jueves, septiembre 30, 2010

Martha Kornblith / Pendiente




Por eso dedicamos nuestros libros...

Por eso dedicamos nuestros libros
a los muertos.
Porque tenemos la vana convicción
de que nos escuchan.
Nosotros, cómplices de oficios
menos inocentes,
creemos que seremos dioses
en otros mundos
porque pensamos que la felicidad
es la distancia del milagro
cuando soñamos con una palabra,
cuando vemos alzarse los aviones.

Por eso me volví poeta
porque pasa lento el tiempo en soledad.
¿No es apenas un peligroso instante
lo que sostiene nuestra cordura?
¿No depende la locura
de nuestra única, frágil, cuerda?
¿No pende ella de un solo término,
del preciso término
aquel que nos salva
o nos condena?

Martha Kornblith (Lima, 1959-Caracas, 1997), Gina Saraceni, En-obra. Antología de la poesía venezolana 1983-2008, Editorial Equinoccio, Caracas, Venezuela

Foto: Martha Kornblith Herederos Del Kaos/Homenajes

lunes, septiembre 27, 2010

Moya Cannon / Tren





El tren

El terraplén del ferrocarril a nuestra izquierda
traza una línea verde a través de las piedras sueltas y el brezo agrisado
Una vía espectral lleva a un tren spectral
al oeste desde Letterkenny a Burtonport.
En uno de los asientos de tabla está sentada
una joven de catorce años seria y de Tyrone
de cabello fino, lacio, rojizo.
El tren resopla y rechina encima de nuestras cabezas
sobre altos pilares de piedra
que bordean la parte más angosta del camino.

Está yendo a aprender irlandés a Ranafast
en mil novecientos veintinueve.
El tren de trocha angosta avanza humeando tan despacio
que ella puede tocar
y arrancar las hojas del árbol ocasional que pasa.
Su amiga sostiene el sombrero fuera de la ventana con un dedo
haciéndolo girar distraídamente una y otra vez,
hasta que sale volando y aterriza entre las piedras.

Mi madre no sabe que el ferrocarril fue construido
por hombres que creían que el tren ya estaba presente
en la profecías de Colmcille
como un cerdo negro que resopla por el barranco.
No puede profetizar, así que no sabe
que su padre habrá muerto en tres años,
ni que conocerá a su marido
y pasará su vida adulta
al oeste de esas colinas de granito redondeadas.

Dentro de setenta y cinco años
una de sus hijas la llevará
debajo de ese puente desaparecido
y fuera de Donegal
una última vez.
Lo único que sabe es que está yendo a Ranafast
y que el tren está yendo muy despacio.

Moya Cannon (Dunfanaghy, Donegal, 1956)
Versión de Jorge Fondebrider


The train

The railway embankment to our left
drives a green line through scree and grizzled heather.
A ghost track carries a ghost train
west from Letterkenny to Burtonport.
On one of the slatted wooden seats sits
a serious fourteen-year-old from Tyrone
with fine, straight, reddish hair.
The train huffs and clanks over our heads
across tall, cut-stone pylons
which flank the narrowest part of the road.

She is travelling to Irish college in Ranafast
in nineteen twenty-nine.
The narrow-gauge train steams along so slowly
that she can reach out
and pull leaves off the occasional, passing tree.
Her friend holds her hat out of the window
and swizzles and swizzles it around, absent-mindedly,
until it spins off and lands amid the scree.

My mother does not know that the railway line was built
by men who believed that the train was foreseen
in the prophecies of Colmcille
as a black pig snorting through the gap.
She cannot prophesy, so she does not know
that her father will be dead within three years,
or that she will meet her husband
and will spend her adult life
west of these rounded, granite hills,

or that, in seventy-five years time,
one of her daughters will drive her
under this disappeared bridge
and out of Donegal
for the last time.
All she knows is that she is going to Ranafast
and that the train is travelling very slowly.


Ilustración: Train at Night, c.1890, Lionel Walden

Mario Trejo / El doble fondo de tus ojos



De pronto callaron las voces
El viento nos dejaba sordos
El mar se detuvo de pronto
La ola cubrió el horizonte

Un caballo cruzó al galope
El doble fondo de tus ojos
Los días se hicieron más cortos
La vida transcurrió de noche

Sería imposible repetirla
Esa temporada en el invierno
Premonitoria de desastres

Pero fue vida todo es vida
Amor cierto días inciertos
Distancia eterna de este viaje

Mario Trejo (Buenos Aires, 1926-2012), Los pájaros perdidos. Poemas de amor, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2010

Ilustración: Pequeño paisaje de invierno con esquiadores, 1924, Paul Klee

Sergio Bizzio / Subir es más viejo que bajar


Hay que reconocer que subir es más viejo que bajar,
pienso mientras me hundo
en el recuerdo de algo feliz y tan menor
que podría dedicarle la vida a su veneno:
escribir, leer, abandonarse, bebiendo, y ocasionalmente
girar la cabeza sobre un hombro y preguntar “¿qué?”
con los ojos apenas entreabiertos.
La casa es linda, hay tiempo para todo.
El equipo suena bien.
Hacemos lo que nos gusta hacer.
Y de pronto no pasa nada.
Ninguna garra se apoya sobre mi hombro.
Por más que lo intento
no puedo decir que alguien me sacude,
ni que abro los ojos y la veo a ella,
la que me odia, la que me amó.

Sergio Bizzio (Villa Ramallo, Argentina, 1956), Te desafío a correr como un idiota por el jardín, Ed. Mansalva, Buenos Aires, 2008
XVIII Festival de Poesía de Rosario

domingo, septiembre 26, 2010

Igor Barreto / Ladrón de gallos



Ladrón de gallos

Mi vecino floricultor
me ha robado un ave muy preciada.
Se trata de un gallo color tabaco
que pastaba en una jaula
al fondo del segundo patio de la casa.
No hice ningún reclamo,
simplemente no me atreví.
Cada madrugada caminé furtivo
por la carretera de tierra
que bordea nuestras casas
y acercándome a la suya
escuché de nuevo cantar mi gallo.
Es un ave que canta como el Ángel Gabriel
espantando las sombras,
con cuatro inflexiones musicales bien marcadas.
Este modesto ritual
se prolongó por tres noches.
Tres veces aguardé el amanecer
anhelando escucharlo.
Mi vista y mi oído
se aguzaron de tal manera
en aquel último gesto
de pertenencia sobre el ave,
que sentí,
que la deuda estaba saldada.

Igor Barreto (San Fernando de Apure, Venezuela, 1952), XVIII Festival Internacional de Poesía de Rosario


act. 2022

sábado, septiembre 25, 2010

Jorge García Sabal / Dos poemas




Sitio

Hice bien.
Esta noche tapé la jaula de los pájaros,
dejé sin luz a los peces que dormían
cautivos de un solo ojo, eché
por la escalera, justo en su última vida,
al gato.
Hice todo bien.
Ahora estoy solo y Billie Holiday me dice,
hamacándome, la voz llena de pasto y agria,
un cuento para dormir, un sueño. Ella
dice y cuenta cosas que conozco, hamacándome,
suave, solos.

Ahora amanece, es el día de siempre.
Me hamaco. Estoy solo. Hice bien, todo bien.


Todo está por ocurrir y nada es cierto

Todo está por ocurrir y nada es cierto.
Hay aquí zarcillo y calas y violetas
y juncos y árboles altos y raíces
secas alzadas de la tierra, devoradas,
inhóspitas, estirándose al aire, a nada.
Y también frutas y frutos que van y vienen,
puntuales en la sequía, puntuales
en su primitivo ardor. Y también hay aquí
algo que no ocurre, algo, alguna cosa,
cualquiera, que no da paso al ocurrir
y no está bien ni mal: sólo no ocurre.

En fin, quería decir que no hay violetas
ni juncos ni plantas de nada ni sequía
ni ardor. Este lugar es sólo el lugar
del no ocurrir: un sueño aturdido
de voces, raíces, gestos contra la muerte.

Jorge García Sabal (Balcarce, 1948-Buenos Aires, 1996), 200 años de poesía argentina. Selección y prólogo de Jorge Monteleone, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2010

Ilustración: La cantante de jazz, Johanna Kriesel

viernes, septiembre 24, 2010

John Keats / Lo que dice el tordo...




Dice el tordo

(Líneas en una carta a John Hamilton Reynolds)

¡Oh tú cuyo rostro ha probado el viento del Invierno,
Cuyos ojos vieron las nubes de nieve colgadas en la niebla
Y las copas oscuras de los olmos entre astros helados!
Para ti será la primavera tiempo de cosecha.
¡Tú, cuyo único libro ha sido la luz
De la suprema tiniebla que alimentas
Noche tras noche cuando Febo está lejos!
Para ti la primavera será triple alborada.
No te inquietes después de la sabiduría. No tengo ninguna
Y sin embargo mi canción acude, natural y cálida.
No te inquietes después de la sabiduría. No tengo ninguna
Y sin embargo el atardecer escucha. Aquel que se acongoja
Al pensar en la ociosidad no puede ser ocioso
Y está despierto aunque crea que duerme.

John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), Robin Hood y otros poemas, versiones de Jorge Aulicino, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2001


What the Thrush Said

Lines From A Letter To John Hamilton Reynolds

O thou whose face hath felt the Winter’s wind,
Whose eye has seen the snow-clouds hung in mist,
And the black elm tops ‘mong the freezing stars!
To thee the spring will be a harvest time.
O thou whose only book has been the light
Of supreme darkness, which thou feddest on
Night after night, when Phoebus was away!
To thee the spring shall be a triple morn.
O fret not after knowledge. I have none,
And yet my song comes native with the warmth.
O fret not after knowledge! I have none.
And yet the evening listens. He who saddens
At thought of idleness cannot be idle,
And he’s awake who thinks himself asleep.

John Keats, Complete Works, Edited by H. Buxton Forman, Gowans & Gray, New York, 1901

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From Hampstead, February 19th, 1818

My dear Reynolds-
I had an idea that a Man might pass a very pleasant life in this manner - Let him on a certain day read a certain page of full Poesy or distilled Prose, and let him wander upon it, and bring home to it, and prophesy upon it, and dream upon it: until it becomes stale - But when will it do so? Never - When Man has arrived at a certain ripeness in intellect any one grand and spiritual passage serves him as a starting-post towards all 'the two-and-thirty Palaces.' How happy is such a voyage of concentration, what delicious diligent Indolence! ...Nor will this sparing touch of noble Books be any irreverence to their Writers - for perhaps the honors paid by Man to Man are trifles in comparison to the Benefit done by great works to the 'spirit and pulse of good' by their mere passive existence. Memory should not be called Knowledge - Many have original minds who do not think it - they are led away by Custom. Now it appears to me that almost any Man may like the spider spin from his own inwards his own airy Citadel - the points of leaves and twigs on thich the spider begins her work are few, and she fills the air with a beautiful ciruiting. Man should be content with as few points to tip with the fine Web of his Soul, and weave a tapestry empyrean full of symbols for his spiritual eye, of softness for his spiritual touch, of space for his wandering, of distinctness for his luxury. But the Minds of Mortals are so different and bent on such diverse journeys that it may at first appear impossible for any common taste and fellowship to exist between two or three under these suppositions. It is however quite the contrary. Minds would leave each other in contrary directions, traverse each other in numberless points, and at last greet each other at the journey's end. An old Man and a child would talk together and the old Man be led on his path and the child left thinking. Man should not dispute or assert but whisper results to his neighbour and thus by every germ of spirit sucking the sap from mould ethereal every human might become great, and Humanity instead of being a wide heath of Furze and Briars with here and there a remote Oak or Pine, would become a grand democracy of Forest Trees! It has been an old comparison for our urging on - the Beehive; however, it seems to me that we should rather be the flower than the Bee - for it is a false notion that more is gained by receiving than giving - no, the receiver and the giver are equal in their benefits. The flower, I doubt not, receives a fair guerdon from the Bee - its leaves blush deeper in the next spring - and who shall say between man and woman which is the most delighted? Now it is more noble to sit like Jove than to fly like Mercury - let us not therefore go hurrying about and collecting honey, bee-like buzzing here and there impatiently from a knowledge of what is to be aimed at; but let us open our leaves like a flower and be passive and receptive - budding patiently under the eye of Apollo and taking hints from every noble insect that favours us with a visit - sap will be given us for meat and dew for drink. I was led into these thoughts, my dear Reynolds, by the beauty of the morning operating on a sense of Idleness - I have not read any books - the Morning said I was right - I had no idea but of the morning, and the thrush said I was right - seeming to say,

O thou whose face hath felt the Winter's wind,
Whose eye has seen the snow-clouds hung in mist,
And the black elm-tops 'mong the freezing stars,
To thee the Spring will be a harvest-time.
O thou, whose only book has been the light
Of supreme darkness which thou feddest on
Night after night when Phoebus was away,
To thee the Spring shall be a triple morn.
O fret not after knowledge - I have none,
And yet my song comes native with the warmth.
O fret not after knowledge - I have none,
And yet the Evening listens. He who saddens
At thought of idleness cannot be idle,
And he's awake who thinks himself asleep.

Now I am sensible all this is a mere sophistication (however it may neighbor to any truths), to excuse my own indolence - so I will not deceive myself that man should be equal with Jove - but think himself very well off as a sort of scullion-Mercury, or even a humble Bee. It is no matter whether I am right or wrong, either one way or another, if there is sufficient to lift a little time from your shoulders.

Your affectionate friend,
John Keats


John-Keats.com

Ilustración: Hampstead,1881, John Atkinson Grimshaw

jueves, septiembre 23, 2010

John Keats / Musa, dame una lección...




Escrito en la cumbre del Ben Nevis

¡Musa, dame una lección en voz bien alta
sobre la cumbre del Nevis, ciega de niebla!
Miro los abismos y una mortaja vaporosa
los esconde: justo así, quisiera que el hombre

sepa que hay infierno; miro hacia arriba
y veo una niebla plomiza: y así tal cual,
el hombre conoce el cielo; la niebla cubre
la tierra a mis pies, y así, del mismo modo,

tan vaga es la visión del hombre sobre sí.
Bajo mis pies están las piedras escarpadas,
y todo cuanto sé, pobre duende sin ingenio,
es que piso sobre ellas, que todo lo que mi ojo ve

es niebla y riscos, no sólo en esta altura
sino en el mundo de la mente y su poder.

John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), La poesía de la tierra, selección y traducción de Ana Bravo y Javier Adúriz, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2003


Written upon the top of Ben Nevis

Read me a lesson, Muse, and speak it loud
Upon the top of Nevis, blind in mist!
I look into the chasms, and a shroud
Vaporous doth hide them, -- just so much I wist

Mankind do know of hell; I look o'erhead,
And there is sullen mist, -- even so much
Mankind can tell of heaven; mist is spread
Before the earth, beneath me, -- even such,

Even so vague is man's sight of himself!
Here are the craggy stones beneath my feet, --
Thus much I know that, a poor witless elf,
I tread on them, -- that all my eye doth meet

Is mist and crag, not only on this height,
But in the world of thought and mental might!


Ilustración: A Lane in Headingley, Leeds, 1881, John Atkinson Grimshaw

John Keats / A una urna griega




Oda a una urna griega

¡Tú, aún, inviolada novia de la calma!
Tú, hija adoptiva del silencio y el tiempo lento,
Historiadora salvaje quien así expresa
Un florido cuento más dulce que nuestra rima,
¿Qué adornada leyenda hechiza por alrededor tu forma
De deidades o de mortales o de ambos
En Tempe o en los valles de la Arcadia?
¿Qué hombres o dioses son estos? ¿Qué esquivas doncellas?
¿Qué propósito loco? ¿Qué lucha por huir?
¿Qué gaitas y timbales? ¿Qué éxtasis salvaje?

Las melodías oídas son dulces, pero aquellas no oídas
Son más dulces. Por lo tanto, suaves gaitas, toquen,
No para el sensual oído sino para alguien más querido,
El espíritu, gaitas, cancioncitas sin tono.
Hermosa muchacha, debajo de los árboles no puedes abandonar
Tu canción, ni pueden estos árboles estar desnudos.
Atrevido amante, nunca, nunca podrás besar
Tu dura ganancia ya cerca de la meta. No entristezcas,
Ella no puede desvanecerse y aunque no obtengas su encanto
¡Tú las amarás siempre y ella será hermosa!

¡Felices, felices ramas que no pueden desprenderse de sus hojas
ni decir adiós a la Primavera! Y feliz el músico incansable
que por siempre toca canciones siempre nuevas.
¡Y más feliz el amor, más feliz, feliz amor!
Por siempre cálido y calmo y disfrutable,
Por siempre anhelante y siempre joven,
Todo respirando la elevada pasión humana
Que deja el corazón pesaroso y saciado,
La frente quemada y la lengua reseca.

¿Quiénes son estos que van al sacrificio?
¿Hasta qué verde altar, oh misterioso sacerdote,
Conduces este becerro que lanza su grito al cielo,
Con sus sedosos flancos adornados con guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad junto al río o al mar
O pacífica ciudadela coronando una montaña
Quedó deshabitada esta pía mañana?
Y, pequeña ciudad, tus calles para siempre
Estarán silenciosas, sin un alma siquiera que cuente
Por qué estás desolada y nadie volverá.

¡Oh figura del Atica! ¡Bello gesto! Con hombres
de mármol y doncellas muy bien torneadas;
con ramas de bosque y hollada hierba,
tú, forma silenciosa, no tomas a broma el pensamiento
como lo hace la Eternidad: ¡Fría Pastoral!
Cuando el viejo tiempo devaste a esta generación,
Tú permanecerás en medio de otra aflicción
Como la nuestra; amiga del hombre a quien dices:
"Belleza es verdad, verdad belleza... esto es todo
lo que sabes en la tierra, y todo lo que necesitas saber".

John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), Robin Hood y otros poemas, versiones de Jorge Aulicino, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2001


Ode on a Grecian Urn

Thou still unravish'd bride of quietness,
Thou foster-child of silence and slow time,
Sylvan historian, who canst thus express
A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fring'd legend haunt about thy shape
Of deities or mortals, or of both,
In Tempe or the dales of Arcady?
What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
What pipes and timbrels? What wild ecstasy?
Heard melodies are sweet, but those unheard
Are sweeter: therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endear'd,
Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
Thy song, nor ever can those trees be bare;
Bold lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal - yet, do not grieve;
She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
For ever wilt thou love, and she be fair!

Ah, happy, happy boughs! that cannot shed
Your leaves, nor ever bid the spring adieu;
And, happy melodist, unwearied,
For ever piping songs for ever new;
More happy love! more happy, happy love!
For ever warm and still to be enjoy'd,
For ever panting, and for ever young;
All breathing human passion far above,
That leaves a heart high-sorrowful and cloy'd,
A burning forehead, and a parching tongue.

Who are these coming to the sacrifice?
To what green altar, O mysterious priest,
Lead'st thou that heifer lowing at the skies,
And all her silken flanks with garlands drest?
What little town by river or sea shore,
Or mountain-built with peaceful citadel,
Is emptied of this folk, this pious morn?
And, little town, thy streets for evermore
Will silent be; and not a soul to tell
Why thou art desolate, can e'er return.

O Attic shape! Fair attitude! with brede
Of marble men and maidens overwrought,
With forest branches and the trodden weed;
Thou, silent form, dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!
When old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than ours, a friend to man, to whom thou say'st,
"Beauty is truth, truth beauty," - that is all
Ye know on earth, and all ye need to know.

englishhistory.net

Ilustración: De la transcripción del manuscrito de John Keats, por George Keats, 1820 englishhistory.net

miércoles, septiembre 22, 2010

Javier Adúriz / Alabanza



Alabanza*


Yo, Masaoka Shiki, me jacto:
he venido a dar testimonio de lo que va a pasar aquí
y ahora
en esta choza flotante sobre el páramo
donde voy a agotar los máximos placeres
de la vida:
la salvia y el romero
y esta íntima luna escarchada que cede
hacia el oeste…

Viva el asombro de cada día vivo
Viva el asombro de lo que no vive en vano
Y hace de su compenetración
la voz invicta, la invicta melodía…


* El poeta canta cada línea del poema, como si encontrara
algo manso y definitivo; una secreta victoria personal.

Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948), inédito

Ilustración: Recipiente, siglo XVIII, Torei Enji

lunes, septiembre 20, 2010

Jude Nutter / Cuervos




Cuervos

Vi esa mezcla extraña de fragilidad
y de débil fuerza en el ala rota,

y el azul flotando bajo la superficie
de sus alas —a veces la carne es un espejo

pero lo que se refleja nunca es este mundo.
No había nada interesante en la playa

excepto este cuerpo: Mientras me alejaba
descendieron desde los árboles —después del primero,

en avalancha—se detuvieron chillando
en círculo alrededor de su compañero muerto.

Permanecieron allí hasta que subió la marea,
levantó ese cuerpo roto sobre la orilla, lo dio vuelta,

lo sacó a flote —mostrando la negrura revuelta,
desapareciendo después, en cada oleaje.

Lo único que hicieron fue esperar ahí. Vigilantes.
Eso es todo. A veces este mundo

es apenas un paraíso.


Jude Nutter (North Yorkshire, Inglaterra, vive en los Estados Unidos desde 1980), The Curator of silence, University of Notre Dame Press, 2006
Versión de Silvia Camerotto


Crows
I saw that strange blend of softness /and brittle energy in the shattered wing, //and the blue that floated beneath the surface /of its feathers —sometimes the flesh is a mirror //but it’s never this world that’s reflected. /There was nothing on the beach of interest //except this body: As I moved away /they came down, out of the trees —after the first, //an avalanche—to stand fussing /in a circle around their dead companion. //They were there until the tide came in, /lifted that broken body up on its hem, turned, //floated it out —an untidy blackness riding /into view, then vanishing, with each swell. //All they did was wait there. Keeping vigil. /That’s all. There are times when this world //is just enough like paradise.

Ilustración: Cuervos, siglo XVIII, Torei Enji

Juan Rodolfo Wilcock / De "La parola morte"




23.

"Piensa, hombre civil, que eres el último
hombre que queda sobre la tierra y piensa:
todos los diamantes se han vuelto piedras,
eres el rey de América y de Rusia,
con las esterlinas te puedes limpiar el culo,
¿pero por quién deberías ahora limpiártelo?
¿por un escrúpulo hacia los gusanos?
Y como el falo busca la vulva ausente,
tu lengua va en busca de una oreja,
te pones la máscara de oro de Agamenón
y te miras al espejo, pero no te habla,
buscas la Esfinge, pero no te interroga,
lees los diarios viejos para reencontrar
la voz inmunda de la raza desaparecida,
avara, hipócrita, asesina y ladrona,
pero que al menos te hablaba, no como ahora,
te mentía, te odiaba, te escarnecía,
pero te hablaba, y a veces, te escuchaba,
extrañas al juez, al esbirro, al verdugo,
que te reflejaban con la máscara,
pero aquellos labios de oro te hablaban,
no como las riquezas de la tierra
que sin las palabras son polvo,
cenizas, andrajos, piedras, papel y metales.
Puedes hacer lo que quieras, quien está solo está muerto".

Pero aquel hombre civil que era el último
hombre que quedaba sobre la tierra se puso
sobre la cara la máscara de Agamenón
y se tumbó en el sepulcro en Micenas
esperando que Alguien lo viese.


24.

Quien no se quema como hacen los bonzos,
no por eso se salva de las llamas,
cintas de fuego lo envuelven a diario,
deberes y deshonras lo rocían de nafta,
y en sus sueños galopa como un diablo
azotado por diablos que repiten
"dos veces siete liras son seis liras"
"una señora no se rasca el culo"
"el que tiene tres chanchos verdes sube la escalera",
girando así con la piel agrietada,
lamido por liras en combustión,
contrito porque tiene solo un chancho verde,
hasta que se le encienden los cabellos
y cae envuelto en las lenguas de fuego,
para rodar buscando el apagarlo
y hacer durar lo que el bonzo hace rápido.

Juan Rodolfo Wilcock (Buenos Aires, 1919-Lubriano di Bagnoregio, Viterbo, 1978), "La parola morte", Poesie, Adelphi Edizioni, Milán, 1993
Versiones: Jorge Aulicino

23.
"Pensa, uomo civile, che sei l'ultimo / uomo rimasto sulla terra e pensa: / tutti i diamanti sono tornati sassi, / sei il re dell'America e della Russia, / con le sterline puoi pulirte il culo / ma per chi mai dovresti ormai puliterlo, / per uno scrupolo verso i vermi? / E come il fallo cerca la vulva assente, / la tua lingua va in cerca di un orecchio, / metti la maschera d'oro di Agamennone / e ti guardi allo specchio, ma non ti parla, / cerchi la Sfinge, ma non ti fa domande, / leggi i giornali vecchi per ritrovare / la voce immonda della razza scomparsa, / avara, ipocrita, assasina e ladra, / ma almeno ti parlava, non come adesso, / ti mentiva, ti odiava, ti dileggiaba, / ma ti parlava e a volte ti ascoltava, / rimpiangi il giudice, lo sbirro, il boia, / che erano te specchiato con la maschera, / ma quelle labbra d'oro ti parlavano, / non come le ricchezze della terra / che senza le parole sono polvere, / ceneri, cenci, sassi, carte e metalli. / Poui fare quel che vuoi, chi è solo è morto". // Ma quell'uomo civile che era l'ultimo / uomo rimasto sulla terra si mise / sulla faccia la maschera di Agamennone / e si sdraiò nel sepolcro a Micene / sperando che Qualcuno lo vedesse.

24.
Chi non si fa bruciare come un bonzo, / non per questo si salva dalle fiamme, / nastri di fuoco lo avvolgono di giorno, / doveri e onte cosparsi di benzina, / e nei suoi sogni galoppa come un diavolo / frustrato da altri diavoli che ripetono / "due volte sette lire sono sei lire" / "una signora non si gratta il culo" / "chi ha tre maiali verdi sale la scala", / girando con la pelle screpolata, / lambito dalle lire in combustione, / affranto perché ha un solo maiale verde, / finché non gli si incendiano i capelli / e cade avvolto nelle lingue di fuoco / a rotolarsi cercando di spegnerle, / per far durare quel che il bonzo fa subito.


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Ilustración: La llamada "máscara de Agamenón", c.1550 a.C., Museo de Arqueología de Atenas

domingo, septiembre 19, 2010

John Keats / Robin Hood






Robin Hood

¡No! Aquellos días se fueron.
Sus horas están viejas y grises
Y sus minutos yacen sepultados
Bajo la pisoteada mortaja
De las hojas de muchos años.
Muchas veces las tijeras del Invierno,
El helado Norte y el frío Este,
Con sonoras tempestades la fiesta
Del bosque susurrante esquilaron,
Puesto que los hombres no pagaban renta ni alquiler.

No, ya no suena más el cuerno
Y tampoco la cuerda del arco;
El silencio, de estridente marfil,
Atraviesa el matorral y sube la colina.
No hay risas en medio del bosque
Donde Eco, solitaria, asusta
A algún caminante azorado de oír
Bromas en la profunda espesura.

En el buen tiempo de Junio
Puedes ir con Sol o con Luna
O a la luz de siete estrellas
O guiado por el rayo polar
Pero nunca podrás contemplar
Al Pequeño John o al atrevido Robin
Y nunca a ninguno del clan
Golpeando en un cacharro vacío
Alguna vieja cancioncita de caza
Mientras va por el verde camino
Hacia la honesta posadera Merriment
Abajo, en las pasturas de Trent;
Porque él dejó el alegre cuento,
Emisario de aromática cerveza.

Perdida, la alegre batahola;
Perdida, la canción de Gamelyn;
Perdidos, los duros bandoleros
Que haraganeaban en el verdecito,
¡Todo perdido y pasado!
Y si Robin se levantara de su tumba
Cubierta de césped, y si Marian
Volviera aún a los días del bosque.
Ella querría llorar y él volverse loco;
Maldeciría porque todos los robles
Fueron derribados por los astilleros
Y hoy se pudren en los mares salados;
Lloraría Marian porque sus abejas salvajes
No cantarían para ella. ¡Extraño! Esa miel
Ya no puede obtenerse sin duro dinero.

Así es. Y a pesar de todo, cantemos.
¡Honor a la vieja cuerda del arco!
¡Honor al cuerno de caza!
¡Honor a los bosques intocados!
¡Honor al verde de Lincoln!
¡Honor al arquero hábil!
¡Honor al duro pequeño John!
¡Y al caballo que montaba!
¡Honor al atrevido Robin Hood
que duerme bajo los árboles!
¡Honor a la moza Marian!
¡Y a todo el clan de Sherwood!
Aunque sus días volaron
Un par de versos les debemos.

John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), Robin Hood y otros poemas, versiones de Jorge Aulicino, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2001

Robin Hood
To a Friend
No! those days are gone away, / And their hours are old and gray, / And their minutes buried all / Under the down-trodden pall / Of the leaves of many years: / Many times have winter’s shears, / Frozen North, and chilling East, / Sounded tempests to the feast / Of the forest’s whispering fleeces, / Since men knew nor rent nor leases. // No, the bugle sounds no more, / And the twanging bow no more; / Silent is the ivory shrill / Past the heath and up the hill;/ There is no mid-forest laugh,/ Where lone Echo gives the half / To some wight, amaz’d to hear / Jesting, deep in forest drear. // On the fairest time of June / You may go, with sun or moon, / Or the seven stars to light you, / Or the polar ray to right you; / But you never may behold / Little John, or Robin bold; / Never one, of all the clan, / Thrumming on an empty can / Some old hunting ditty, while / He doth his green way beguile / To fair hostess Merriment, / Down beside the pasture Trent; / For he left the merry tale / Messenger for spicy ale. // Gone, the merry morris din; / Gone, the song of Gamelyn; / Gone, the tough-belted outlaw / Idling in the “grenè shawe;” / All are gone away and past! / And if Robin should be cast / Sudden from his turfed grave, / And if Marian should have / Once again her forest days, / She would weep, and he would craze: / He would swear, for all his oaks, / Fall’n beneath the dockyard strokes, / Have rotted on the briny seas; / She would weep that her wild bees / Sang not to her—strange! that honey / Can’t be got without hard money! // So it is: yet let us sing, / Honour to the old bow-string! / Honour to the bugle-horn! / Honour to the woods unshorn! / Honour to the Lincoln green! / Honour to the archer keen! / Honour to tight Little John, / And the horse he rode upon! / Honour to bold Robin Hood, / Sleeping in the underwood! / Honour to Maid Marian, / And to all the Sherwood-clan! / Though their days have hurried by, / Let us two a burden try.

Bartleby.com

Ilustración: John Keats por William Hilton, 1822. Basado en un retrato anterior. Detalle. National Portrait Gallery, Londres

sábado, septiembre 18, 2010

El cantar tiene sentido



Polo margariteño

El cantar tiene sentido
entendimiento y razón.
La buena pronunciación
del instrumento al oído.

Mira ese lirio, que el tiempo lo consume,
hay una fuente que lo hace florecer.
Tú eres el lirio, ay dame tu perfume
que soy la fuente, ay dejame correr.

Qué hago yo solo en el campo,
qué hago yo en el campo solo.
Yo no enamoro ni canto,
yo no canto ni enamoro.

Suspira la brisa suspirando lejos
y abre el capullo da una blanca rosa.
Sale el gusano de su prisión de seda
y se convierte en linda mariposa.

El cantar tiene sentido,
entendimiento y razón,
la buena pronunciación
del instrumento al oído.

Yo fui marino que en una isla
de una culisa me enamoré,
y en una noche de mucha brisa
en mi falucho me la robé.

La garza prisionera
no canta cual solía
y cantar en el espacio
sobre el dormido mar,
su canto entre cadenas
es canto de agonía,
¿por qué te empeñas pues, Señor,
su canto en prolongar?

Allá lejos viene un barco
y en él viene mi amor.
Se viene peinando un crespo
al pie del palo mayor.

A ti vuelvo de nuevo, mar querido,
y lejos de ti, ¡cuánto fui desdichado!
Lo que puede sufrirse lo he sufrido
y lo que puede llorarse lo he llorado.

Y ese cadáver que por la playa rueda,
y ese cadáver, ¿de quién será?
Ese cadáver debe ser de algún marino
que hizo su tumba en el fondo del mar.

El cantar tiene sentido,
entendimiento y razón.

[Tradicional, recopilado por Juan Liscano en 1941 cf. Prodavinci]

Ilustración: Niña levantando la piel del agua para ver un perro dormido a la sombra del mar, Salvador Dalí

viernes, septiembre 17, 2010

Tamara Kamenszain / Tres poemas




No puedo narrar

No puedo narrar.
¿Qué pretérito me serviría
si mi madre ya no me teje más?
Desmadrada entonces me detengo
ante un estado de cosas demasiado presente:
ser la descuidada que la cuida
mientras otros la descuidan por mí.
Son personas que me sobran
y la gramática se torna un escándalo
cuando ella que olvidó las palabras
adelanta su bebé furioso
con el fin de decirlo todo
aunque no se entienda nada.


El padre de Lucy copiaba un libro ajeno

          Se inclina sobre el cuaderno y con esfuerzo
          va copiando una a una las palabras
          del libro que tiene al lado.

                                           Lucía Laragione

El padre de Lucy copiaba un libro ajeno
mientras decía que lo estaba escribiendo.
En ese gesto senil la desmemoria del escritor
fuerza un homenaje doméstico
a lo que letra por letra tuvo para su vida
la trascendencia del asunto impreso.
Mi madre también se copia de lo que era
mientras yo plagiando al plagiario
trato de pasar en limpio ese diario de vida
que la autora de mis días escribe como puede.


Como la torcaza que de transparencia en transparencia

Como la torcaza que de transparencia en transparencia
anuncia muy claro lo que no sabe decir
mi madre voló llevándose con ella todo el repertorio
duplicó lo que no dijo puso en eco el viejo acento familiar
y me dejó sin oído buscando sonidos reconocibles
indicios de letra viva bajo la campana fónica del tiempo
porque si es cierto que la voz se escucha desde lejos
aunque nos tomen por locos tenemos que atrapar
en el espiritismo de esa garganta profunda
un idioma para hablar con los muertos.

Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 1947), El eco de mi madre, Ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2010


Foto: Tamara Kamenszain, Nora Lezano/Página12