mi garganta y sus desfiladeros
Pura herrumbre, sal viva.
Reconozco el amor por la rendija,
¡No! ¡No! - por el gorjeo
A lo largo del cuerpo.

                                  29 de noviembre de 1924

Marina Ivánovna Tsvetáyeva (Moscú, 1892 - Yelábuga, Rusia, 1941), Poemas sueltos, versiones de Selma Ancira y Francisco Segovia, El Oro de los Tigres III, Universidad de Nuevo León, México, 2011

---
Foto: Novosti

domingo, enero 08, 2017

Rubén H. Ríos / semiosis















I.
es el momento de la pura literalidad: todo llega

el exacto momento de la promiscuidad del mundo atiborrado de
-----           ruinas

trivialidad de ese momento exacto y promiscuo de cosas
indiferentes

             cuando el fuego

el momento del fantasma del tiempo, del sentido del sentido
en                                            laxitud

la misma literalidad de la letra escrita en ese momento en que
el fuego
                   no quema, no enfría

suspensión del sentido en ruinas.

II.

               los ruidos apagados de la noche. la lentitud
los últimos destellos de la noche.

click
      click
click

gotean los mundos pequeños de la distancia en la extrema,
exacta, proximidad.

el tránsito de la
     avenida:
                    esos signos exactos, sólidos.

Rubén H. Ríos (Buenos Aires, 1955)



Canto de las Hespérides,
Del Dock,
Buenos Aires, 2016









Foto: Rubén H. Ríos en FB





sábado, enero 07, 2017

Diego Colomba / Papá trajo a casa un Cuatro Ele que le dieron como forma de pago
















Y qué si enchispara esta ruina de motor que enchastra el porlan
y explotara ilusionada en la íntima demolición de la tarde
se pregunta con menos lirismo un hombre vacío
que ensaya en la palanca de cambios
disparos sin consecuencias:
seguramente sentiría en la punta de los dedos
el ritmo alternante de una realidad que falla
desaparece y se reanima
en otra parte.

[inédito]

Diego Colomba (San Nicolás, Argentina, 1972)

foto: Diego Colomba en Facebook

viernes, enero 06, 2017

Jonio González / Dos poemas















Proverbio

una mancha de sangre en el hielo
y el recuerdo del mar invadiendo la orilla
como una víbora que se desliza
entre dos cuerdas y emite una nota
que la historia no recoge

luego se enturbia se disuelve
la brizna se deshace en el ojo del hermano
la música se apaga y el mar
retrocede desnudando la arena

no hay signos en ella
ni huella de la sangre


Epigrama

un tranvía cae al río
en las leyendas de mi infancia

no hay camino estable
aunque el mar se abra

fumarás allí
donde te dejen

[inéditos]

Jonio González (Buenos Aires, 1954)

Foto: Jonio González en FB

jueves, enero 05, 2017

James Wright / El miedo es lo que me mantiene alerta











1

Muchos de los animales que nuestros padres mataron en América
tenían ojos que permanecían alerta.
Miraban alrededor frenéticamente
cuando la luna se oscurecía.
La luna nueva cae en las terminales de carga
de las ciudades del sur,
pero la pérdida de la luna en las oscuras manos de Chicago
no preocupa al ciervo
en estas tierras del norte.

2

¿Qué está haciendo esa mujer alta
allí, en los árboles?
Oigo conejos y torcazas susurrar juntos
en la hierba oscura, allí
bajo los árboles.

3

Miro alrededor frenéticamente.

James Wright (Martins Ferry, Estados Unidos, 1927-Nueva York, Estados Unidos, 1980), The Branch Will Not Break, Wesleyan University Press, Middletown, Connecticut, 1963
Versión de Jonio González


FEAR IS WHAT QUICKENS ME
       
 1
  
 Many animals that our fathers killed in America
Had quick eyes. 
They stared about wildly, 
When the moon went dark. 
The new moon falls into the freight yards 
Of cities in the south, 
But the loss of the moon to the dark hands of Chicago 
Does not matter to the deer 
In this northern field.  
        
 2
  
 What is that tall woman doing
There, in the trees? 
I can hear rabbits and mourning dovees whispering together 
In the dark grass, there 
Under the trees.  
     
 3  

 I look about wildly.

miércoles, enero 04, 2017

Lorna Shaughnessy / Dos poemas











Cristal 

El soplador agrega aliento al calor,
hace girar y sopla dentro del molde
hasta que encuentra la forma precisa.
El vidrio fundido vibra.

Toma diez años
aprender qué tan profundo se puede cortar
antes de que el vidrio se rompa,
qué tan profundo se tiene que ir
para apresar la luz.

Los errores se amontonan
esperando el horno,
una segunda oportunidad,
inestabilidad anclada
por el peso de plomo.


Las manzanas se endulzan en la oscuridad

El crecimiento es silencioso,
visible únicamente después del hecho;
la cabeza del niño
más grande sobre la almohada
en la mañana.

Lorna Shaughnessy (Belfast, Irlanda del Norte, Reino Unido, 1961), Anchored, Salmon Poetry, County Clare, Irlanda, 2015
Traducción de Jorge Fondebrider

Crystal
The blower adds breath to heat,/ turns and blows within the mould/ until he finds precise form./ Molten glass vibrates. // It takes ten years / to learn how deep you can cut/ before the glass shatters,/ how deep you have to go/ to catch the light.// Mistakes pile up/ waiting for the furnace,/ a second chance,/ instability anchored/ by the weight of lead.

Apples Sweeten in the Dark
Growh is silent,/ visible only after the event;/ the infant’s head/ larger on the pillow/ in the morning.

Una entevista a Lorna Shaughnessy en Bibliófilos

martes, enero 03, 2017

Jorge de Lima / De "La invención de Orfeo", 2














Hay eclipses, los hay, y hay otros casos
de semillas de cosas que son otras,
de rocas palpitadas por acasos
y acasos que son todo, todas cosas.

Vellos del rostro, maderas invisibles,
visión de coitos entre los imposibles,
hojas brotando del alma de los bronces,
llantos entre bifrontes, demonios tristes.

Todo es velero sobre las olas iris,
cóndores pueden ser las bajas ramas,
cerros flotando, aceros en fusión.

Vemos lejanas sombras, y son flámulas,
labios sedientos, lirios con ventosas,
odios que engendran flores amorosas.

[1952]

Jorge de Lima (União dos Palmares, Brasil, 1893-Río de Janeiro, Brasil, 1953), La invención de Orfeo, traducción de Antonio Cisneros, Colección El Oro de los Tigres V, Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2015


Há uns eclipses, há; e há outros casos:
de sementes de coisas serem outras,
rochedos esvoaçados por acasos
e acasos serem tudo, coisas todas.

Lãs de faces, madeiras invisíveis,
visão de coitos entre os impossíveis,
folhas brotando de âmagos de bronze,
demônios tristes, choros nas bifrontes.

Tudo é veleiro sobre as ondas íris,
condores podem ser os baixos ramos,
montes boiarem, aços se delirem.

Vemos ao longe sombras, e são flâmulas,
lábios sedentos, lírios com ventosas,
ódios gerando flores amorosas.


Foto: Jorge de Lima s/d Graciliano On Line

lunes, enero 02, 2017

T.S. Eliot / La canción de amor de J. Alfred Prufrock

   

  











          S’io credesse che mia risposta fosse
          A persona che mai tornasse al mondo,
          Questa fiamma staria senza piu scosse.

          Ma perciocchè giammai di questo fondo
          Non tornò vivo alcun, s’i’odo il vero,
          Senza tema d’infamia ti rispondo. (*)


Hora de irnos, tú y yo,
pues la tarde se tiende contra el cielo
como un anestesiado en una plancha.
Hora de irnos por las calles más o menos desiertas,
murmurantes refugios
de noches ajetreadas en hoteles de paso
y fondas de aserrín y conchas de ostras;
calles que se prolongan como un árido
debate con perversas intenciones
para llevarte a algún dilema abrumador...
Por favor, no preguntes: "¿Qué sucede?"
Hora de ir a nuestro compromiso.

Las mujeres deambulan por el cuarto
mientras conversan sobre Miguel Ángel.

La neblina amarilla que se rasca la espalda en las ventanas,
la humareda amarilla que restriega el hocico en las ventanas,
metió su lengua húmeda en las esquinas del atardecer,
se entretuvo en los charcos de las alcantarillas,
dejó que le cayese en la espalda el hollín de chimeneas,
cruzó por la terraza, dio un salto inesperado
y al ver que era una noche apacible de octubre.
rondó la casa y se quedó dormida.

Y claro que habrá tiempo
para aquella humareda que se va deslizando por la calle,
rascándose la espalda en las ventanas.
Habrá tiempo, habrá tiempo
de preparar un rostro para afrontar los rostros que uno afronta.
Tiempo de asesinar y de crear,
y tiempo para todos los días y tareas de las manos
que levantan y dejan caer sobre su plato una pregunta.
Un tiempo para ti y un tiempo para mí.
y tiempo para cien indecisiones,
visiones, revisiones,
antes del pan tostado y de tomar el té.

Las mujeres deambulan por el cuarto
mientras conversan sobre Miguel Ángel.

Y claro que habrá tiempo
para pensar "¿Seré capaz?", "¿Seré capaz?"
Tiempo de arrepentirse y bajar la escalera
con una calva en plena coronilla.
(Y dirán: "¡Cómo está perdiendo pelo!")
Mi levita, mi cuello que sube con firmeza hasta el mentón;
mi corbata, vistosa aunque modesta, afirmada con sólo un alfiler.
(Y dirán: "Esos brazos y piernas, ¡qué delgados!")
¿Seré capaz
de perturbar al universo entero?
En un minuto hay tiempo
de tomar decisiones y de hacer revisiones que un minuto
     habrá de revertir.


Pues las conozco, las conozco;
ya conozco las noches, las mañanas, las tardes;
he medido mi vida a cucharadas.
Ya conozco las voces que fallecen de una mortal caída,
debajo de la música del cuarto más distante.
     ¿Cómo podría dar nada por sentado?
Y conozco los ojos, los conozco,
los ojos que te clavan en una frase hecha,
y ya hecho, prendido de alfileres,
clavado y retorcido en la pared,
¿cómo podría comenzar, entonces,
a arrojar las colillas de mis horas y normas?
     ¿Cómo, entonces, dar nada por sentado?


Y conozco los brazos, los conozco,
brazos con brazaletes, blancos y descubiertos
(pero bajo la lámpara, con vello café claro).
¿Podría ser el perfume de un vestido
lo que me hace divagar así?
Brazos en una mesa o envueltos en un chal.
     ¿Debo, entonces, dar nada por sentado?
     ¿Cómo hacerlo, de entrada?

***

¿Debo decir que he andado por entre callejuelas
     cuando la noche cae,
y contemplando el humo que sube de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa que se asoman
     a través de las ventanas?

Yo debí ser dos garras que, con filo mellado,
barrenan el fondo de mares silenciosos.

***

Y la tarde, el crepúsculo, ¡duerme tan apacible!
Acariciada por esbeltos dedos,
dormida... fatigada... fingiendo estar enferma,
estirada en el piso, junto a ti y junto a mí.
¿Podría -tras el té, los pasteles y helados-
tener la fortaleza de orillar el momento hasta su crisis?
Aunque lloré en ayunas, aunque lloré y recé.
aunque vi mi cabeza (un poco calva) puesta en una charola,
no soy ningún profeta, y no tiene importancia;
he visto mi momento de gloria disiparse,
el eterno Lacayo que sostenía mi abrigo entre risitas
y, en resumidas cuentas, tuve miedo.

Después de todo, ¿habría valido así la pena,
ya después de las tazas, del té y la mermelada,
entre la loza fina, entre una charla sobre tú y yo;
habría valido, pues, así la pensa
zanjar de tajo la cuestión, sonriendo,
meter el universo en una bola
y arrojársela a algún dilema abrumador,
y decir: "Yo soy Lázaro, vengo de entre los muertos,
vango a contarles todo, les voy a contar todo...",
si alguna, acomodándose
     la almohada en la cabeza, dijera: "No, no es eso
     lo que quise decir; no es eso en absoluto"?

Después de todo, ¿habría valido así la pena?
¿Acaso habría valido así la pena,
después de los crepúsculos, los patios delanteros y las
     calles mojadas,
después de las novelas, de las tazas de té, de las faldas
     que arrastran por el suelo...
¡Imposible decir exactamente lo que quiero decir!
Como si una linterna mágica proyectase los nervios
     en dibujos sobre una pantalla,
¿acaso habría valido asi la pena
si alguna, acomodándose una almohada o tirando su chal,
mirando a la ventana, hubiese dicho:
     "No es eso, en absoluto; no, no es eso
     lo que quise decir"?

***

¡No! Yo no soy ni estaba destinado a ser Hamlet;
soy de la comitiva, uno que basta y sobra
para engordar la trama, arrancar una escena o tal vez dos,
aconsejar al príncipe; un títere a la mano,
sin duda, comedido, dichoso de ser útil,
diplomático, cauto, escrupuloso;
lleno de grandes frases, aunque algo testarudo;
a veces, en verdad, casi ridículo
y casi, por momentos, el Bufón.

Envejezco... Envejezco...
Llevaré el pantalón arremangado.

¿Debo prestarme pelo? ¿Seré capaz, realmente, de morder
     un durazno?
Llevaré pantalones de franela y andaré por la playa.
He oído a las sirenas cantándose entre sí.

Yo no creo que vayan a cantarme.

Mar adentro las vi cabalgando las olas,
peinar el pelo blanco de olas encrespadas
cuando el viento que sopla sobre el agua la torna
     blanca y negra.

En los cuartos del mar permaneceremos
con muchachas del mar ceñidas de algas rojas y café,
hasta que nos despierten unas voces humanas y, entonces,
     nos ahogamos.

[1915]

T. S. Eliot (St. Louis, Estados Unidos, 1888-Londres, 1965), La canción de amor de J. Alfred Prufrock, versión de Hernán Bravo Varela, Colección El Oro de los Tigres V, Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2015

(*) Dante Alighieri, Divina Commedia, Canto XXVII de "Inferno", parlamento de Guido da Montefeltro, uno de los jefes de la facción gibelina, opuesta al papado, quien habla convulso desde dentro de una llama en el Octavo Círculo, el de los fraudulentos. La traducción más o menos literal es: Si creyese que mi respuesta fuese/ a una persona que volviera al mundo,/ esta llama ya no se agitaría. /Pero como jamás desde este fondo/ regresó vivo alguno -si es cierto lo que oigo- /sin temor a la infamia te respondo. (Nota del Administrador)


The Love Song of J. Alfred Prufrock

          S’io credesse che mia risposta fosse
          A persona che mai tornasse al mondo,
          Questa fiamma staria senza piu scosse.
          Ma perciocchè giammai di questo fondo
          Non tornò vivo alcun, s’i’odo il vero,
          Senza tema d’infamia ti rispondo.

Let us go then, you and I,
When the evening is spread out against the sky
Like a patient etherized upon a table;
Let us go, through certain half-deserted streets,
The muttering retreats
Of restless nights in one-night cheap hotels
And sawdust restaurants with oyster-shells:
Streets that follow like a tedious argument
Of insidious intent
To lead you to an overwhelming question. . .
Oh, do not ask, "What is it?"
Let us go and make our visit.

In the room the women come and go
Talking of Michelangelo.

The yellow fog that rubs its back upon the window-panes
The yellow smoke that rubs its muzzle on the window-panes
Licked its tongue into the corners of the evening
Lingered upon the pools that stand in drains,
Let fall upon its back the soot that falls from chimneys,
Slipped by the terrace, made a sudden leap,
And seeing that it was a soft October night
Curled once about the house, and fell asleep.

And indeed there will be time
For the yellow smoke that slides along the street,
Rubbing its back upon the window-panes;
There will be time, there will be time
To prepare a face to meet the faces that you meet;
There will be time to murder and create,
And time for all the works and days of hands
That lift and drop a question on your plate;
Time for you and time for me,
And time yet for a hundred indecisions
And for a hundred visions and revisions
Before the taking of a toast and tea.

In the room the women come and go
Talking of Michelangelo.

And indeed there will be time
To wonder, "Do I dare?" and, "Do I dare?"
Time to turn back and descend the stair,
With a bald spot in the middle of my hair—
[They will say: "How his hair is growing thin!"]
My morning coat, my collar mounting firmly to the chin,
My necktie rich and modest, but asserted by a simple pin—
[They will say: "But how his arms and legs are thin!"]
Do I dare
Disturb the universe?
In a minute there is time
For decisions and revisions which a minute will reverse.

For I have known them all already, known them all;
Have known the evenings, mornings, afternoons, 
I have measured out my life with coffee spoons;
I know the voices dying with a dying fall
Beneath the music from a farther room.
So how should I presume?

And I have known the eyes already, known them all—
The eyes that fix you in a formulated phrase,
And when I am formulated, sprawling on a pin,
When I am pinned and wriggling on the wall,
Then how should I begin
To spit out all the butt-ends of my days and ways?
And how should I presume?

And I have known the arms already, known them all—
Arms that are braceleted and white and bare
[But in the lamplight, downed with light brown hair!]
Is it perfume from a dress
That makes me so digress?
Arms that lie along a table, or wrap about a shawl.
And should I then presume?
And how should I begin?
. . . . .

Shall I say, I have gone at dusk through narrow streets
And watched the smoke that rises from the pipes
Of lonely men in shirt-sleeves, leaning out of windows? . . .

I should have been a pair of ragged claws
Scuttling across the floors of silent seas.
. . . . .

And the afternoon, the evening, sleeps so peacefully!
Smoothed by long fingers,
Asleep . . . tired . . . or it malingers,
Stretched on the floor, here beside you and me.
Should I, after tea and cakes and ices,
Have the strength to force the moment to its crisis?
But though I have wept and fasted, wept and prayed,
Though I have seen my head (grown slightly bald) brought in upon a platter,
I am no prophet–and here's no great matter;
I have seen the moment of my greatness flicker,
And I have seen the eternal Footman hold my coat, and snicker,
And in short, I was afraid.

And would it have been worth it, after all,
After the cups, the marmalade, the tea,
Among the porcelain, among some talk of you and me,
Would it have been worth while,
To have bitten off the matter with a smile,
To have squeezed the universe into a ball
To roll it toward some overwhelming question,
To say: "I am Lazarus, come from the dead,
Come back to tell you all, I shall tell you all"
If one, settling a pillow by her head,
Should say, "That is not what I meant at all.
That is not it, at all."

And would it have been worth it, after all,
Would it have been worth while,
After the sunsets and the dooryards and the sprinkled streets,
After the novels, after the teacups, after the skirts that trail along the floor—
And this, and so much more?—
It is impossible to say just what I mean!
But as if a magic lantern threw the nerves in patterns on a screen:
Would it have been worth while
If one, settling a pillow or throwing off a shawl,
And turning toward the window, should say:
"That is not it at all,
That is not what I meant, at all."
. . . . .

No! I am not Prince Hamlet, nor was meant to be;
Am an attendant lord, one that will do
To swell a progress, start a scene or two
Advise the prince; no doubt, an easy tool,
Deferential, glad to be of use,
Politic, cautious, and meticulous;
Full of high sentence, but a bit obtuse;
At times, indeed, almost ridiculous—
Almost, at times, the Fool.

I grow old . . . I grow old . . .
I shall wear the bottoms of my trousers rolled.

Shall I part my hair behind? Do I dare to eat a peach?
I shall wear white flannel trousers, and walk upon the beach.
I have heard the mermaids singing, each to each.

I do not think they will sing to me.

I have seen them riding seaward on the waves
Combing the white hair of the waves blown back
When the wind blows the water white and black.

We have lingered in the chambers of the sea
By sea-girls wreathed with seaweed red and brown
Till human voices wake us, and we drown.