sábado, noviembre 30, 2013

Guillermo Boido / Tres poemas














Mendiga

quieres tomar de mi crepúsculo
lo que de fiebre en él aún permanece
y pides a mi cuerpo
países inocentes donde acaso dios exista
o al menos donde baste el dolor para pensarlo
y estás conmigo
como un dorado enero enamorado del invierno
y narras sólo para mí toda tu muerte


Hábitos nocturnos

A veces un espejo,
en la oscuridad de la bohardilla abandonada,
recuerda una antigua luz y se ilumina.

Y en el silencio, entonces,
las palabras de un libro que ya nadie leerá
se nombran a sí mismas.

La luz y las palabras, a veces,
se resisten a creer que nadie ha vivido.

a Ray Bradbury


Alta madrugada

nacer es arrancarse
la astilla que sangra en la memoria
allí donde la infancia es infinita

vivir de amordazarle
el grito al mensajero que nos cuenta
su espanto al pie de las murallas

morir de asesinarse
al extraño que nos mira en el espejo
desde el lado de las cosas

y ser de circunstancia y bruma
como la última estrella de la mañana

Guillermo Boido (Buenos Aires, 1941-2013), La oscuridad del alba. Poemas 1970-2005, Ediciones Virgilio, Buenos Aires, 2006

viernes, noviembre 29, 2013

Enrique Lihn / De "La pieza oscura"
















Jonás

Todo lo podría condenar igualmente, no se me pregunte en nombre de qué.
En nombre de Isaías, el profeta, pero con el grotesco gesto inconcluso de su
          colega Jonás
que nunca llegó a cumplir su pequeña comisión sujeto a los altos y bajos
del bien y del mal, a las variables circunstancias históricas
que lo hundieron en la incertidumbre de un vientre de ballena.
Como Jonás, el bufón del cielo, siempre obstinado en cumplir su pequeña
          comisión, el porta-documentos incendiario bajo la axila sudorosa, el
          paraguas raído a modo de pararrayos.
Y la incertidumbre de Jehová sobre él, indeciso entre el perdón y la cólera,
          tomándolo y arrojándolo, a ese viejo instrumento de utilidad dudosa
caído, por fin, en definitivo desuso.

Yo también terminaré mis días bajo un árbol
pero como esos viejos vagabundos ebrios que abominan de todo por igual,
          no me pregunten
nada, yo sólo sé que seremos destruidos.
Veo a ciegas la mano del señor cuyo nombre no recuerdo,
los frágiles dedos torpemente crispados. Otra cosa, de nuevo, que nada
          tiene que ver. Recuerdo algo así como...
no, no era más que eso. Una ocurrencia, lo mismo da. Ya no sé a dónde voy
          otra vez.
Asísteme señor en tu abandono.

Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1919-1988), La pieza oscura,1963, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2007

jueves, noviembre 28, 2013

Dante Gabriel Rossetti / Luz repentina






















Yo estuve aquí antes,
pero no puedo decir ni cuándo ni cómo:
conozco el prado del otro lado de la puerta,
el aroma dulce e intenso,
el sonido susurrante, las luces a lo largo de la costa.
Has sido mía antes −
No puedo saber hace cuánto:
Pero hace un momento cuando remontó vuelo esa golondrina
y giraste tu cuello de esa forma,
cayó algún velo − lo supe todo, lo reconocí.
¿Ha sido esto antes así?
¿Y entonces no será que el vuelo arremolinado del tiempo
restaura con nuestras vidas nuestro amor
a pesar de la muerte,
y el día y la noche nos dan este deleite una vez más?

Entonces, ahora − ¡por ventura otra vez!...
¡Alrededor de mis ojos tiembla tu pelo!
¿No volveremos a estar como estamos ahora, acostados
y así, en nombre del amor,
dormir, y despertar, y no romper nunca la cadena?

Dante Gabriel Rossetti  (Londres, 1828 – Birchington-on-Sea, Kent, 1882), Poems, F. S. Ellis, 33 King Street, Covent Garden, Londres, 1870
Versión de Inés Garland


Sudden Light    

          I have been here before, 
              But when or how I cannot tell: 
          I know the grass beyond the door, 
              The sweet keen smell, 
    The sighing sound, the lights around the shore.
          You have been mine before,— 
              How long ago I may not know: 
          But just when at that swallow's soar 
              Your neck turned so, 
    Some veil did fall,—I knew it all of yore.
          Has this been thus before? 
              And shall not thus time's eddying flight 
          Still with our lives our love restore 
              In death's despite, 
    And day and night yield one delight once more?
 
 Then, now,—perchance again! . . . . 
              O round mine eyes your tresses shake! 
          Shall we not lie as we have lain 
              Thus for Love's sake, 
    And sleep, and wake, yet never break the chain?


Imagen: Dante Gabriel Rossetti por William Holman Hunt, 1853

miércoles, noviembre 27, 2013

Margaret Atwood / Dos poemas














Hotel

Me despierto a oscuras
en una habitación extraña.

Hay una voz en el techo
con un mensaje para mí.

Repite una y otra vez
la misma ausencia de palabras,

el sonido que el amor hace
cuando alcanza la tierra,

metido a la fuerza en un cuerpo,
acorralado. Arriba hay una mujer

sin cara y con un animal
desconocido que tiembla dentro de ella.

Enseña los dientes y solloza;
la voz susurra a través de las paredes y el suelo;

ahora está suelta, libre y corriendo
cuesta abajo hacia el mar, como agua.

Examina el aire de alrededor y encuentra
espacio. Al final, me

penetra y se vuelve mía.


Grajos azules

Mientras yaces, acorralado
en este rectángulo blanco, sin apenas querer
respirar, colgado
de la vida por un fino hilo,

los grajos van y vienen, todavía comen
las semillas que dejaste,
las esparcen en la hierba entre
las peras y las manzanas mustias.

¿Quién te hizo este agujero?
Los pájaros vuelan en el aire blanco,
sus gritos cortan el espacio
congelado entre árbol y árbol,
azul penetrante, ángeles

o agujas. ¿Eras tú
esa voz que decía
que el único camino era llegar al final?
¿o era un ángel el que quería
que eligieras, que respiraras?

Pájaros de ojos rutilantes y afilado
pico, no se
disculpan al devorar
cualquier cosa que alimente
sus fugaces vidas:

tus girasoles.

El próximo verano
brotará allí algo olvidado.

Margaret Atwood (Ottawa, 1939), Historias reales, Bruguera, Barcelona, 2010
Traducción de María Pilar Somacarrera Íñigo
Envío de Jonio González

martes, noviembre 26, 2013

Bruno Di Benedetto / Don Corleone acaricia a un gato






















la voz
estrangulada
por la falta de uso civil

una mano planta
canarios muertos
en la boca de los que cantan

y otra mano
sube a contrapelo
por el espinazo de la nada:

ay de mí,
cabeza de caballo
perdida
entre sábanas de seda.


Bruno Di Bendetto (Avellaneda, 1955; vive en Puerto Madryn desde 1979), Cine de trasnoche, inédito

lunes, noviembre 25, 2013

William Shakespeare / Soneto 123





















CXXIII

Tiempo, no has de jactarte de mis cambios:
alzas con nuevo brío tus pirámides
y no son para mí nuevas ni extrañas
sino aspectos de formas anteriores.

Por ser corta la vida, nos sorprende
lo antiguo que reiteras y que impones,
cual si fuera lo nuevo que deseamos
y si no conociéramos su historia.

Os desafío a ti y a tus anales;
no me asombran pasado ni presente,
pues tus anales y lo visto engañan
al transformarse mientras te apresuras.

Por mí, te juro que he de ser constante
a pesar de tu hoz y de ti mismo.

William Shakespeare (Stratford-upon-Avon, Inglaterra, 1564-1616), Sonetos, selección y traducción de Manuel Mujica Lainez, Losada, Buenos Aires, 1964


No, Time, thou shalt not boast that I do change:
Thy pyramids built up with newer might
To me are nothing novel, nothing strange;
They are but dressings of a former sight.

Our dates are brief, and therefore we admire
What thou dost foist upon us that is old,
And rather make them born to our desire
Than think that we before have heard them told.

Thy registers and thee I both defy,
Not wondering at the present nor the past,
For thy records and what we see doth lie,
Made more or less by thy continual haste.

   This I do vow and this shall ever be;
   I will be true, despite thy scythe and thee.

Imagen: un grabado basado en el retrato atribuido a John Taylor (c 1610) La firma de Shakespeare es el único texto de puño y letra del autor que se conserva

domingo, noviembre 24, 2013

Gerard Manley Hopkins / El eco plomizo





















¿Cómo conservarla... hay algo, algo, no hay nada
en ningún lugar conocido, lazo o broche o trenza
o traba, cuerda, cerrojo o pasador o llave para retener
la belleza, preservarla, belleza, belleza... de
la disolución?
Oh, ¿no hay un medio de alisar estas arrugas,
                      estriadas arrugas profundas,
de alejar estos funestísimos mensajeros, callados
                     mensajeros,
tristes y furtivos mensajeros del gris?
No, no hay ninguno, no hay ninguno, oh, no hay
                     ninguno,
ni por mucho tiempo podrás, como ahora, ser
                     llamada bella,
a pesar de cuanto puedas hacer, de que hagas lo que
                      puedas,
es sabiduría desesperarse por anticipado:
comienza, pues, tú; ya que no, nada puede hacerse
para tener a raya
los años y los males de la edad, cabellos blancos,
pliegues y arrugas, la declinación, el morir, el
                     detrimento
de la muerte, sudarios, tumbas y gusanos y el
                      desplomarse
de la disolución;
de modo que comienza, comienza a desesperar:
Oh, no hay nada; no, no, no, no hay nada:
comienza a desesperar, a desesperar,
desespera, desespera, desespera.

Gerard Manley Hopkins (Essex, Inglaterra, 1844-Dublin, 1889), Alberto Girri, Versiones, Corregidor, Buenos Aires, 1974

 Imagen: Gerard Manley Hopkins en 1880, por Forshaw & Coles National Portrait Gallery

sábado, noviembre 23, 2013

Georges Bataille / De "El ser indiferente nada es"














VI

Las palabras del poema, su indocilidad, su número, su
insignificancia, conservan en el corazón el instante impalpable,
beso lentamente posado en la boca de una muerta,
dejan el aliento suspenso en lo que ya nada es.

La transparencia del ser amado, milagrosa indiferencia,
lo que extravía, extraviado en el cristal incontable de la luz;
no pensar en ello nunca más.

Georges Bataille (Billom, 1897-París, 1962), Lo Arcangélico y otros poemas, traducción de Pilar Ruiz Va, Visor, Madrid, 1999, edición no bilingüe

Foto: s/d

viernes, noviembre 22, 2013

Marguerite Yourcenar / Aquí la miel que rezuma...












Aquí la miel que rezuma del corazón profundo de las flores,
los colores, los aromas y los alientos amados.
Ya no le sonreirás a la belleza de las cosas;
se han cerrado al fin, tus brazos siempre abiertos.

No sentirás más, sobre tus párpados dormidos,
el lento deshojar de los perfumados  llantos;
tu corazón se disuelve en la metamorfosis;
llego justo a tiempo para perderte eternamente.

Aquí mis manos, mis ojos, mis pies que vos buscás;
en este estrecho jardín donde estás tendida,
yo avanzo titubeante como un triste extranjero.

Te alcanzo demasiado tarde… me arrepiento, envidio
a aquellos que mucho me advirtieron que todo es pasajero,
que te demostraron su amor cuando estaban a tiempo.

Marguerite Yourcenar (Bruselas, 1903- Northeast Harbor, Maine, 1987), Les Charités d’Alcippe, Gallimard, 1929
Versión de Marina Kohon



Voici le miel qui suinte...

Voici le miel qui suinte au cœur profond des roses,
 Les couleurs, les parfums et les souffles aimés. 
Vous ne sourirez plus à la beauté des choses ; 
Vos bras prompts à s’ouvrir se sont enfin fermés. 

Vous ne sentirez pas, sur vos paupières closes,
Le lent effeuillement des longs pleurs parfumés ; 
Votre cœur s’est dissous dans les métamorphoses ; 
J’arrive juste à temps pour vous perdre à jamais. 

Voici mes yeux, mes mains, mes pieds qui vous cherchèrent ;
 Dans cet étroit jardin où d’autres vous couchèrent, 
J’avance en hésitant comme un triste étranger. 

Je vous rejoins trop tard… Je me repens, j’envie 
Ceux qui, mieux avertis que tout est passager, 
Vous montraient leur amour quand vous étiez en vie.


jueves, noviembre 21, 2013

Inger Christensen / Dos poemas











Si estoy de pie...

Si estoy de pie
 sola en la nieve
 es lógico
 que yo sea un reloj
  ...
 ¿cómo iba si no la eternidad
 a encontrar su camino?

 Lys, 1962


 Lo efímero

 La piedra en la playa se evapora.
 El lago perece bajo el sol.
 Los esqueletos de los animales
 están ocultos bajo las arenas eternas del desierto.
 Las cosas caminan,
 mueren una en la otra,
 navegan como pensamientos
 en el alma del espacio.
 Caravanas de arena viva.

 ¿Es esto una amenaza?
 ¿Dónde está mi corazón?
 Prisionero en la piedra.
 Escondido en un lago.
 Latiendo profundamente
 en un camello jorobado,
 que yace en la arena
 gimiendo y va a morir.

 Lys, 1962

Inger Christensen (Vejle, 1935-Copenhague, 2009),  Poesía nórdica, Ediciones de la Torre, Madrid, 1999. Traducción de Francisco Uriz
Envío de Jonio González

miércoles, noviembre 20, 2013

William Carlos Williams / Camino hacia el hospital de infecciosos














Camino hacia el hospital de infecciosos
bajo la oleada de las azules
y abigarradas nubes empujadas
desde el noreste: un viento frío. Más allá
el yermo de amplios, pantanosos campos
pardos de secas malezas, erguidos y caídos

parches de agua estancada,
entre árboles dispersos.

A lo largo de todo el camino, el rojo
purpúreo, bifurcado, vertical, ramoso
conjunto de matas y pequeños árboles
con pardas hojas muertas,
y bajo éstas, deshojadas parras -

Exánime en apariencia, indolente,
aturdida, la primavera se aproxima -

Entran desnudas al nuevo mundo,
frías, inseguras de todo
salvo que entran. A su alrededor
el frío, familiar viento -

Hoy la hierba, mañana
el firme rizo de la hoja de biznaga.

Uno a uno se perfilan los objetos -
Se apresuran: claridad, contorno de la hoja.

Mas ahora la severa dignidad de la entrada -
apacible, el profundo cambio
ha llegado hasta ellas, enraizadas
se aferran al suelo y comienzan a despertar.

William Carlos Williams (Rutherford 1883 - 1963), Poesía norteamericana contemporánea, traducciones de William Shand y Alberto Girri, Distribuidora Mexicana de Libros, Ciudad de México, 1976


By the road to the contagious hospital

By the road to the contagious hospital
under the surge of the blue
mottled clouds driven from the
northeast-a cold wind.  Beyond, the
waste of broad, muddy fields
brown with dried weeds, standing and fallen

patches of standing water
the scattering of tall trees

All along the road the reddish
purplish, forked, upstanding, twiggy
stuff of bushes and small trees
with dead, brown leaves under them
leafless vines-

Lifeless in appearance, sluggish
dazed spring approaches-

They enter the new world naked,
cold, uncertain of all
save that they enter.  All about them
the cold, familiar wind-

Now the grass, tomorrow
the stiff curl of wildcarrot leaf
One by one objects are defined-
It quickens:  clarity, outline of leaf

But now the stark dignity of
entrance-Still, the profound change
has come upon them:  rooted, they
grip down and begin to awaken

Imagen: Foto en el pasaporte de William Carlos Williams, 1921. Biblioteca de la Universidad de Yale

lunes, noviembre 18, 2013

Leopoldo Castilla / Vista aérea















Aquí estuvo una vez el mundo.

En estos círculos
de agua quemada
fundió su calavera,
en la grafía de estos ribazos
drenó las tinieblas del viaje,
dejó irse a la muerte.

El mar retrocede
ante el territorio desollado
donde late el sortilegio
de los lagos seniles.

Abandonó sus huellas
con la suave brutalidad del páramo:
tatuadas
la implosión de un volcán
la furia de los metales.

Y un silencio a desaparición
                          que no se acaba.

Leopoldo Castilla (Salta, 1947), Coirón, Ediciones del Zorrito, Buenos Aires, 2011

domingo, noviembre 17, 2013

Mark Strand / Llegar a esto





















Hemos hecho lo que queríamos.
Hemos desechado sueños y preferido nuestra mutua
industria pesada, y hemos dado la bienvenida a la aflicción
y llamado ruina al inaguantable hábito de la ruptura.

Y ahora henos aquí.
La cena está servida y no podemos comer.
La carne se asienta en el blanco lago de su plato.
El vino espera.

Llegar a esto
tiene su recompensa: nada se promete, nada se quita.
No tenemos confianza ni mérito,
ningún lugar al que ir, ninguna razón para quedarnos.

Mark Strand (Summerside, Canadá, 1934-Nueva York, 2014), Selected Poems, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1990
Versón de Jonio González


Coming to This

We have done what we wanted. 
We have discarded dreams, preferring the heavy industry   
of each other, and we have welcomed grief 
and called ruin the impossible habit to break. 

And now we are here. 
The dinner is ready and we cannot eat.   
The meat sits in the white lake of its dish.   
The wine waits.

Coming to this 
has its rewards: nothing is promised, nothing is taken away.   
We have no heart or saving grace, 
no place to go, no reason to remain.

sábado, noviembre 16, 2013

Ágnes Nemes Nagy / De las metáforas




















¡Cuánto amé las metáforas!
Dios, cuánto disfrutaba
su resoplido en torno a mí,
su piafar de caballos agitados -
Les ponía la brida y ¡adelante!
Les soltaba la rienda, y sólo a punto
de desbocarse ya, la recogía,
tirando y refrenando, con el doble
placer en ambos brazos,
de galopar y detener.
Hoy les vuelvo la espalda.
Voy pateando las piedras de la plaza.
Sólo un músculo tiembla con el ruido
De una que otra que viene por la espalda
Y me apoya su testa nervuda sobre el hombro.

Ágnes Nemes Nagy (Budapest, 1922-1991), El reverso de la luz: Cuatro poetas húngaros, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2000. Traducción de Rodrigo Escobar Holguín y Vera Székács
Vía Jonio González

Foto: Ágnes Nemes Nagy, 1989 Wikimedia Commons

viernes, noviembre 15, 2013

Yvor Winters / Al Espíritu Santo


                     








de un cementerio abandonado
                       en Valle Salinas

Inconmensurable bruma;
el desierto valle esparce
dorados lechos de ríos
como en otros tiempos.
Se alzan árboles afinados por la distancia,
y detrás de los árboles, las colinas,
una pura línea de polvo y sombra,
ofrecen un testimonio a nuestra voluntad:
nosotros podemos y debemos verlas;
allí están, calmas en el engaño.

El sol del mediodía devuelve la mente
a su lugar verdadero:
seca hierba y arena; no encontramos
ninguna visión que nos distraiga.
Abajo, en el ardor estival,
con los nombres de viejas tumbas,
se agrupan piedras aquí y allá,
sin sentido, y debajo, de igual modo,
están los huesos:
reliquias de hombres solitarios,
brutales y sin meta, irregulares
en su vida como ahora.

Estos son tus hijos caídos;
tú, a quien trato de alcanzar,
tú, a quien el ojo esquiva rápido,
tú, que eludes mi palabra.
Sin embargo, cuando me aparto de los sentidos
y te sigo con el pensamiento,
entonces te encuentro, intenso,
y te conozco como debo.
Pero tú sólo eres espíritu,
y yo, ay, como puro espíritu
estoy encadenado a la carne y a los huesos,
y la carne y los huesos están encadenados a la tierra.

Estos no tuvieron un pensamiento, a lo más
una oscura fe, y la tierra los cegaba.
¿Dónde está el espectro que los perturbaba?
¿Había un nuevo nacimiento?
Sólo una certeza,
fuera de tu ojo incorpóreo,
fuera del árbol espectral,
puedo distinguir: estos hombres mueren.
Todo este temblor del tiempo,
aunque eluda mi sentido sin saber
hacia qué herencia, parece caer
silencioso, sin posibilidad
de despertar, en la nada.

Yvor Winters (Chicago, 1900-Palo Alto, 1968), Alberto Girri, Versiones, Corregidor, Buenos Aires, 1974


To the Holy Spirit

Immeasurable haze:
The desert valley spreads
Up golden river-beds
As if in other days.
Trees rise and thin away,
And past the trees, the hills,
Pure line and shade of dust,
Bear witness to our wills:
We see them, for we must;
Calm in deceit, they stay.

High noon returns the mind
Upon its local fact:
Dry grass and sand; we find
No vision to distract.
Low in the summer heat,
Naming old graves, are stones
Pushed here and there, the seat
Of nothing, and the bones
Beneath are similar:
Relics of lonely men,
Brutal and aimless, then,
As now, irregular.

These are thy fallen sons,
Thou whom I try to reach.
Thou whom the quick eye shuns,
Thou dost elude my speech.
But when I go from sense
And trace thee down in thought,
I meet thee, then, intense
And know thee as I ought.
But thou art mind alone,
And I, alas, am bound
Pure mind to flesh and bone
And flesh and bone to ground.

These had no thought: at most
Dark faith and blinding earth.
Where is the trammeled ghost?
Was there another birth?
Only one certainty
Beside thine unfleshed eye,
Beside the spectral tree,
Can I discern: these die.
All of this stir of age,
Though it elude my sense
Into what heritage
I know not, seems to fall
Quiet beyond recall,
Into irrelevance. 

jueves, noviembre 14, 2013

Alberto Cisnero / De "Las casas"
















69.

cierro mi heine, el burgo, los baluartes
y las poderosas torres redondas. breve fue
el embeleso ante la agreste droga y sus preguntas
de opción múltiple. y ahora adiós, se feliz en la vida
y permanecé fiel a tu terruño. y al matiz. jamás volverá
a estar esto tan hermoso como hoy. resolana tan
suntuosa. recortar por la línea punteada.

Alberto Cisnero (La Matanza, 1975), Las casas, Azúcar Ramón, Buenos Aires, 2013. Edición electrónica aquí

miércoles, noviembre 13, 2013

Mario Benedetti / De "Tersa morte"















Voy a abril del dos mil diez...

Voy a abril del dos mil diez
cuando era nuestra la casa, y el asfalto,
los hilos de la luz, las montañas, el sol.

Nadie nos veía y veíamos todo.
Era el secreto de cada uno para vivir.

Cae aquella primavera sobre las suelas de nieve,
con el peso de todos mis años:
un blanco pisoteado en una amarga sal gris
la única imagen, mi cuerpo de ahora.


En las conversaciones se pierde...

En las conversaciones se pierde
la primera cosa que el niño ha mirado.
Él juega silencioso y los ojos no mueve.
Han cortado el árbol, el tronco ha caído,
no mueve los ojos, oye lo necesario.
Aprende a vivir pobremente.


Ver la vida desnuda...

Ver la vida desnuda
mientras se habla una lengua por decir algo.
Salir a la tarde hace más bella la tarde
pero es el poco sol oblicuo la tarde sin palabras.
Ver desnuda la vida cuando estabas con tus cosas.
Ahora las cosas están solas,
no está la promesa de tu despertar
y continuar con las pantuflas, las tazas, las cucharas.
No vale la pena preocuparse.
El juego de los días es la promesa que no sabías
perder siempre antes.

Mario Benedetti (Udine, Italia, 1955-Piadena, Italia, 2020), Tersa morte, Mondadori, Milán, 2013
Versiones de Jorge Aulicino

Vado nell’aprile del duemila e dieci
quando la casa era nostra, e l’asfalto,
i fili della luce, le montagne, il sole.

Nessuno ci vedeva e noi vedevamo tutto.
Era il segreto di ognuno per vivere.

Cade quella primavera sulle suole di neve
con il peso di tutti i miei anni:
un bianco pestato in un amaro sale grigio
la sola immagine, il mio corpo di adesso.

*

Dentro i discorsi si perde 
la prima cosa che il bambino ha guardato.
Lui gioca silenzioso e gli occhi non muove.
Hanno tagliato l’albero, il tronco è caduto,
lui non muove gli occhi, ascolta il da farsi.
Impara a vivere poveramente.

*

Vedere  nuda la vita
mentre si parla una lingua per dire qualcosa.
Uscire di sera rende la sera più bella 
ma è il poco sole obliquo la sera senza parole.
Vedere nuda la vita quando c’eri con le tue cose.
Adesso le cose sono sole, 
non c’è la promessa del tuo svegliarti
e continuare con le ciabatte, le tazze, i cucchiai.
Non è valsa la pena affaccendarsi.
Il gioco dei giorni è la promessa che non sapevi
a perdere sempre da prima.

---
act. 2020

martes, noviembre 12, 2013

Marina Kohon / De "De un azul mucho más lejano"














I

ningún orden
siguen las chispas
                    al erizarse
en la noche del sentido

II

hasta que los astros
celebrando un braille
       encienden la mecha
                       del recuerdo

III

como abrir y cerrar
con los ojos ciegos
                          y no tener mas que
                                  preguntas

IV

 porque sólo se ve
            lo suficiente
            lo necesario
               al mirar atrás
                    desde un punto
                                    distante

V

y entendés
que sólo bailás
     por un sabor más amargo
              para acallar la muerte


Marina Kohon (Mar del Plata, 1965), De un azul mucho más lejano, inédito

sábado, noviembre 09, 2013

Theodore Roethke / El despertar





















Me despierto para dormir, y mi despertar es lento.
Siento mi destino en lo que no puedo temer.
Aprendo yendo a donde he de ir.

Pensamos sintiendo. ¿Qué hay allí por conocer?
Oigo mi ser bailar de un oído al otro.
Me despierto para dormir, y mi despertar es lento.

De esos tan cerca junto a mí, ¿cuál eres tú?
¡Dios bendiga el Suelo! Caminaré suavemente sobre él
Y aprenderé yendo a donde he de ir.

La luz agarra el Árbol, pero ¿quién puede decirnos cómo?
El humilde gusano sube por una tortuosa escalera;
Me despierto para dormir, y mi despertar es lento.

La Gran Naturaleza tiene otra cosa que hacernos
A ti y a mí; así que respira el vívido aire,
Y, amoroso, aprende yendo a donde se ha de ir.

Esta agitación me mantiene firme. Debería saberlo.
Lo que declina es siempre. Y está cerca.
Me despierto para dormir, y mi despertar es lento.
Aprendo yendo a donde he de ir.

Theodore Roethke (Saginaw, Michigan, 1908 - Bainbridge Island, Washington, 1963),The Waking: Poems 1933-1953, Doubleday, Nueva York, 1953
Traducción de Jonio González


The Waking

I wake to sleep, and take my waking slow.
I feel my fate in what I cannot fear.
I learn by going where I have to go.

We think by feeling. What is there to know?
I hear my being dance from ear to ear.
I wake to sleep, and take my waking slow.

Of those so close beside me, which are you?
God bless the Ground! I shall walk softly there,
And learn by going where I have to go.

Light takes the Tree; but who can tell us how?
The lowly worm climbs up a winding stair;
I wake to sleep, and take my waking slow.

Great Nature has another thing to do
To you and me, so take the lively air,
And, lovely, learn by going where to go.

This shaking keeps me steady. I should know.
What falls away is always. And is near.
I wake to sleep, and take my waking slow.
I learn by going where I have to go.

---
Foto: Theodore Roethke por Imogen Cunningham (detalle)

viernes, noviembre 08, 2013

Mascha Kaléko / Dos poemas











Melancolía del otoño

A mí no se me marchitan los jardines.
No los tengo.
Ni tampoco una casa donde los vientos giman.
El nubarrón más negro no me daña,
pues rara vez miro ya al cielo.
Ya no pretendo estrellas áureas.
Me conformo con una lamparita.
No me engaña la dicha,
ni desengaña una espera.
No me duele el otoño,
a mí no se me marchitan los jardines.


Carta desde una tierra vehemente

Desde esta tierra extrema yo te escribo
a la sombra de un árbol que ayer aún no estaba
pues aquí crece todo de repente.
Apenas surge un plan, ya se ha cumplido.
Demasiado vehemente es nuestra tierra.
Yo no sé bien si tú
podrías adaptarte a este clima,
admito que yo misma con frecuencia lo temo.
Quema el sol como cólera encendida,
y él madura el grano, tuesta el grano
a su gusto. No puede una fiarse:
hoy representa amor, mañana odio.
A partir de una nada, de una fuente,
nace de pronto un río que veloz
inunda el campo todo entero
y de nuevo decrece en un instante.
Aquello que deseas se cumple sin demora,
pues los deseos tienen un poder evidente
-no deseo maldades, menos mal,
se metería una si no en un mar de sangre-.
Tú miras con deseo a una mujer
y así ya eres un hombre
y tu deseo engendra un hijo.
Es aquí cada cual igual que el viento,
que esparce sus semillas sin tiempo a preguntar
si han echado raíces.
Observas con cariño alguna estrella
y entonces brilla y te obedece
y lleva tu talento a su apogeo.
Te colma hasta tal punto de venturas
que te corta el aliento. ¡Vente ya!
Sé mi invitado. Aunque es difícil
adaptarse, a aquel que lo consigue
le salta el corazón y se le rompe.

Mascha Kaléko (Chrzanów, Galitzia, 1907-Zürich, 1975),Tres maneras de estar sola, Renacimiento, Sevilla, 2012
Traducción de  Inmaculada Moreno
Envío de Jonio González

jueves, noviembre 07, 2013

Alberto Girri / De "1989-1990", 2












Van Gogh, 1989

    Carreras tras la fealdad
de la que recibe fealdad,
                              mudable, su mudable
exaltar fealdades mudables,

    su idea de lo errático
en lo que la visión aprehende
y el diseño inventa,
                            como fuerzas, curvas y espirales,
fuerzas, no lo verosímil manifiesto,

    y en estructuras de cambiantes
colores, que son formas,
resplandor,
                  y para nunca
dos veces la misma fealdad,
                  sino metamorfosis
del rojo, verde, al expandirse:

    por un feo salón,
el rojo sangre chocando
con naranjas de lámparas,
                             trémulo verde
despedido contra amarillos
verdosos de la mesa de billar,
azules y violetas respaldos.

   Soliloquios
sobre la imposibilidad de lo fijo,
y sobre que con la realidad
nadie quede perplejo,
                     como que lo dado
material no muere ni persiste,
                                    y mancharlo,
pintarlo, corregirlo, borrarlo,
no traerá consigo nada concluyente,
no más que un mudar de relación
dentro del mismo círculo.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), 1989-1990, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1990

miércoles, noviembre 06, 2013

Nicolás Bratosevich / Los pasos














Pasan con ángel por los dromedarios
de una decantadísima piscina.
Y una vez convencido de glicina,
nunca supe por qué, los serpentarios

tienden una aflicción de trementina
que me desciende: consuetudinarios,
los pasos vuelven a su corcho, usuarios
de un pez del todo reducido a espina

donde en cuclillas culpo a las corolas.
Y así pasan, mordiéndose  las colas,
por una cripta aglomerada y vieja.
Hasta que una vez más, cuando me deja
no sé por qué, la coz de lo estepario,
con ángel pasa un nuevo dromedario.

Nicolás Bratosevich (Buenos Aires, 1926-2013),  Endecasílabos con agua, Ediciones Botella al Mar, Buenos Aires,1982
Envío de María Cristina Chiama

martes, noviembre 05, 2013

Pierre Joris / El trabajo de Al-Ishk











vuelve a nuestras más tempranas formas líricas
y vía tratados árabes
sobre medicina griega
revisitados por Bizancio
alcanza Proenza así
Guillermo IV de Aquitania
"Fara un vers de dreyt nien"
hará un poema de pura nada
pues la nada es la sombra del amor
y los pasos de Al-Ishk son los siguientes:

"-el primero es llamado aprobación. Esta etapa es reforzada lentamente a medida
que el paciente se recuerda a sí mismo las bellezas y cualidades del amor. Esto
conduce a

"-la etapa de afecto, la cual, fortaleciéndose a sí misma mediante el ver y el oír se
transforma en

"-pasión. Ahora estamos ya en el 'Al-Ishk' donde la imaginación del que ama
nunca es libre del objeto y donde la contemplación y la memoria del objeto de su
amor nunca deja sus pensamientos y su mente. La mente es desviadaa de su rol
de dirigir las energías del cuerpo, y el amante es apartado del comer y del beber
tanto como del pensar, recordar, imaginar y dormir.

"-Y la pasión entonces se transforma en folie de amour y en ese estado no hay
espacio en la mente del amante para ninguna otra cosa más que la imagen de su
amor, y si este estado perdura, se transforma en

"-la estupefacción del amor la cual no puede ser sanada, en la cual la verdadera
naturaleza del amante cambia, donde nada más puede hacerse. Él se habla a
sí mismo. No sabe lo que dice o hacia dónde va. Los médicos ya no pueden
ayudarlo."

Lo compuse mientras dormía sobre un caballo
dice Guillermo
no sé la hora de mi nacimiento
no estoy triste ni alegre
ni alocado ni manso
no puedo ser de ninguna otra manera

donado en la noche por un ada
sobre una alta montaña
y
no sé si estoy dormido o despierto
a menos que me lo digan

...

He hecho este verso no sé con qué
y lo trasmitiré a alguien
que lo trasmitirá a alguien más
durante todo el camino a Poitiers
así él puede enviar
la contra-clave.

*

Al-Ishk, ella se maravilló la noche pasada,
esa enfermedad de la pasión
esa enfermedad hasta la muerte
junta todas esas letras árabes
tan difíciles de pronunciar
para un europeo

grupos de consonantes que no
puedo abarcar con mi boca,
golpean en la garganta
producen náuseas -ese tú claramente
tú y yo

Oh danos
vocales, melodías, dulce
agua que fluya
entre la dura roca,
hazlo un paisaje habitable,
dale también
un invierno para que
pueda haber una primavera
ab la dolchor
donde los pájaros reverdezcan en las ramas
desde Arabia Deserta hasta Proensa
sigo mi lectura
un camello sintiendo el agua
una estación adelante
como meses de primavera por delante
percibo en el inhospitalario y
helado azul del cielo de hoy.

Pierre Joris (Strasburgo, 1946), Revista El Navegante, Año IV, Número 4, Universidad del Desarrollo, Santiago de Chile, 2012
Versión de Claudio Archubi

Foto: Pierre Joris, París, 2007, por Katia Feltrin en pierrejoris.com 

lunes, noviembre 04, 2013

Alberto Girri / De "Existenciales", 3











La segunda venida

Del cielo, disminuido el sol,
se recogen anuncios,
                                    perturbación
de los cielos y sus potencias,
para el día y el minuto que no pensamos,
en que uno de cada dos
será tomado, imprevistamente,
y el otro dejado,

               era acabándose,
y era por suceder, iniciándose
al alcanzar extrema amplitud
la curva abierta sobre nosotros
con Cristo,
                  su nacimiento
vasto como el vuelo del halcón:
                                    en círculos y círculos,
un distanciarse hasta no escuchar ya
el silbato del halconero.
                Venida
que es congoja, en paralelismo
con aquella que los siglos
deslucieron,
                    y a trancos
de bestia, lo animal apocalíptico,
torso de león, cabeza humana, esfinge,
para adelantarnos el cumplimiento
de profecías,
                     y hacia su destino
en Belén, encarnar allí.

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), Existenciales, Sudamericana, Buenos Aires, 1986

Foto de Susana Mulé

domingo, noviembre 03, 2013

Cesare Pavese / Después




















La colina está tendida y la lluvia la empapa en silencio.

Llueve sobre las casas: la breve ventana
se llenó de un verde más fresco y más desnudo.
La compañera estaba tendida conmigo: la ventana
estaba vacía, nadie miraba, estábamos desnudos.
Su cuerpo secreto camina a esta hora por la calle,
con su paso, pero el ritmo es más ligero; la lluvia
desciende con ese paso, tenue y fatigada.
La compañera no ve la muda colina
amodorrada en la humedad: va por la calle
y la gente que la choca no sabe.

Hacia la noche,
la colina es recorrida por retazos de niebla,
la ventana recibe también ese aliento. La calle
a esta hora está desierta; la solitaria colina
tiene una vida remota en el cuerpo más oscuro.
Yacíamos fatigados en la humedad
de dos cuerpos, amodorrados uno sobre el otro.

Una tarde más dulce, de sol tibio
y de colores frescos, la calle sería una gloria.
Es una gloria caminar por la calle, gozando
un recuerdo del cuerpo, todo difuso alrededor.

En las hojas de las avenidas, en el paso indolente de las mujeres,
en las voces de todos, hay un poco de la vida
que los dos cuerpos han olvidado, pero que es un milagro.
Como descubrir abajo, en el fondo de un camino, la colina
entre las casas, y mirarla y pensar que conmigo
la compañera la mira desde la breve ventana.
En la oscuridad se ha hundido la desnuda colina
y la lluvia murmura. No está la compañera
que se ha llevado su cuerpo dulce y la sonrisa.
Pero mañana bajo el cielo lavado del alba
la compañera saldrá por las calles, tenue
por su paso. Podremos encontrarnos, queriendo.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare stanca" (1936, 1943), Poesie, Mondadori, Verona, 1969
Versión de J. Aulicino

Dopo

La collina è distesa e la pioggia l'impregna in silenzio.

Piove sopra le case: la breve finestra
s'è riempita di un verde piú fresco e piú nudo.
La compagna era stesa con me: la finestra
era vuota, nessuno guardava, eravano ben nudi.
Il suo corpo segreto cammina a quest'ora per strada
con suo passo, ma il ritmo è piú molle; la pioggia
scende come quel passo, leggera e spossata.
La compagna non vede la nuda collina
assopita nell'umidità: passa in strada
e la gente che l'urta non sa.

Verso sera
la collina è percorsa da brani di nebbia,
la finestra ne accoglie anche il fiato. La strada
a quest'ora è deserta; la sola collina
ha una vita remota nel corpo piú cupo.
Giacevamo spossati nell'umidità
dei due corpi, ciascuno assopito sull'altro.

Una sera piú dolce, di tiepido sole
e di freschi colori, la strada sarebbe una gioia.
È una giogia passare per strada, godendo
un ricordo del corpo, ma tutto diffuso d'intorno.
Nelle foglie dei viali, nel passo indolente di donne,
nelle voci di tutti, c'è un po' della vita
che i due corpi han scordato ma è pure un miracolo.
E scoprire giú in fondo a una via la collina
tra le case, e guardarla e pensare che insieme
la compagna la guardi, dalla breve finestra.
Dentro il buio è affondata la nuda collina
e la pioggia bisbiglia. Non c'è la compagna
che ha portato con sé il corpo dolce e il sorriso.
Ma domani nel cielo lavato dall'alba
la compagna uscirà per le strade, leggera
del suo passo. Potremo incontrarci, volendo.

sábado, noviembre 02, 2013

Jüri Talvet / Dos poemas














¿Sabes atisbar a través de las cortinas?                                                        

A mediodía, tras espesos cortinajes nocturnos,
la ciudad vela sus sueños.
La playa es un mercado de carne desnuda audazmente
ostentosa, espuma en una patena de olas que esparce
en los labios el acerbo sabor
de una casa húmeda y marchita.

Ningún sol que requeme la piel
podrá explicar el fuego negro,
el relámpago verde
que la ciudad guarda en la celosía
de sus pestañas,
ni la muerte, ante cuya furtiva llegada
la ciudad se sacude el sueño de la siesta
y con mano avezada
corre las cortinas.


Primavera y polvo                                  

Así permanecerá ante nosotros
y tras nosotros el día de nuestra muerte,
como una roca tenaz y pura al acecho del amor.

Hoy todos se mueven
en medio de una leve bruma primaveral,
después de haber sido azotados por gélidos vientos
y sin buscar respuestas sonríen
porque las sonrisas surgen espontáneas de su interior

El tiempo se detiene unos instantes
y se posa como una niebla ligera
en los hombros de los transeúntes
y nadie quiere dar un paso más

Cerca de allí el trabajo espera
hay que fabricar telas, coser vestidos
para cubrir lo tenebroso
y lo salvaje y poderlo olvidar
y así cada olvido quedará perpetuado
con un surco en la frente

Al fin todo está cubierto
El polvo nos arrasa la frente
Durante siglos se ha estado preparando
este momento Los huesos y la nieve ya se han olvidado
Todo está a punto
¿Quién nos regalará ahora
el amor?


Jüri Talvet (Pärnu, Estonia, 1945), Elegía estonia y otros poemas, Llambert Palmart, Valencia, 2002
Traducción de Jüri Talvet y Albert Lázaro-Tinaut
Envío de Jonio González


Kas mõistad piiluda läbi kardinate? 

Paksude öökardinate taga 
linn keskpäeval oma unenägusid hoiab. 
Rand on uljalt välkuva palja ihu turg - 
lainekandikul vaht, mis pihuneb huulil 
mõrkjaks maiguks 
märjast lagunevast majast. 

Ükski päike, mis põletab nahka, 
ei suuda seletada musta tuld, 
rohelist välku, 
mida oma ripsmevõrede varjus 
hoiab linn, 
surma, mille ette linn 
keskpäevauinakuks 
asjaliku käega 
kardinaid tõmbab.




Kevad ja puuder                        

Ja püsib ta, see suremise päev, 
me ees ja taga nagu tõrges kivi, 
kuid puhas, armastuse ootel. Pehmes kevadudus liiguvad 
täna inimesed 
pärast painavalt külmi tuuli 
vastust vajamata 
naeratavad 
sest naeratus ilmub 
nende sisemusest 

Aeg korraks peatub kerge uduna 
kaijate õlgadel 
ja keegi ei tahaks enam 
kuhugi minna 

Samm edasi ootab töö: 
valmima peavad lõimed, kangad, rüüd 
millega kaetakse kõik pime, 
metsik, püütakse unustada see 
ja iga unustus lõikab 
laubasse vao 

Juba kõik on kaetud 
Puuder tasandab lauba 
Sajandid on ette 
valmistanud seda hetke 
Unustatud on luud ja lumi 
Kõik on valmis 
Kes nüüd armastuse 
kingiks meile?   

viernes, noviembre 01, 2013

Orlando en verso y prosa, IX

1. La tragedia de Olimpia


¿Hay un corazón que el amor no pueda
dominar, despiadado Amor, traidor,
si a Orlando pudo arrebatar del pecho
la fe que le debía a su señor?
Fue sabio Orlando, y pleno de respeto,
y de la Santa Iglesia defensor;
por un vano amor olvidó al monarca,
a sí mismo, a Dios y cuanto Él abarca.




Lo excuso a pesar de todo y me alegro
de tener un par tal con mi defecto;
también soy en el bien lánguido y débil,
sano y dispuesto si debo ir al mal.
Orlando se va vestido de negro;
no le pesa dejar a sus amigos.
y pasa donde, de África y España,
la gente pernoctaba en la campaña;

incluso no en tiendas, sino debajo
de árboles: los esparció la tormenta
de a diez, de a veinte, o de a cuatro, ocho, siete;
y cerca o lejos todos se cubrieron.
Cada uno duerme roto de fatiga,
tendido entero o con algún respaldo.
Duermen, y con Orlando no se apura
su espada Durindana en la cintura.

Para Orlando, exquisito noble, quien domina varios idiomas occidentales y orientales, el árabe sobre todo, no resulta difícil -de negro y embozado- preguntar aquí y allá por Angélica. Pero los moros no la han visto. Decide pues explorar un poco la comarca, y termina por recorrer toda Francia, cada vez más lejos de los campos de batalla. Se le va en esto un invierno, cuanto menos, y una primavera. Va desde Bretaña a la Provenza, y desde Picardía hasta la frontera española. Sólo encuentra, como era de esperarse, dificultades. Y estas dificultades son desvíos de su objetivo que, misteriosamente, terminan por acercarlo a Angélica.
En un río imposible de cruzar a caballo encuentra a una dama a bordo de un bote. Ella le dice que puede transportarlo a la otra orilla, pero antes debe ayudar al rey de Hibernia a liberar de un antiguo mal a una isla remota, Ebuda. Tan remota como la de Hibernia, ambas en el Mar del Norte. En aquella isla, la gente tiene la mala costumbre de sacrificar doncellas a un monstruo marino.
Por cierto, Orlando, igual que su primo Reinaldo, no tolera las injusticias y, en menos de lo que se tarda en decirlo, está en Saint Malo; allí se hace de un barco con la idea de partir hacia las islas irlandesas. Antes de que pueda llegar siquiera a Inglaterra, lo espera un nuevo desvío. La tormenta lo arrastra hasta una playa cercana a Amberes, en donde mora una noble mujer exiliada. Es Olimpia, la hija del conde de Holanda, ya muerto, como sus dos  hijos varones, por obra del rey de Frisia, quien dispone de un arma terrible que vomita fuego.
Pretendía el rey de Frisia que la doncella se casase con su hijo, pero el corazón de ella pertenece a Bireno, noble de Zelanda,  quien partió rumbo a Vizcaya a combatir a los moros. Ofendido por el rechazo, el frisón entró a sangre y fuego en Holanda.
Narra la dama:

"Además de robusto y muy forzudo,
que pocos como él suelen encontrarse,
es como nadie astuto para el mal:
fuerza para el ardid también la tiene.
Lleva asimismo un arma que la gente
de cierta edad no había visto nunca:
un fierro oscuro, como de una braza,
donde va polvo y una bala calza.

"Con fuego detrás, en el tubo negro,
toca una rendija que se ve apenas,
como hace el médico antes de ligar
una vena en la que después opera,
por lo que se produce tal estruendo
como el que provocan trueno y relámpago.
No menos que por donde el rayo pasa,
cuanto alcanza lo incendia, abate, arrasa.

"Puso dos veces nuestro campo en fuga
con este truco, y mató a mis hermanos;
uno en el primer asalto: la cota
atravesó, y el corazón, la bala.
Luego, en la otra, al segundo que escapaba
de un disparo logró llevarle el alma:
de lejos y a traición le disparó,
y con la bala el pecho le partió.

"Defendiéndose más tarde mi padre,
dentro de un castillo que le restaba,
pues ya había perdido los demás,
lo hizo, de otro tiro, perder la vida;
mientras andaba desde un sitio al otro,
disponiendo acciones de la defensa,
igual entre los ojos fue alcanzado
por ese fierro avieso disparado. "

La dama, prisionera del invasor y casada con su hijo, no perdió el tiempo. Con el aporte de un fiel servidor, le cortó el cuello a su marido, mientras el otro lo apuñalaba. Pudo huir, pero el déspota había en tanto capturado a su amante en una batalla naval. Lleno de odio por el asesinato del príncipe, el rey frisón dio un año de plazo para que la doncella se presentase y diera su vida a cambio de la de Bireno. Ella no teme ahora la muerte para que su amor viva, sino que el frisón no cumpla la promesa y los atormente y mate a ambos no bien ella se presente.


2. Una acción fulmínea de Orlando


Todo paladín, hemos dicho, reacciona como un resorte no bien se le narra una injusticia. Sobre todo si una dama es la víctima. Olvidando pues, por el momento, a las muchas otras doncellas que mueren día a día en boca de un monstruo marino en una lejana isla de Irlanda, Orlando embarca con la holandesa. El propósito de Olimpia no es que el caballero asegure su vida, sino la de su amante cuando el sacrificio de ella se haya cumplido. Orlando no la deja, empero, bajar de la nave cuando llegan a tierra. Él se hará cargo del asunto.
En las puertas de la ciudad, Orlando clama por la presencia del rey, para ajustar cuentas mano a mano. Mientras el rey es llamado, un cortesano le da charla, y treinta frisones salen por otra puerta para cercarlo por detrás.

El paladín de Anglante, cuando cerca
vio aquella gente armada, bajó el asta;
y uno en ella, y luego otro, los ensarta;
luego otro, y otro más, como muñecos;
y al fin seis tiene en fila atravesados;
y como no le basta para siete,
el séptimo, ya herido, queda afuera,
sin que tal cosa impida que se muera.

No de otro modo cerca de los márgenes
de canales y fosas a las ranas
el buen cazador las traspasa juntas
y una con otra se las lleva todas,
sin darse prisas hasta que completa
de una punta a otra el largo del arpón.
La grave lanza Orlando arroja presto;
con espada va ahora por el resto.

Inútil la lanza, esa espada lleva
que jamás fue por él blandida en vano,
y a cada golpe de tajo o de punta
derribó hombres de a pie o de a caballo;
donde tocó, siempre tiñó de rojo
lo que era blanco o azul, negro o amarillo.
Se duele el rey Cimosco, que su fuego
lo dejó para usarlo en otro juego.

Huye el frisón, y Orlando no puede seguirlo, pues ha elegido para esta pelea un caballo demasiado pesado. El rey llega a su arma letal  en tanto la ciudad se alza contra el monarca. Éste prosigue su huida y la ventaja que le da su cabalgadura le permite llegar a un monte cercano y preparar una emboscada. Cuando Orlando se aproxima con su lento caballo, dispara.

Detrás relampaguea igual que un rayo
y por delante escupe y manda trueno.
Tiemblan muros y bajo el pie el terreno;
el cielo suena con el estampido.
La candente flecha que pasa todo
lo que sale a su paso y no perdona,
silba estridente, pero como quiere
el cruel tirador esta vez no hiere.

Tal vez por la prisa, o por el deseo
de matar a aquel barón, erra el tiro;
o tal vez su corazón tiembla tanto
que da temblor al brazo y a la mano;
o la voluntad divina no quiere
que su campeón caiga de este modo:
cierto es que la bala a la bestia acierta,
la que rueda por tierra y queda muerta.

Caen a tierra el corcel y el jinete:
la oprime uno, la toca el otro apenas.
Se levanta tan diestro y tan ligero
que parece con más aliento ahora.
Como el libio Anteo, siempre más fiero, *
se alzaba aún de la tocada arena,
así parece, y que la fuerza cuando
tocó tierra, se redobló en Orlando.

El rey de Frisia, horrorizado ante el rostro de Orlando, que hubiese hecho temblar hasta al mismísimo Marte, se da a la fuga. Pero esta vez corren ambos a pie, y el paladín -imbuido de sagrada furia- es más veloz que una saeta.

…y aquello que no pudo Orlando antes
hacer de a caballo, a pie logra hacerlo.
Lo sigue tan veloz que no querría,
el que no lo ve, creerlo realmente.
Lo alcanza en corto espacio y sobre el yelmo
levanta el filo duro y la cabeza
le parte hasta el cuello de un solo tajo;
vencido lo oye agonizar debajo.

Liberado Bireno por el pueblo, sus tropas invaden la ciudad. Holanda es liberada y Olimpia se reúne con su amante.
Orlando decide partir sin escalas hacia la isla de Ebuda. Lleva consigo el arma diabólica del rey de Frisia, pero la arroja en medio del mar “para que por ti no dejen de ser ardidos los caballeros y nunca más el malo se envanezca”, designio que, sabrán ya, no se cumplió.
Orlando ha tenido el presentimiento de que Angélica puede estar entre las doncellas destinadas al monstruo marino. No piensa detenerse ni siquiera en Hibernia, donde se prepara una armada contra la isla maldita. Nunca se sabe: esto podría significar otro desvío.
Pero dejémoslo por ahora en el mar, porque no quiero que las bodas de Olimpia y Bireno se celebren sin nosotros. Eso les disgustaría, lo sé. No imaginemos aún nada que pueda disturbar la fiesta en Holanda, y la que se prepara en Zelanda. De esto hablaré en el próximo canto si quieren oírme.

Ludovico Ariosto (Reggio Emilia, 1474-Ferrara, 1533), Orlando furioso, 1532; Einaudi, Turin, 1992
Versión de Jorge Aulicino


* El gigante mitológico, hijo de Poseidón y Gea, la tierra. Anteo cobraba fuerzas cuando era derribado. Vivía en Libia y desafiaba a quien pasase por su comarca. Heracles logró vencerlo cuando se dio cuenta de que el gigante recibía, al caer, la energía de su madre; lo alzó y le impidió tocar el suelo, hasta que logró destruirlo con su abrazo.

Moya Cannon / Gaviotín ártico













El amor tiene que tomarnos desprevenidos
porque ninguno de nosotros pagaría el precio del amor si lo supiéramos.
Porque, ¿quién pagará para ser destruido?
La destrucción es tan segura,
tan evidente.

Mucho más difícil de trazar,
menos evidente,
es la segunda vida del amor,
un huevo de gaviotín,
revelado y escondido
en un nido de piedras
sobre una costa pedregosa.

Lo que parece una piedra
no es piedra.
Ese pulso vulnerable
que puede sostenerse en la palma de una mano
puede sobrevivir
para viajar por los océanos más cálidos y helados del mundo,
sus alas estrechas,
el latido de su pequeño corazón,
un puente entre polos.

Moya Cannon (Dunfanaghy, Donegal, 1956), Parchment Boat, Gallery Press, Loughcrew, Oldcastle, County Meath, 1997
Traducción de Jorge Fondebrider


Artic Tern

Love has to take us unawares
for none of us would pay love’s price if we knew it.
For who will pay to be destroyed?
The destruction is so certain,
so evident. 

Much harder to chart,
less evident,
is love’s second life,
a tern’s egg,
revealed and hidden
in a nest of stones
on a stony shore. 

What seems a stone
is no stone.
This vulnerable pulse
which could be held in the palm of a hand
may survive
to voyage the world’s warm and frozen oceans,
its tapered wings,
the beat of its small heart,
a span between arctic poles.